Me ha encantado este cómic. Es diferente. Absurdo. Divertido. Loco. Un soplo de aire fresco.
Chorrada tras chorrada, con el lenguaje que muchos usamos cuando hablamos haciendo el ganso, cumple perfectamente con la función de entretener y divertir. Poco más. ¿Y qué más sería necesario?
Historietas que rozan el absurdo, resueltas como sólo un niño (un niño un poco taradito, eso sí) podría hacerlo. O cualquiera de nosotros en un día tonto. ¿O es que soy la única que tiene días tontos?
Libb y sus amigos (reales, imaginarios y de peluche) me han conquistado, pero el remate ha venido con las referencias a las canciones del disco que más me gusta de La Casa Azul. Todos somos un poco Libb, pero yo un poquito más que la media...
Sin profundidades. Sin críticas. Algo bruto a veces. Me lo he pasado teta-piruleta leyéndolo.
Espero que haya más ediciones de la vida de Libb, antes de que crezca demasiado y se vuelva sensato.
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