Un cómic que no está mal, entretenido. Desde luego, es innegable que Andy Riley tiene una mente ingeniosa y en ocasiones una mala leche graciosísima. Se echa de menos el puntito macabro que predomina en su saga de los conejitos suicidas, pero aún así sorprende y hace, cuando menos, sonreír.
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¡¡¡GRAN IMAGEN DESCRIPTIVA!!!.
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