miércoles, 21 de agosto de 2013

Nadie dura siempre

Estoy teniendo poca suerte con mis lecturas este verano. Salvo con el recientemente terminado segundo volumen de "Sherlock Holmes: Las aventuras imprescindibles", con el que jugaba sobre seguro, que es lo que suele pasar con los clásicos, y más si ya te has leído el primer volumen: con él había poco lugar para las sorpresas. Pero con las demás, no he tenido buen tino en la elección, desde "El milenario hábito de ser infeliz", de la que no pude pasar de la página 30 y poco, no sólo porque no era lo que esperaba, sino por la atroz redacción, hasta esta última, no mala como tal, pero sí decepcionante.



Me estrené hace unos meses con Ana Manrique con "No es tan fácil llevar bragas", y me gustó bastante, así que me fui de cabeza a por la otra obra publicada de la autora.

Y no parecen escritas por la misma persona.


Si en aquélla me encantó el estilo narrativo, en ésta ha sido lo peor de la lectura, ya que la historia es salvable, hasta buena según se mire. Algo sórdida, pero eso no me echa atrás. ATENCIÓN, SPOILER: Quizá esa sordidez desentona con el final feliz global, pero por lo demás, es más que aceptable.

Vale que al principio ya avisa de que, como la trama se desarrolla en Barcelona, algunas expresiones están adaptadas a este ámbito. Eso me vale para que hable de "la granja" en lugar del "bar" (o algo similar, es un sitio donde iban a tomar café o whisky... así que he entendido bar, o cafetería). Vale.
Pero no me vale para que diga que uno de los personajes respondió a una serie de preguntas con sus característicos "monólogos" en lugar de "monosílabos", o para que explique cómo "en los escaparates de las boutiques sólo habían vestidos de fiesta". Y como ésas, unas pocas. Cuando hay alguna suelta suelo atribuirlas a errores tipográficos, erratas. Pero cuando son tantas no me queda más que achacárselas al autor. Aunque anteriormente haya leído algo suyo que no hacía presagiar esta mala experiencia. De hecho, como empecé por su segunda novela publicada, y ésta es la primera, una de dos: o ha mejorado mucho (muchísimo), o para la segunda pagaron a un corrector de estilo. Todo puede ser.

El siguiente libro que hay en mi pila, con el que empezaré esta misma noche, me despierta bastantes dudas... Pero como después de él tengo esperándome a Max Aub, lo tengo tan fácil como abandonar la lectura si no me convence y pasar a lo seguro.

martes, 6 de agosto de 2013

Los hombres que no amaban a las mujeres

Tras el apabullante éxito de la trilogía, a pesar de mi rechazo instintivo ante los best-seller, esperaba más.

No es que sea una mala novela: es entretenida. Pero poco más.
De las casi 700 páginas, al menos 300 sobrarían sin que se viera afectado el argumento. Argumento, por otra parte, que está encajado a capones. Para que todo cuadre y se llegue a donde pretende el autor desde un principio, fuerza giros o plaga de casualidades (chirriantes en muchos casos) la trama.

A pesar de ser un "tocho", se lee con facilidad y rapidez, precisamente por eso: tiene muchas páginas de relleno que no precisan demasiada atención. A partir de la segunda mitad hay algo más de acción, lo que colabora también al ritmo de lectura.

Tengo la trilogía completa (la conseguí en un concurso) y probablemente la lea entera, tampoco es que sea un libro espantoso. Pero tengo claro que, tal como dudo mucho que por mi cuenta hubiera comprado este primer tomo, después de leerlo ni loca me compraría los otros dos. Ahora, ya que los tengo... Bueno, se leerán. Supongo.

jueves, 1 de agosto de 2013

Cuarteto para un solista

Interesante lectura, con un punto de vista lógico pero novedoso, y buenas aportaciones de la cultura clásica: la Grecia clásica y su mitología, Sissí, Casanova... De ellos se valen, con la intención de que la humanidad no desperdicie más sus recursos, las personificaciones de los cuatro elementos: Aire, Agua, Tierra y Fuego.

Cada uno con su carácter, cada uno con sus preocupaciones. Pero todos con el mismo interés: que el cambio (¿crisis?) que está afectando al mundo no implique su destrucción.
Un tema sobre el que todos deberíamos meditar. Todos. Como dice en el libro, "Los que podrían hacer algo, no quieren; y los que quieren hacer algo, no pueden".
En mi opinión, quienes están dirigiendo el mundo (que no creo que sean los políticos, en absoluto), están tan obsesionados con ganar más y más dinero, que no se dan cuenta de que no les va a quedar mundo en el que gastarlo. Me encantaría que fueran conscientes, por una parte, de esto; por otra, de lo bien que les haría sentir, más que ganar aún más dinero, más poder, el haberlo utilizado para mejorar este planeta, tanto a nivel de optimización de recursos, como de bienestar de la población. Ganar miles de millones de euros tiene que ser un subidón. Pero saber que, gracias a tu impulso, el mundo se ha convertido en un lugar mejor, tiene que ser la bomba.

Habla este libro de la construcción de la sociedad como está ahora mismo, del auge del dios "Dinero", de los cambios de los estamentos poderosos (políticos - banqueros - ¿pueblo?); de lo que hace a una sociedad cambiar sus formas de proceder, sus crencias; de la influencia de la Iglesia a lo largo de la historia... y de dioses, por supuesto. Menciona algo que llevo tiempo reivindicando: el cambio de cómo vemos a Dios. De ser creador, padre, fuerza (¿energía?) ha llegado a ser, para mucha gente, una especie de lámpara de Aladino a la que pedir deseos: en lugar de ser el apoyo en el que encontrar la fuerza necesaria para impulsarse para cambiar las cosas a como queremos, Le pedimos que lo resuelva él y lo deje como queremos. Es más cómodo. Pero así no funciona. Creo.