Lo bueno que tiene este viento es que, si las noches de insomnio por el dolor que me produce me pillan con un libro como éste entre las manos, las emociones bonitas son tan intensas que hasta olvido que me está doliendo algo...
Compré este libro con poquita fe acerca de si era el tipo de literatura que me suele gustar... Aunque mucha gente piensa lo contrario, me gustan los libros que hablan de emociones, pero no las sensiblerías romanticonas ñoñas. Y sí: me ha gustado, y mucho. Y eso que le reconozco cierto puntito ñoño... pero como me he identificado tantísimo con la historia que cuenta, no me ha importado tanto...
A ver cómo lo hago para comentar esta historia sin tampoco abrir demasiado una parte de mí que suelo tener en una urnita de cristal... a la que ahora he llevado flores.
Todos tenemos nuestras historias pasadas o hasta presentes, nuestros sentimientos especiales hacia alguna parte de nuestra historia, alguna persona con la que nos hemos cruzado. Bueno, todos no, vale. Pero sí muchos. Yo también tengo la mía. En esa urnita que mencioné antes.
Y debo decir que, aunque no me avergüenzo de la mía, no la cuento al buen tun-tún, y si cuento, es una parte muy resumida, y a alguien en quien confíe plenamente. En gran medida porque soy consciente de lo cursi de la historia. Con los años, cada vez ha ido siendo más íntimamente mía... y hablar de ella es hacerla vulnerable: alguien puede decirme "¡Vaya chorrada!" Y eso rompería la urnita, y me haría daño, claro. Los cristales rotos hacen pupa.
Pero al verla reflejada en este libro... no palabra por palabra, hecho por hecho... sino emoción por emoción... se ha conseguido el efecto contrario: la urnita ha sido envuelta en flores blanditas... "¡Eh! ¡Que no soy la única que cree, o piensa en estas cosas!"
Como digo, hay muchas partes que parece que las ha escrito mi ángel de la guarda... como no quiero vulnerar mi historia demasiado, sólo pondré aquí uno de los que mejor me han hecho sentir... me ha recordado que esas cosas se sienten. Wow.
- De pronto, tuve una horrible certeza. Por más tiempo que viviera, jamás podría esperar una felicidad mayor que la que sentía en aquel momento. Lo único que podía hacer era intentar conservarla para siempre. Me horrorizó la felicidad que sentía. Si la porción de dicha que corresponde a cada uno estaba fijada de antemano, en aquellos instantes quizá estuviera agotando la parte que a mí me correspondía para mi vida entera.
No sé si recomendarlo o no, soy consciente de que a quien tenga otro tipo de historias en su haber puede parecerle ñoño. Pero yo no puedo evitar proclamar que es una historia tan preciosa como su título.
PD: Por cierto, feliz día del libro.
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