Aunque ya han pasado casi 3 días, aún estoy flotando. Como siempre que voy a un concierto de este Maestro.
Cada uno de los que he tenido la suerte de presenciar es especial y diferente. Pero todos me dejan vibrando por dentro durante días.
En este caso, se trataba un concierto especial para Chucho Valdés, porque, aparte de ser benéfico (a beneficio de Cudeca -con quienes suele colaborar- y Una luz para Ezequiel), se trataba de un concierto homenaje a su padre, el grandísimo Bebo Valdés.
Por tanto, aunque siempre toca con el alma (y se nota... Lo transmite), aquí también puso el corazón.
Y todo eso, junto con la maravillosa música (aunque me parece muy limitado llamar "música" a lo que crea Chucho Valdés cuando toca el piano, porque supera ese término con creces, es más bien magia), flota en el ambiente, y hace que no sólo disfrutes las dos horas del concierto, sino que, como decía antes, varios días después aún esté en el cuerpo, en la mente de los asistentes.
En el escenario estaban con Chucho Valdés The Afro-Cuban Messengers, que le acompañan en su último disco, Border-Free, y en su gira. Ya les vimos tocar juntos en El Portón del Jazz de Alhaurín de la Torre hace un par de años. El conjunto que forman me fascina, pero claro... Desde nuestro palco en el Tívoli (es lo que tiene que ir sobre ruedas... que no se puede acceder a muchos patios de butacas, y te ponen en muy buenos sitios, lo que se agradece), tenía un ojo puesto en la esquizofrenia manual de Chucho Valdés, que no deja de fascinarme por más veces que le vea tocar, y el otro en Dreiser Durruthy Bombale, de quien me declaro fan absoluta. Si a esto le sumamos que, al son de la música, había otro artista, a la izquierda del escenario, en este caso de la pintura, Noé, que también les ha acompañado en otros directos, haciendo una performance de la que resultó un precioso retrato de padre e hijo... Pues tenía los ojos como Marujita Díaz. El cuadro resultante me encantó. Empezó dibujando algo que parecía abstracto, pero que luego resultó este retrato que comento. Pero claro, lo pintó "al revés": hasta que dio los últimos retoques, las cabezas dibujadas estaban invertidas... Me hubiera gustado mucho pujar por el retrato (la puja también era benéfica), pero a la salida llevábamos algo de prisa: teníamos frío y mis manos, entre los aplausos y la bárbara humedad que hizo (Chucho Valdés tuvo que pasar un paño a las teclas en alguna ocasión, para que sus dedos resbalaran bien), no estábamos para "paraditas". Una pena.
Aparte de Noé, como artistas invitados-colaboradores, estuvieron Yamila Hernández Becerra, Genara Cortés, Celia Flores, Estrella Morente y Javier Ojeda: Para todos los gustos, de todos los colores.
Como guinda, cantaron todos juntos "Lágrimas Negras". Aquí hubo un pequeño fallo, y es que el micrófono de Estrella Morente no funcionó. Una lástima. Pero me hubiera parecido un bonito gesto, y más teniendo en cuenta que el concierto era benéfico, que alguna de sus compañeras se acercara para cantar las dos con uno que sí.
Ese mal sabor de boca nos lo quitó otro artista invitado, al que no esperaba ni el mismísimo Chucho Valdés: un espontáneo del público se subió a "bailar" mientras los artistas cantaban y tocaban. Momentazo de gloria.
Como suele ocurrir, y más teniendo en cuenta la humedad y el fresquito que hacía, al día siguiente pagué las consecuencias, pero mereció la pena.
Tanto, que si me dijeran que mañana repiten, no me lo pensaría dos veces y volvería.