Por lo que veo, éste es el 4º volumen de las "pequeñeces" de Lewis Trondheim, aunque sólo el 3º que cae en mis manos. No tardaré en hacerme con el que me falta: "La felicidad inquieta".
Desde el primero de la serie (y, en este caso sí, el primero que leí) me enganchó la forma de tratar la cotidianidad de este "pollo", por su cercanía, originalidad y simpatía.
Me gusta la gente que piensa así, que se toma así las cosas, y que es capaz de plasmarlo así de bien y así de sencillo, sin necesidad de hacerse el intelectualoide, el listoide o el complicaloide: no, mira, yo soy así... Veo un urinario original, digo "¡anda!" y lo plasmo en mi comic. No hablo de su superficialidad, ni de su posible valor artístico, ni de cómo está cambiando el mundo (hayquever). No: digo "mira qué urinario más curioso, anda". Y ya. O veo mi sombra a lo lejos, y me gusta, me hace gracia. Y lo pongo como título y portada de mi siguiente comic. Porque sí, porque para qué más.
Será que me gustan porque yo también soy simple. No sencilla, no: simple. Más que el asa de un cubo. Y por eso me gustan también las cosas simples, sin pretensiones y sin tonterías.
Y simplemente por eso me estoy haciendo fan de gente como
Lewis Trondheim y Aude Picault.
Y punto pelota.
Lewis Trondheim y Aude Picault.
Y punto pelota.
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