Tras el último y fortuito diagnóstico de una más de mis "pupas", leer con qué positividad se enfrentó Silvia Abascal a un golpe tan duro ha resultado muy inspirador: sí, es una tragedia (bueno, más bien un putadón), pero a ella le ha servido como plataforma de crecimiento, y le ha plantado cara, desde el primer momento, con un optimismo del que no somos capaces la mayoría de los mortales.
Leer cómo cuenta que se enfrentó a cada paso, no sólo hace que se la admire (más), sino que, en mi caso, he decidido adoptarlo como manual de instrucciones. Cuando tenga que enfrentarme a pruebas, quizá intervención y lo que venga, repasaré sus páginas, sin duda.
Sirva como ejemplo frases como "Puede que el decorado del hospital llegara impuesto desde la producción, pero yo decido si a la enfermedad le doy el papel principal. Casi que no. Para ella, una colaboración especial." Ésa es la actitud.
No sé si yo sería capaz, hay que ser muy especial para tomarte así unas circunstancias tan adversas. Pero desde luego voy a intentarlo.
En realidad, de nada sirve la alarma, el derrotismo... Bueno, sí: sirve para complicar aún más las cosas. Pero es algo innato, y hay que trabajar para que no se asomen a la ventana ante cualquier ruidito.
Con este texto he llorado, he reído (aunque parezca increíble, lo consigue), sonreído MUCHO, me he sentido muy identificada en ciertos pasajes (casi escalofriante la multitud de coincidencias -lugares, fechas...-) y, ante todo, he aprendido y decidido.
He decidido que quiero tomarme las cosas así.
Y me ha admirado, no sólo su actitud, sino la percepción ampliada que ha desarrollado a partir del accidente: sonora y emocional. Una molesta, negativa; la otra... muy útil.
Hasta de los peores momentos se puede extraer algo bueno.
Sin duda, he crecido un poquito de la mano del crecimiento de Silvia Abascal. Una lectura muy recomendable para tomar ejemplo de cómo enfrentarse a las adversidades, no necesariamente cerebro-vasculares.
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