miércoles, 19 de junio de 2013

Memoria de Almator

Soy bastante fan de Rosa Regás, pero en este caso me ha defraudado: la novela es lenta, cuesta avanzar por ella. No es que esté redactada de forma especialmente espesa, pero cuesta avanzar en su lectura.

Por otra parte, el trato que se les da a los animales en ella, aunque pretende tener un toque animalista, me parece cruel y poco cuidadoso.
Además, algunos perros o gatos aparecen puntualmente en la trama: explica con todo detalle cómo han llegado a la vida de la protagonista, pero una vez que cumplen con la función argumental que les está destinada, no se vuelve a hacer mención de ellos... se esfuman. Otros se mantienen sólo porque su muerte o su desaparición son claves en la resolución de la historia.

Leer acerca de una persona que, por motivos de venganzas familiares más allá de la muerte, que se le dejan como herencia, tienen problemas vecinales, me ha resultado en cierto modo familiar por mi situación actual, aunque la resolución de la protagonista me ha parecido poco práctica, nada realista, y bastante cobarde.

El final, que bien hubiera podido quedar cuadrado con soluciones que estuvieran más cerca de la realidad más habitual, es, después de una novela lenta, de fuegos artificiales y petardos. No cuadra demasiado. Los giros argumentales que da antes de todo ello le podían haber dado una salida mucho más fácil y cercana al común de los lectores.

No todas las novelas de nuestros autores de cabecera pueden ser maravillosas, eso está claro. Espero que, los libros que aún me quedan por leer de esta autora, retomen su genialidad, tanto argumental como narrativa.

domingo, 16 de junio de 2013

La espera

Me paso los días esperando.

Cuando me levanto, espero a que la rigidez vaya pasando mientras, después del desayuno, me tomo las primeras 4 pirulas del día (al día tomo 11, sin contar los rescates) y entre que la rigidez cede y estas primeras pastillas hacen sus primeros efectos, pueda empezar a moverme un poquito. Sin excesos y progresivamente, con cuidado, porque lo contrario sólo supondría un paso atrás. Y probablemente un chute de rescate.

Muchas de mis noches están llenas de paseos, lectura, vela... Por lo que no madrugo, precisamente. No es que duerma muchas horas. Las duermo a saltitos, y a deshoras. Como las noches suelen ser dolorosas, recupero sueño en mis siestas (las de después de comer y las "del obispo", que a veces, las noches en las que duermo 3 ó 4 horas y ni siquiera seguidas, no aguanto toda la mañana despierta).
Así que también espero a poder dormirme, o a que las Coca-colas o el té me quiten el sueño y sea capaz de dar pie con bola, si se trata de un día en el que se me acumulen las cosas por hacer.

Otra de mis esperas diarias: a que pase el piquito de fiebre reumática. Lo habitual es que tenga 2 ó 3 piquitos de éstos cada día, de unos 5-10 minutos cada uno, especialmente por la tarde-noche. Pero claro: la fiebre agota. Cuando pasan, se me queda el cuerpo hecho un higo, así que hay que esperar a recuperarse un poquito. Eso cuando la fiebre reumática sigue su patrón habitual. A veces tengo más de 3 picos al día, y a veces no duran 5-10 minutos, sino hasta una hora y media. Eso me deja el cuerpo baldadito.

Una espera tradicional: a que se me pase el mareo. Los mareos para mí son habituales, diarios. Suelen ser breves, pero claro: hay que recostarse y esperar a que el cuerpo se reponga de ellos.

También, cuando tengo que tomar rescate (en el último año es raro el día que no he tomado 1, o hasta 3), hay que esperar que haga su efecto: unos 30 minutos de media. Y rezar por que no me dé uno de los más frecuentes efectos secundarios, los vómitos.

Con todo esto, el día que me resulta productivo puedo marcarlo en el calendario,
para recordarlo durante una temporada. Porque ya no es sólo poder hacer las tareas más básicas (fregar, o poner lavadoras, doblar ropa...).
Es que a veces ni para leer tengo la mente. Mirar Facebook de vez en cuando, que no requiere tampoco estar demasiado espabilada, o actividades similares, son las que llenan esas esperas.

Por todo esto, me resulta doloroso cuando me juzgan por "vaga" (o similares). Sé que, visto desde fuera, puede dar esa impresión. De hecho llevo un tiempo preparando una entrada para este blog relatando ambos puntos de vista, pero me está costando rematarla, hay asuntos que no sé bien cómo tratar o describir.

A todos nos pasa: vemos las vidas ajenas desde nuestro punto de vista, y juzgamos (inevitablemente). Pero inevitablemente también nos colamos una barbaridad en esos juicios, porque, como dice una de esas frases (ñoña, pero cargada de razón) que hemos visto casi todos en nuestro muro alguna vez:


miércoles, 12 de junio de 2013

¿Y si nos quitan lo bailao?


Había leído algo de LeRaúl por las redes, no demasiado. Pero lo suficiente como para que, al ver este cómic, me llamase la atención y lo comprara.


Se trata de una buena recopilación de viñetas críticas en su mayoría con la situación actual (por desgracia, no sólo actual... aplicables a varias décadas, que parece que no avanzamos en según qué aspectos); algunas son, simplemente, graciosas; otras, como para pensar en lo que dicen.




Lo que tengo cada vez más claro es que, en la sociedad actual, autores como él, o como El Roto, son necesarios, cumplen una función de despertador de cerebros para que, entre alguna sonrisa, te cuelen un activador de opiniones propias: no adoctrinan, pero sí te hacen pensar, plantearte qué piensas de lo que están reflejando en esas viñetas.


Ojalá tuvieran una obra mucho más amplia, o ayuden a que otros con su don se animen a publicar. 
Es necesario.

sábado, 8 de junio de 2013

Oliver Twist

No, aún no lo había leído.

Han pasado por mí varios Dickens, pero "Oliver Twist" ha tardado en apetecerme.

Y ahora me arrepiento, aunque debo reconocer que es una lectura "cortavenas": pa' sufrí y sufrí.

Aunque se trata de una novela altamente moralista, con personajes de características muy extremas (los malos son los peores, y los buenos unos benditos), la acción que provoca la mezcla cuando se cruzan sus caminos mantiene la intriga durante buena parte del libro, y así consigue que no se haga pesado o deprimente.

SPOILER: Oliverio pasa penas y desdichas como para cubrir el cupo de 100, pero, como es bueno, al final se ve recompensado por la vida.
Mientras encuentra su Destino, se cruza con quien intenta evitarlo, y todo ello da lugar a una historia casi de misterio, con una resolución enrevesada, pero feliz (para los buenos).

Cuando lees a Dickens sabes que tienes que tener la moral preparada, porque las penurias están omnipresentes, y con su envolvente narrativa te arrastra hacia ellas, te hace casi cómplice de lo que va pasando en sus historias. Y, con Oliver Twist, es difícil no deprimirse, al menos hasta bien pasadas las dos primeras terceras partes del libro.

Aún así, merece la pena, es un clásico que hay que haber leído, pero quien no lo haya hecho aún, mejor que lo haga en un momento de moral fuerte, para no dejarse arrastrar durante su lectura por la melancolía.

jueves, 6 de junio de 2013

Lo siento, Alejandrito

Esta va a ser la segunda vez en toda nuestra carrera (la tuya como artista y la mía como fan) en la que no voy a ir a ver el concierto que das en la gira al paso por la ciudad por la que vivo.

El primero me pilló en Madrid, ¿recuerdas? Era la gira de uno de tus mejores discos, "El alma al aire". Pero se te ocurrió darlo en el Calderón. Y por ahí no paso (como no sea de largo porque vaya por la M-30).

En esta ocasión me pillas viviendo en Málaga.

Cuando fui a comprar las entradas, aluciné con los precios. La más barata, cerca de 62€; la más cara, 120€. Gracias a Dios podría permitirme el lujo de comprarlas e ir a verte (aunque, como siempre, a base de llamar y escribir a un montón de sitios para saber en cuál de las zonas van a poner la plataforma para minusválidos).


Pero me escocía pagar semejante pastizal, especialmente después de, como seguidora tuya (en Twitter ya no, que eres muuu pesao) haber escuchado y leído entrevistas en las que expresabas tu pena, tu preocupación por la actual crisis en España.
Incluso has propuesto a Rajoy que "paguéis más los que más tenéis". Sobre todo tú: no creo que vaya Mariano a cobrarte en Miami...

Esas incoherencias me han escocido, y solidarizándome con las muchas fans que no van a poder ver tu concierto este año porque económicamente no pueden permitírselo (o, en caso de que puedan ir, muchas van a renunciar a muchísimo para pagar la entrada), he decidido que no voy.
Y me apetece, créeme. Sólo puedo verte en persona una vez cada 2 años, cuando haces gira. Y cantar contigo y con las demás fans, gritar, desfogarme... Compartir, que de eso se trata a fin de cuentas.

Otro pero que pongo a tu actual gira: en una de las canciones, desde la primera vez que escuché "La música no se toca" (el primer día que salió a la venta, como siempre. Compro el disco que saques lo antes que pueda, incluso las ediciones especiales que te sacas de la manga y que varían muy poquito respecto al disco original. Creo que el dinero te está gustando más de lo que esperaba de ti)... como digo, en cuanto escuché la canción "Mi marciana" decidí que no la corearía en el concierto. Porque me pareció machista. Sinceramente, me ofendieron algunas de las cosas que en ella dices, no las esperaba de ti.

Y eso que el último concierto tuyo al que fui, el de la gira "Paraíso Express" fue el mejor de tus conciertos al que haya asistido. Mejor que el de "Más" en Las Ventas, donde estabas casi al alcance de mi mano, después del que me quedó un moratón de guerra en el tórax, de dejarme aplastujar por miles de fans contra la barra de seguridad, que para eso estaba la primera, tras más de 12 horas de espera para entrar...

Como digo, el concierto de hace 2 años fue el mejor. No sólo por ti y tus músicos, que estuvisteis francamente fantásticos, el espectáculo fue alucinante. Una de las cosas que más me gustó del concierto fue la mezcla que hiciste entre tus temas ya clásicos y los del disco actual. Creo que a todas tus fans nos removiste aquella noche muchas cosas, muchos recuerdos.
Además, fue bastante enérgico, marchoso: mucha guitarra eléctrica, mucha percusión. Un espectáculo genial.

Pero cuando digo que fue el mejor concierto para mí, me refiero a la experiencia. Es algo que he contado muchas veces, pero nunca en este blog.

Era el primero de tus conciertos al que acudía en silla. Nada de ir a la arena, nada de pegar botes, nada de tener agujetas una semana, y disfrutarlas cada segundo, saboreando el recuerdo del conciertazo que me las había causado. Debo confesar el apuro que aún me da ir en silla, especialmente a sitios donde la gente va a divertirse y pasarlo bien. Aún me afectan las miradas de lástima.
Llevaba un par de días atormentando a Dani y vecinos con tu disco, lo ponía una y otra vez, a tope, lo cantaba, lo gritaba, y entre canción y canción, no podía resistirme a decir "¡¡¡¡¡AAAAA-LEJAN-DRO!!!!!". ¡Qué ganas tenía de verte! ¡Cómo me latía el corazón!

Y llegó el gran día. Y, como no podía ser de otra manera, me encontraba fatal. Estuve llamando a varias personas para regalar las entradas: no me veía capaz. Pero quienes estaban interesados en ir, claro, ya las tenían. Hasta el último momento estuve intentando que no se desperdiciaran. Al final, Dani me dijo "Mira, vamos a hacer una cosa: vamos, y en cuanto quieras, nos volvemos. Al menos escuchas una canción". Y eso hicimos.
Uno de los momentos más escalofriantes para mí en tus conciertos es el momento en que sales al escenario. Esa emoción, esos rugidos del público. Y, como íbamos bastante tarde, creí que me lo iba a perder. Dani condujo todo lo rápido que pudo, y tuvimos la suerte de poder aparcar en "paralímpicos", justo en la puerta. Enseguida una chica encantadora, de la Cruz Roja, nos llevó hasta la plataforma para minusválidos.
Y justo en ese momento saliste tú. Como si me hubieras estado esperando.

No puedo explicar el pellizco que se me cogió en el pecho. Entre las prisas, el encontrarme tan malita, el verme en la silla y no poder saltar y chillar para desahogar mi histeria... me puse a llorar como una magdalena. Dani, detrás de la silla, ni se enteró. Pero yo no podía parar de aplaudir y llorar. Y venga a llorar.
Como digo, Dani ni se enteró, pero a mi lado había otra chica, más joven que yo, también en silla. Me pareció que su discapacidad no era sólo física, tenía algo más, pero suplía todas esas carencias con un corazón más grande que el escenario en el que tú cantabas.
Yo no podía parar de llorar, y cantar. Y ella cantaba, aplaudía... y me miraba. Como me vio inconsolable, empezó a preocuparse. Casi me miraba más a mí que a ti. Y avisó a su acompañante (creo que era su madre). Su madre, pensando que era una histérica de las que lloran sólo por verte, intentó tranquilizarla. Ella se quedó conforme... de momento. Seguía mirándome, preocupada. Y yo venga a llorar y a cantar.
En una de las canciones "de mechero", una de ésas en las que, las que no llevamos mechero alzamos los dos brazos y los movemos a un lado y a otro, lentamente, al son, ella me cogió de la mano. Y me la apretó, consoladora.
Aún se me saltan las lágrimas (no se me acabaron esa noche, curiosamente) al recordarlo. Durante todo el concierto tuvimos una complicidad preciosa. Inolvidable.



A pesar de esa grandísima experiencia, este año... 
te lo agradezco, pero no.
No me parece ético ir a tu concierto este año. Otra vez será (espero).

domingo, 2 de junio de 2013

¿Injusticia?

El otro día fui a revisión en oftalmología, una consulta que pasan en un hospital, a unos 30 km. de donde vivo.
La revisión fue bien (mejor de lo que esperaba), y la doctora me resultó no sólo de trato muy agradable (aunque firme), sino bastante buena profesional; así que por lo que a la parte clínica respecta, quedé contenta.

Sin embargo, mientras estábamos en la sala de espera, a parte del ya habitual y desquiciante jaleo (parecía una cafetería por el sonido de fondo... por una parte, la gente hablando muy alto, y todos a la vez; por otra, para avisar de que toca pasar a consulta, lo hacen por megafonía, colaborando al ambiente gallineril) vi algo que me hizo pensar, aunque no quiero sacar conclusiones (con las que probablemente me cabrearía) sin saber datos.

Lo que ocurrió fue que, en la puerta (en la zona de ambulancias, mucho más cerca que las primeras plazas reservadas para movilidad reducida) aparcó un furgón de la Guardia Civil.
De él bajaron al menos 5 guardias y 1 persona de paisano.
No es la primera vez que veo cómo en ese hospital llevan a algún recluso escoltado (no esposado) a pasar consulta.
De hecho, alguna vez he estado en urgencias y ha pasado con absoluta preferencia ante todos los que estuviéramos allí algún "perla" rodeado de policías o guardias civiles.

Todo esto, así, a pelo, no tiene por qué tener mayor importancia. Pero claro, luego está la cara B: hay recortes en casi todo, uno de los que ha dado mucho que hablar ha sido el copago del traslado a hospitales para pacientes crónicos o con enfermedades graves.

Me pregunto si a este paciente, que probablemente ni pague impuestos ni, con lo que sea que haya hecho, hace precisamente la vida más fácil a su entorno, le han hecho pagar algo por este servicio exquisito.
Muchas personas (entre las que me cuento) tenemos dificultad para llegar a las consultas (en mi caso, mi marido tiene que pedir permiso en el trabajo, y luego recuperar las horas, para poder llevarme, ya que yo sola no puedo llegar hasta allí); y, cuando llegamos, nos toca esperar un buen rato en la puerta: es lo habitual. Pagamos impuestos, vamos con la legalidad por delante (aunque eso nos perjudique claramente en muchas ocasiones) y aguantamos lo que nos echen. Nos buscamos las mañas para cumplir con horarios, impuestos, cambios de consulta, zonas de ubicación de esas consultas... No siempre nos resulta fácil.

La conclusión a la que mucha gente está llegando, no por asuntos como éste, sino por otros quizá más graves (quizá no) que afectan a esferas mucho más altas, es que en este país, o en este mundo (una ya no sabe), la forma de conseguir lo que uno se propone y triunfar es pasándose la legalidad, las normas más básicas, por el arco del triunfo.
Claro, como en todo, el que vale, vale. Y el que no, pues traga. Tragamos. Y calladitos, que estamos más monos.
A muchos de nosotros nos enseñaron que, para valer, hay que esforzarse, cumplir normas, aprobar exámenes, superar entrevistas, trabajar duro... ¿Quién sería el descerebrado que nos educó así?

Estas prioridades, eso sí, no vienen de ahora, simplemente parece que ahí no ha habido demasiados recortes...
Recuerdo cuando, hace unos años, por un asunto, me rallé (¿o "rayé"? nunca me aclaro) y creí que iba a ir a la cárcel.
No hacía mucho que había tenido que dejar la carrera, y ponerme a trabajar por el salario mínimo. No se podía.
Pues, cuando dejó de importarme tanto esa posibilidad fue cuando me enteré de que, allí dentro, podría sacarme una carrera, la que yo quisiera, gratuitamente. Dejó de pintar mal.
¿Vamos a tener que aprender a vivir por encima de nuestras posibilidades (esta vez sí) a cambio de vivir por encima de la legalidad?