domingo, 29 de septiembre de 2013

Sinfonity

Después de unas 2 semanas de encierro involuntario (el inicio del otoño no me está yendo muy bien), ayer ¡por fin! salimos. Y, cómo no, fue al teatro. En esta ocasión, al Cervantes. (La programación teatral del Alameda es la mejor de Málaga; la musical del Cervantes es difícilmente superable por variedad y calidad).
A pesar de algunas dificultades (me perdí caminando hacia el teatro mientras Dani aparcaba, después de que nos dijeran que en la plaza PMR que habíamos encontrado providencialmente vacía no se podía esa tarde por... la Semana Santa. Sí. Semana Santa en septiembre. Ya decía yo que llovía mucho este fin de semana por aquí), llegamos justo cuando estaba empezando.

Yo no había oído nunca hablar de Sinfonity. Dani había escuchado algo de ellos por la radio, y así se enteró del concierto. Pensó que, como a él le gusta el guitarreo eléctrico, y lo que había oído le había parecido interesante, y a mí me gusta la música clásica, podía ser un espectáculo que disfrutáramos los dos (generalmente, cuando vamos a conciertos, uno de nosotros -casi siempre él, hay que reconocérselo- tiene que sacrificarse por el otro). Y acertó. Ambos disfrutamos muchísimo el concierto.


Los 15 fantásticos músicos estaban sentados en 2 filas, de cara al público, vestidos informalmente, con sus melenas incluso algunos.
Tocan piezas archiconocidas de música clásica, pero todo con guitarras eléctricas, bajos y otros instrumentos que no reconocí (me parecieron hechos por ellos mismos). Les gusta lo que hacen, disfrutan, se divierten, y eso se nota y se contagia. Nada de una orquesta uniformada con trajes negros y pajaritas, caras serias (casi aburridas) y reconcentradas. Nada de eso. Lo que les unía no era el uniforme, sino las miradas cómplices, a pesar de que se les veía muy concentrados en lo que hacían, pero no con un rictus amargo, sino con el disfrute reflejado en cada gesto.

El programa, como digo, estaba compuesto por piezas fácilmente reconocibles para todos, con las guitarras eléctricas hacen maravillas con los sonidos que corresponderían, en la original, a violines u otros instrumentos de cuerda, incluso alguno de viento. Eso sí: el tempo estaba algo acelerado en casi todos los casos, lo que daba una sensación marchosa a pesar de estar escuchando a Vivaldi o Mozart.

Me ha encantado escucharles y conocer su trabajo. Su concepción de la música clásica es la mejor manera de acercar este tesoro cultural, hacérselo interesante a generaciones recientes, que huyen despavoridos cuando les hablas de este tipo de melodías: "¿Música clásica? ¡Vaya coñazo!". Hacen que piezas que se han tocado de la misma manera prácticamente durante décadas suenen como modernas, cañeras incluso.


A cambio de un espectáculo de casi 2 horas recibieron muchos aplausos (a pesar de que no éramos demasiados espectadores). Así que lo suyo era un bis.
Como último tema nos regalaron lo que, según explicaron, está siendo su último experimento: tocaron "We are the champions", distorsionando el sonido de las guitarras de tal manera que parecía que alguien estaba cantando la letra, perfectamente vocalizada. Alucinante.

Espero (porque lo merecen, y por lo que puede suponer para la promoción de la música clásica) que tengan muchísimo éxito. No he visto ningún disco suyo, pero espero que haya alguno disponible pronto para poder comprarlo. Y, por supuesto, que vuelvan pronto con un espectáculo nuevo, que no querré perderme.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Me vestiré de medianoche



Para terminar la trilogía de Tiffany Dolorido y la saga de los Nac Mac Feegles, Pratchett ha salido con una novela redonda. Con un final redondo, de esos que no siempre se le han dado muy bien.
Aquí lo borda.

Tiffany ya ha crecido y se ha establecido como bruja de la Caliza.

Por si eso no fuera poca tarea, un ser de otra dimensión y otro tiempo, movido por el rencor y servido por la mentira, viene a darle aún más quebraderos de cabeza. Además, en una época en la que le viene fatal: hay una muerte, con su funeral, y una boda del barón con una tal Leticia un poco bruja (¡¿¡!?!) y una futura suegra también brujeril, pero sin magia ni escoba (¡sobre todo sin escoba, por Om!).

Es una historia divertida, aunque no desternillante. Me ha parecido muy, muy buena, me ha encantado. Como me encantaron los anteriores libros de Tiffany Dolorido, "Un sombrero de cielo" y "La corona de hielo".

Como en buena novela sobre jovencitos, protagonizada por una jovencita, hay cabida para tratar sentimientos y preocupaciones que nunca antes habían sentido. No sería muy realista si no. ¿Mundodisco? Bueno, aceptable... ¿Magia? ¿por qué no...? ¿Los Nac Mac Feegles? Eso ya es más raro, pero algún ejemplar habrá... pero ¿Quinceañeros sin hormonas? Eso sí que sería descabellado e increíble.

Ha habido un momento durante la lectura, cuando describe al monstruo al que se tiene que enfrentar en esta ocasión, el Hombre Astuto, que no he podido evitar acordarme de Paulo Coelho en "Aleph". Demasiadas similitudes. Pero el copyright de ambas es de 2010... hum... Así que siempre flotará esa duda sobre mí.

Hace mucho, mucho tiempo, en un foro sobre Mundodisco, periódicamente se repetía la pregunta "¿Con qué novela empiezo?". Creo que Tiffany Dolorido es la respuesta definitiva, y la edad para la que está indicada la correcta. Pero he tardado en descubrirlo.

martes, 24 de septiembre de 2013

Las catilinarias

Hace un tiempo, en uno de mis posts sobre Miss Historias (no recuerdo cuál), hablaba de las maldiciones que me habían echado mis hadas madrinas. Entre ellas, la que más me complica la vida es la educación. Y sobre ello, entre otras cosas, se detiene este libro. ¿Hasta dónde nos puede llevar, a los malditos con la educación y el respeto hacia los demás, cruzarnos con una persona (con suerte sólo una) que ni tiene educación ni respeta? ¿Dónde está nuestro límite? ¿Somos capaces de hacerlo respetar?

Ya he comentado dos casos similares que, hace no demasiado, me han afectado en este sentido (Gabriella: desde aquí te pido clases particulares para hacer respetar mi tiempo y mi espacio). Personas que entran en tu vida y, aprovechando esa educación, esos modales, toman posesión de tu casa, tu tiempo y sobre todo de tu paciencia (que se agota inevitablemente).

La mayoría somos vecinos, y tenemos vecinos. Cuando ambas partes están en el mismo "bando eduacional" todo se mantiene más o menos en equilibrio. Es cuando cada uno pertenece a un bando diferente cuando vienen los problemas. Y esos problemas siempre son para la persona educada.

Los textos de Amélie Nothomb suelen resultarme tremendamente empáticos: tiene facilidad para tocar la tecla emocional que se proponga con sus palabras. Leyendo sus libros, puedes sentir alegría, amor, egoísmo extremo, desesperación... En este caso, presiona varias.
Durante la primera mitad de esta breve narración te exaspera. No me ha resultado difícil dejarme llevar por los sentimientos de Émile, uno de los protagonistas, ante las visitas de un vecino pesado, maleducado y desesperante. Quizá en esta ocasión lo ha tenido fácil conmigo: no ha necesitado que me meta en el personaje, con hacerme recordar ciertas situaciones (afortunadamente zanjadas) me ha puesto de los nervios.
Un vecino autoinvitado que invade la intimidad de los nuevos habitantes de la casa de enfrente (elegida, curiosamente, por su lejanía del mundanal ruido para pasar sus últimos años tras la jubilación), una visita molesta y maleducada, voluntariamente insensible a las indirectas. Y un involuntario anfitrión incapaz, por educación, de mandarle al guano o, simplemente, hacer respetar su espacio.

Hacia la mitad de la historia Émile y Juliette, su mujer, reaccionan: resulta muy divertida la escena de la cena de vecinos.

Y a partir de ella se empieza a comprender el por qué del carácter del "verdugo" (como ellos le apodan). Conocen su realidad, y casi hasta le comprenden... si no fuera porque no sólo es verdugo de sus vecinos.
La bondad (por fondo y porque les han educado en ella) de este matrimonio les lleva a entrometerse en una situación ajena, como antes se metiera el vecino en su casa. Y a actos bondadosos, pero crueles.
Y hasta aquí puedo leer sin hacer demasiado spoiler.


Este libro no sólo me ha dado material sobre el que reflexionar (como todos los de la autora, por inverosímil que sea el argumento), sino que me ha dado ideas, herramientas para afrontar y gestionar posibles situaciones similares en las que puedo volver a encontrarme. Lástima no haberlo leído antes.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Un tipo con chispa

Me ha encantado este cómic. Es diferente.  Absurdo. Divertido. Loco. Un soplo de aire fresco.

Chorrada tras chorrada, con el lenguaje que muchos usamos cuando hablamos haciendo el ganso, cumple perfectamente con la función de entretener y divertir. Poco más. ¿Y qué más sería necesario?

Historietas que rozan el absurdo, resueltas como sólo un niño (un niño un poco taradito, eso sí) podría hacerlo. O cualquiera de nosotros en un día tonto. ¿O es que soy la única que tiene días tontos?

Libb y sus amigos (reales, imaginarios y de peluche) me han conquistado, pero el remate ha venido con las referencias a las canciones del disco que más me gusta de La Casa Azul. Todos somos un poco Libb, pero yo un poquito más que la media...

Sin profundidades. Sin críticas. Algo bruto a veces. Me lo he pasado teta-piruleta leyéndolo.
Espero que haya más ediciones de la vida de Libb, antes de que crezca demasiado y se vuelva sensato.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Pobre corazón

Esta colección de relatos, a falta de un adjetivo más apropiado (que no ando muy inspirada), tan "potentes", ha sido una muy grata experiencia lectora.

A pesar de que dos de los que aquí se recogen los había leído hace relativamente poco ("Los funerales de la esperanza" y "El sombrero veneciano"), me sigue fascinando la contundencia de sus argumentos, revestidos de una redacción sencilla, pero maravillosa.

A parte de los dos ya mencionados y comentados hace pocos meses, se recogen aquí:
"La farra", o cómo un agravio puntual puede dar poder a una persona en una pareja (poder que ya ostentaba con su simple actitud -reforzado por la personalidad del "contrario"-, pero que se ve brutalmente consolidado), hasta anular por completo a la otra parte.

"La nevada", tremendo escenario climatológico para llegar a la grotesca conclusión de una situación que, dentro de no estar moralmente "bien", en el contexto de un pequeño pueblo (en esas circunstancias nuestra perspectiva se reduce enormemente) toma una importancia soberana.

"El guerrillero" habla de un sueño recurrente, al que nadie más que el que lo sueña daba especial importancia... Pero el soñador termina teniendo, desgraciadamente, razón.

"Introibo at altare Dei..." se inicia como una preciosa e inocente historia de amor juvenil, casi platónica. El tiempo pasa, y cada uno de los dos protagonistas la asume de una forma distinta: como un bucólico recuerdo, o como un dañino rencor...

"Preludio" habla de un matrimonio. El tiempo hace mella en él, como en casi todos, pero la cuestión es si se sabe o no canalizar las diferencias que, con el tiempo y el crecimiento personal individual, afectan a todas las relaciones duraderas.

En "La inspiración y el estilo" una profesora de instituto y conferenciante ocasional inspira involuntariamente a un oyente para que encauce su carrera literaria. Digo involuntariamente, porque un catarro y las medicinas que toma para que no boicotee su conferencia de esa tarde hacen que su discuso fluya sin mediación de su voluntad.
La inspiración se convierte en admiración, y da lugar a una larga relación epistolar.
Cuando uno de los dos tiene que tomar LA decisión difícil, resulta que el otro ya la había tomado, quizá incluso fue decidida simultáneamente.

Y en "Más allá del límite" afronta un tema peliagudo: el dolor por la muerte de alguien querido puede llevarnos, a su vez, a la propia muerte... pero nosotros también dejamos seres que nos quieren cuando morimos... Es una espiral.



Como decía al principio, ha sido, en resumen, una experiencia lectora genial.
Tras leer los de relatos de esta autora, por lo general, me queda una sensación residual de disfrute y admiración que se prolonga en el tiempo, permitiéndome saborearla cada vez que recuerdo cualquiera de los argumentos o personajes.

Una coincidencia curiosa: el relato del cuadernillo de "MiniLetras" que no aparece en esta recopilación, "La casa", habla del hogar, de nuestras sensaciones (no siempre positivas) cuando damos con la casa de nuestros sueños, o la que nos estaba destinada... por qué no.
Anoche, en mi desvelo, tras terminar con "Pobre corazón", empecé el siguiente libro de mi pila: "Las Catilinarias", de Amélie Nothomb. El argumento, al menos en las pocas páginas que llevo leídas, también habla de esa relación con nuestro hogar, que no tiene por qué ser nuestra casa.
2 libros seguidos de 2 de las autoras con que más disfruto... Y después, "Me vestiré de medianoche", de Terry Pratchett (que supongo recibiré el mismo lunes, y no podré esperar a empezarlo).
¿Sobreviviré a tanto placer lector?

jueves, 19 de septiembre de 2013

Palabras de amor

No hace mucho que le doy al ensayo.
Me había parecido (por opiniones y otras razones) que José Antonio Marina tocaba temas que me interesaban, y que podía ir por buen camino con sus libros... Pero a la tercera va la vencida.
Creo que, tras tantas cartas de amor, ésta puede suponer la de mi ruptura con él.

Con "La conspiración de las lectoras" disfruté, a pesar de su evidente punto de vista fanático y políticamente adoctrinador.
Debo reconocer que aprendí y disfruté, sí.
Después de 2 libros más de José Antonio Marina en solitario, veo que ese disfrute debió deberse, en buena medida, a María Teresa Rodríguez de Castro.

Después me atrajo mucho la temática tratada en "Las culturas fracasadas". La sociología es un tema que me inspira curiosidad. Pero la lectura de este libro me defraudó.

Le he dado una tercera (y última, por el momento) oportunidad con "Palabras de amor". Creí que no sólo analizaría cartas de amor de diversos personajes de la historia desde el punto de vista emocional, sino también desde el histórico y el literario.
No nos engañemos: el sentimiento, como tal, varía poco a lo largo de nuestra (corta) historia.
Pero este libro es una repetición, algo cansina (por similitud de lo que sentimos contemporáneos y gentes de toda la historia de la humanidad, y cómo lo expresamos), de palabras, sentires, padeceres...
Con algún ejemplo de cada época hubiera bastado, para ver las diferencias en el trato a la persona amada, por ejemplo

El talento narrativo está únicamente presente en las cartas. Durante los análisis del autor no lo he olido siquiera... De hecho, a menudo tenía la sensación de estar leyendo los comentarios de cualquier programa de cotilleos (pero en lugar de ser Belén Esteban te hablaba, por ejemplo, de Simone de Beauvoir) entre vídeo y vídeo.

Sí me ha quedado patente, al menos por los ejemplos puestos, que los hombres notables se enamoran de bellas damiselas; mientras que las mujeres notables suelen hacerlo de hombres "a su altura" intelectual y profesional. Me ha parecido curioso, pero no estoy segura de que los casos reflejados sean representativos.

Otro dato que ha llamado mi atención es el complejo de fealdad de Gabriela Mistral: una mujer con su profundidad, con su talento... acomplejada por su físico, rechazando un amor porque "era fea" (por las imágenes que he visto en internet tampoco es que fuera un callo).

Pero, desde luego, para obtener algunos datos curiosos y una teoría que dista mucho de estar confirmada, es sólo una suposición basada en lo que he leído, no merece la pena meterse al cuerpo más de 400 páginas repetitivas y bastante parecidas al "¡Hola!".

Espero tener más suerte con los ensayos que me esperan pacientemente en la pila. Pero, como decía al principio, dudo mucho que repita con José Antonio Marina.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Caraduras VS. Tonticos

Llevaba tiempo queriendo escribir sobre este tema, más para exorcizar demonios que por afán divulgativo. A modo terapéutico.

Quien me conoce sabe bien que, aunque disto de ser una santita, me pierde mi filosofía de intentar ayudar a mi entorno. No soy de donar dinero a una ONG (y menos después de haber trabajado en una), sino de las que, si sabe de alguien en su entorno que lo pasa mal, ayudarle directamente; animalista perdida, no soy colaboradora directa de ninguna asociación ni casa de acogida (por imposibilidad, básicamente), pero intento difundir casos, ayudar con pequeñas compras solidarias en casos puntuales, o esterilizar y mantener cuidada a una colonia cercana; no me trago los programas de televisión de desgracias ajenas y mando SMS al XXXX, pero si alguien me cuenta un problema intento ayudarle a solucionarlo, o al menos darle apoyo moral.

Y es increíble la cantidad de problemas y enemistades que me ha acarreado esta actitud.

Por eso hoy, tras leer el caso de una persona con problemas por actitudes semejantes me he puesto a darle a la tecla por fin. (¿Ves? Ya estoy otra vez: pide que se difunda su caso, y aquí estoy... sin siquiera conocerle. No tengo arreglo).


Cada día confirmo más eso de que "cree el ladrón que todos son de su condición": quien te miente piensa que lo que tú dices no es verdad; quien intenta aprovecharse de ti se guarda bien las espaldas porque cree que tú harás lo mismo; quien va de buenas, se cree que "to el mundo es güeno". Y qué va. Para nada.

No voy a ponerme a enumerar casos concretos, para qué: sólo me haría mala sangre. Pero muchos sabéis cómo ha complicado mi vida, cuántos problemas, y de qué calibre, me ha acarreado intentar ayudar a un par de trabajadores de esta urbanización, que me vinieron con el cuento de lo mucho que abusaban de ellos y lo mal que estaban laboralmente. Todo para manipularme para conseguir lo que querían, colarme cotilleos (ni uno bueno) de todos y cada uno de los vecinos de por aquí (falsos en un 99%) y, de paso, conseguir información "jugosa" en que basarse para inventarse otros sobre mí que colarles a otros vecinos.
También muchos sabéis que, por intentar mantener controlada (esterilizando) y en niveles de salubridad seguros la colonia de gatos de por aquí, hemos tenido problemas y enemistades como para hartarnos.
También conocéis cómo, con intención de engatusarme y meterme en trapicheos muy sucios, consiguieron casi sin que me diera cuenta que me hiciera cargo de una asociación de enfermos y qué pasó cuando no quise hacer las cosas de forma lucrativa (para mí ni para nadie), sino que intenté que los enfermos y sus familiares tuvieran la mejor atención e información dentro de las posibilidades.
O el caso de quien, acercándose "por amistad", quiso sacarme dinero (mientras no le faltaba, precisamente), y de paso "entretenerme" malmetiendo en mi relación de pareja.
También, con esa excusa de la amistad (lo reconozco: mi perdición hasta hace muy poco), quien quiso manipularme, llevarme por donde quería para conseguir apoyo y "poderío", pero cuando expresé mi opinión y me defendí llegó incluso a amenazarme.
El caso, también, de quien me ofreció ayuda para organizar nuestra boda, pero terminó intentando mangonear, malmetiendo también entre la pareja, "pinchando" a otros invitados amigos para enfrentarles con nosotros, y llevándose hasta provisiones de la celebración (que ya hay que ser cutre).
Personas (por desgracia, ahora abundan) que están pasado un mal momento económico, por lo que les intento ayudar (dentro de mis pocas posibilidades). Y no sólo aceptan esa ayuda (algunas estando mejor que yo financieramente), sino que piden más y más y cada vez más, incluso lo toman, sin pedirlo, como si fuera suyo. Caraduras, se les suele llamar.

Y sólo he mencionado los más recientes.

Como decía, no es que sea santa. Es que intento ayudar a mi entorno (tengo la filosofía de que, si todos lo hiciéramos, en lugar de ir a por lo grande, todo mejoraría mucho). No soy buena: soy simple. Tengo un sentido, quizá demasiado desarrollado, de lo que está bien y lo que no, e intento acoplarme a lo primero con fuerza.

A veces me da la sensación de que, las personas que buscan aprovecharse o, simplemente, buscar problemas por diversión a otros (jamás lo entenderé... ¿no tienen tele?), tienen una especie de radar para localizar víctimas facilonas. Bueno, eso o que se lo ponemos en bandeja: en cuando alguien nos viene, a las personas que vamos (de momento) así por la vida, con una cara compungida, un problema... dejamos todo para intentar ayudarles a salir de la situación complicada que sea, incluso aunque nos perjudique inicialmente.

Y hay un problema gordo añadido: una vez que haces un favor a alguien, en adelante lo va a tomar como si fuera tu obligación. Incluso consiguen (al menos en mi caso, que soy medio tonta) hacerte sentir mal si un día no puedes ayudarles o, simplemente, te has dado cuenta de su cara dura y cierras el grifo. Ser así es una putada, pero es muy difícil cambiar.
Como digo, cada vez voy con más precaución, me abro menos, estudio las situaciones y a las personas antes de brindar mi ayuda, mi amistad... Pero me la siguen colando. Como digo, tontita perdida que es una.

No quiero, insisto, en ningún momento dar a entender que soy buena, o que se me tenga que estar agradecida por ser así. En absoluto. De hecho, si fuera capaz, probablemente haría como la mayoría: ir a lo mío, y los demás que arreen con lo suyo y con el rastro que deje lo mío. Pero de momento no lo he conseguido.

Ni siquiera aspiro a que se me pague con la misma moneda, pero sí a que, al menos, no se me putee. Misión imposible. El común de los mortales no es capaz, aunque, como digo, jamás lo entenderé.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Bésame otra vez, forastero


En una edición muy cascadita, como se puede ver en la imagen (las hay más recientes, incluso digitales) me he leído esta recopilación de relatos. Así que no insistiré mucho en los problemas que he tenido en la lectura con erratas (me ha llamado la atención que los signos de interrogación que se olvidaban, por una vez, fueran los de cierre) o errores (grandes) de traducción.

He notado en esta lectura de una autora a la que cada vez cojo más el gustillo, menos afición a resaltar lo peor de cada personaje (aunque algo de eso hay), y sin embargo me ha llamado mucho la atención lo abrupto de sus finales, por no decir finales repentinos y abiertos. Después del maravilloso final (casi tan maravilloso como el principio) de Rebeca, me ha sorpredido mucho.

Los relatos que aquí se incluyen son:

Bésame otra vez, forastero.
Empieza la colección con intrigas, personajes misteriosos y sorpresas de un (demasiado) cándido protagonista.
Aunque inesperado, en este final más o menos explica el por qué de cada enigma.


La montaña de la verdad.
Empieza con normalidad: un par de amigos "de toda la vida", uno de ellos se casa, y al conocer a la novia, el otro empieza a notar cosas raras. Y las rarezas llegan a ser muy, muy misteriosas.
No explica bien la autora, y eso me ha defraudado, el origen de esta mujer. Eso, quizá, explicaría sus extrañas costumbres y cómo termina en el relato.
Todos son aficionados a la escalada. Y esa afición les lleva a un destino impactante.
Aunque el relato se desarrolla a través de bastantes décadas, lo condensa muy bien, explicando sólo las partes esenciales para la trama.
Como en todas las historias que aparecen en este libro, habla de cosas extrañas, pero no tanto como para que no puedan ser. Son cosas muy raras, sí, pero... ¿por qué no?
En la Montaña de la Verdad hay un extraño monasterio autónomo, del que circulan rumores y leyendas por el valle... Y que se convertirá, de diversos modos, en el centro de las vidas de los tres protagonistas.


Los pájaros.
Siempre me he negado en redondo a ver esta película. Con las imágenes más famosas, que inevitablemente llegan a una, he tenido más que suficiente yuyu.
Y no creo que la vea, a no ser para quitarme el gusanillo de este final tan desconcertante (si alguien la ha visto y le apetece contármelo, le agradeceré que me ahorre un par de horitas de mal rollo). Creo que el director habrá rematado la historia de alguna manera, y me apetece saber cómo.
Pero desde luego comprendo por qué el relato llamó la atención de Hitchcock: desde las primeras páginas te transmite una inquietud, casi un miedo... que hizo que, a pesar de tener sueño, me leyera del tirón este relato y el siguiente (para reducir la garantía de pesadillas).
Como digo, lo leí de noche, y cada murciélago que pasaba cerca de la ventana me sobresaltaba y me ponía nerviosita.
Como es una historia por la mayoría conocida gracias a la película, no me explayo más, pero sí quiero volver a decir que me ha desconcertado más el final del relato que todos los pájaros que en él aparecen. Hasta reconté por si, de mi cascadilla edición, se habían perdido algunas páginas.


El manzano.
Más intrigas.
Un viudo, que ha vivido un matrimonio de los de antes (para toda la vida, pero no soportando a su cónyuge) descubre un día, por casualidad, que uno de los manzanos de su propiedad tiene una figura similar a su difunta esposa. Misma pose. Casi parece querer expresar su eterna resignación, incluso decir lo mismo que ella... "En fin...".
En principio decide eliminar el árbol, pero se deja convencer por el jardinero (y quizá por sus propias dudas, por su propia conciencia) de darle otra oportunidad.
Mala decisión.


El joven fotógrafo.
Una ociosa marquesa de vacaciones, con sus dos hijas y la niñera.
Su tedio y su vanidad se alían para jugarle una mala pasada que pagará cara el resto de su vida.
En este caso, el final abierto venía muy a cuento: que sea el lector el que piense qué puede pasar a continuación, en el caso de que...


El viejo.
En esta historia no hay misterios que rocen lo sobrenatural, pero la historia en sí, de una familia, vista de lejos por el narrador, es de lo más desconcertante. No explica cómo pueden haber llegado a esa resolución, todo son conjeturas, y ni siquiera las expresa abiertamente...
Es decir, las típicas conjeturas de vecino cotilla a las que estoy más que acostumbrada últimamente.


Como decía al principio, cada vez le estoy cogiendo más afición a Daphne du Maurier. A pesar de que en los anteriores libros suyos que han pasado por mis manos resalta demasiado lo malo de cada personaje, y de los finales de los relatos de esta recopilación, tiene algo en su forma de narrar que engancha, sus argumentos tienen un toque de misterio que, precisamente porque no llegan a ser paranormales, te hacen meterte en la historia, porque ¿por qué no? un día te puede pasar a ti...

jueves, 5 de septiembre de 2013

Seres excepcionales

No hay que mirar la prensa, ni buscar en libros de historia personajes como la Madre Teresa, o cualquier "gran personaje" que pase por nuestras mentes cuando nos hablan del concepto "ser excepcional".
Estamos rodeados.
Sí, también hay mucho mamón suelto, y hacen mucho más ruido y mucho daño, así que parece que hay más. Pero en ellos no merece la pena ni pararse a pensar.

Los corazones buenos, los valientes, abundan. Y cuando te cruzas con uno en tu camino, te deja tocado (para bien ¡por una vez!).

Estos últimos días debo estar de suerte, porque he estado rodeada. Algunos son habituales (no les queda otro remedio), otros no tanto, y otros son espontáneos. Pero siempre es un lujo tenerles cerca.

Anoche salimos a picar algo con Desi y Jose (muy buena gente también), y uno de esos seres excepcionales se cruzó en nuestro camino.
Claro, que ellos están acostumbrados a la excepcionalidad, porque tienen a sus sobrinas, a Carmen, a Teo, a Trini... Pero entre todos ellos destaca y brilla con luz propia Vero, una de sus sobrinas.
Es una niña de 11 años, y a muchos os sorprenderá que hable bien de un menor de 20 años, a los que suelo evitar como a la sarna. Pero es que Vero... es mucha Vero. Todo el mundo lo dice, y por algo será. Se lo gana a pulso, pero lo mejor es que ni siquiera lo intenta, no es una pose: le sale solo.
Como cualquier niño de su edad, tiene una energía agotadora, no para. Sobre todo de hablar. Y ahí es donde a mí me ha dado en el punto débil.

Recuerdo una noche, hace un año (es decir, ella tenía 10), que nos quedamos ella y yo cenando en casa mientras los demás se iban de marcha a una reunión de vecinos. Nada del otro barrio: peli y macarrones. Pero lo pasamos bien. Y me dejó alucinada: hasta que no me ayudó con la cena, la mesa, a recoger... no se quedó tranquila. Estuve de cháchara con ella más a gusto de lo que hubiera estado con muchos adultos.

En la piscina, alguna vez que hemos coincidido (no bajo muy a menudo) siempre está pendiente de que no me canse, de dejarme el churro para que flote cómoda aunque ella se quede sin él... Algo, desde luego, no propio de una niña. Algo que a muchos adultos ni se les pasa por la cabeza hacer.

La semana pasada estuvo aquí (viven en Córdoba, pero tienen un estudio en este edificio). Lo pasé genial con ella: todas las mañanas se vino a casa (sin una sola queja por que no bajábamos a la piscina), y algunas tarde-noches las pasamos los 3 juntos, bajaba a la piscina con Dani y luego subían y cenábamos, veíamos una peli, jugábamos al Pictionary... Ha sido divertidísimo, pero ha tenido unos detalles... Hemos tenido que estar pendientes de ella, pero no para que no destrozara nada, sino para que no fregara; no para que no acosara a las gatas, sino para que no las malacostumbrara a jugar tanto (y con tanta delicadeza); no para que se lo comiera todo, sino para que de verdad le gustara lo que habíamos puesto.

Ojalá las inevitables tortas no la cambien nunca.



Como decía antes, anoche se cruzó con nosotros otro de esos seres excepcionales.
Ya estábamos terminando de cenar, y pasó uno de los muchos senegaleses que por aquí venden bolsos, CDs, complementos... Él llevaba pulseras.
Ya nos habíamos cruzado alguna vez con él, y siempre hace reír a la gente. Ayer anunciaba su mercancía como "pulseras anti-crisis, anti-mala leche". No me encapriché de nada, pero quise echarle un cable. Le pedí 2 pulseras iguales (rosas), una para Vero y otra para mí. Pero era una excusa para preguntarle si quería cenar algo. Según se dice, todos estos vendedores ambulantes en realidad están controlados y amenazados por mafias, así que el dinero no va para ellos en realidad. No quiso tomar nada, pero se sentó un ratito con nosotros. Según dijo "estoy negro de tanto andar". Me recordó a Shirley Valentine: entre carcajada y carcajada, nos metió verdades como puños. Había una perrita muy mona en la mesa de al lado. Como él dijo (con una gran sonrisa, para que pensáramos que era otra broma) "tiene más papeles y más vacunas que yo". Brutal. También hablamos de economía, y de la locura consumista. Mucha crisis, mucha queja, pero todos con nuestro I-phone 5, nuestras vacaciones irrenunciables, nuestras pijadas...

No paro de pensar en la injusticia: cambiemos, por un momento, posiciones.
Si él hubiera nacido en otra parte (aquí, por ejemplo) y hubiera tenido acceso a una carrera universitaria, o formación, se estaría comiendo el mundo. Tiene ganas, tiene talento. Pero no ha tenido suerte.
Sin embargo, si cualquiera de nosotros hubiéramos corrido su suerte, o similar... ¿Nos quedarían ganas de hacer reír, de reírnos de nosotros mismos, como él? ¿Sonreiríamos perpetuamente? ¿Le echaríamos esos arrestos? ¿O estaríamos llamando a la puerta de la consulta de nuestro médico a por una recetita de Prozac, y quejándonos día y noche?

Creo que es a estas personas a las que merece la pena ayudar. Seguro que con una oportunidad mínima, de las que cualquiera de nosotros hemos dejado pasar, él se agarraría al tren con uñas y dientes y llegaría alto. Y además probablemente ayudaría a que otros pudieran seguir sus pasos. Pero no tendrá esa oportunidad. No ha nacido en el lugar correcto, aunque ahora esté aquí.
Ojalá estuviera en mi mano darle esa opción, ayudarle de alguna manera... Ojalá.

Ayer, nos dijo, era el cumpleaños de su hija. Cumplía 6 años. Está en Senegal, y aunque se le notaba que la echaba de menos... no dejaba de sonreír al hablar de ella.

No sé cómo será su vida. Pero lo que me quedó muy claro es que merece que sea mejor.

Me ha dejado muy tocada: me costó conciliar el sueño (a pesar del vinito) y hoy no dejo de pensar en él. Y me tiene entre la sonrisa y la rabia.

No puedo dejar pasar la oportunidad, al hablar de seres excepcionales (por eso no he puesto "personas excepcionales"), de hablar de los 3 ángeles de la guarda que me acompañan (en este caso, forzosamente, quizá si les dejáramos salir de casa me dejarían tirada... quién sabe). Mariana, Cthulhu y Mordisquitos son las mejores cuidadoras del mundo. Aunque las dos últimas tienen clara preferencia por Dani, no por ello me dejan sola.

Mordisquitos es menos cercana, pero suele estar siempre en la habitación en la que yo esté. Vigilante. Es todo simpatía (y bocaos).

Por lo general, exige poco.

Pero me ha demostrado que, cuando de verdad se la necesita, cuando por ejemplo, tengo un brote gordo... no falla: ahí está, aunque ha dejado claro que los arrumacos no son lo suyo.


De Mariana ya he hablado antes por aquí. Es mi compañerita. Siempre a mi lado, especialmente ronroneante cuando estoy malita. Ahora, por ejemplo,
está dormida a mi izquierda, con medio culete en el teclado.

Ella sí pide: mi compañía. No le gusta que no esté a su lado, perderme de vista. Y, si puede ser sobándola, mejor.

Y de Cthulhu... qué decir. Sólo pide jugar. Mucho, a veces. Pero es su único capricho.

Bueno, y beber agua del grifo.

Siempre digo que es el ser más bueno que he conocido. Se deja quitar la comida, los sitios estupendos que encuentra, los juguetes, la atención... por sus hermanas. Pero ella sigue siendo feliz, siempre la ves en paz, contenta... No se enfada por nada del mundo. Tengo mucho que aprender de ella.


Hay más seres excepcionales a mi alrededor, muchos más. Afortunadamente.
Pero, últimamente, estos son los que más han destacado, y no quería quedarme sin contarlo.


La entrada me ha quedado un poco larga, lo sé... Pero es que hay seres que merecen que nos explayemos cuando hablamos de ellos, como poco.