lunes, 28 de noviembre de 2011

Me cagüen los no minusválidos irrespetuosos


El cartel lo dice todo. Estoy hasta las narices (por ser fina) de puñeteros prepotentes que aparcan en la plaza reservada a minusválidos. 
Es mucho más normal verlo en centros comerciales y parking privados (como ahí no les pueden multar...) y el porcentaje de coches de gama alta es claramente superior (debe ser que con el impuesto de lujo les dan ciertos derechos extra que los demás no conocemos). Pero los hay que llegan al tope: aparcan en esas plazas resrevadas en parking de centros de salud, hospitales... para dejarles minusválidos a hostias, vamos.

Los puñeteros humanos, hasta que no lo tenemos cerca (si no encima) no nos solidarizamos. Ni con penurias económicas, ni con penas del corazón, ni con la soledad, ni con la minusvalía. 
Siempre que veo un coche de no minusválido aparcado en una plaza de minusválidos, simplemente les deseo una temporada (nada definitivo) con una minusvalía, en la que se encuentren con gente como ellos. A ver qué tal reaccionan. Me pido el menú gigante de palomitas y coca-cola.

De los especímenes de esta panda de hijos de puta (lo siento, pero no tienen otro nombre) con los que me he encontrado, he tenido que aguantar desde una "señora" (mucho decir es) que en lo alto de una escalera mecánica de bajada me dio una patada al bastón (casi haciéndome caer) para pasar ella primero, hasta tipejos como el del otro día:
En el parking del Akí de Fuengirola, hay plazas reservadas para minusválidos: normal (gracias a Dios). Nosotros aparcamos en una de ellas, porque yo tengo la tarjeta que me lo permite. Afortunadamente: hay días que recorrer 20 metros me supone un esfuerzo sobrehumano. Cuando salimos (yo agotada, mi marido cargadísimo) vimos que en la plaza para minusválidos adyacente un Pedazomercedes (modelo Carodecojones), aparcado atravesado en la plaza (suelen ser anchotas), y por supuesto SIN TARJETA. 
Mientras Dani guardaba las compras en el coche (yo no podía casi ni con el bastón) apareció una mujer, abrió el coche, y se metió a coger algo. Aproveché para decirle que eso era aparcamiento reservado para minusválidos. La tía caradura me dice "yo no sé bien español". Le digo "no hace falta, chata" mientras le señalo la señal (vertical y también en horizontal) que indicaba para quién era esa plaza. Sin decir más, cierra el coche y vuelve al establecimiento.
En esto que, oh casualidad divina, pasa un coche de policía. Pues por mis huevos: Dani les hace una seña. Y ellos acercan el coche. Justo, oh casualidad divina II: el retorno, en ese momento sale la mujer de antes con un hombre. Y un carrito cargadito. Y hacen como que ya se van. 
Les dice el policía que están mal aparcados, y no sólo tienen la poca vergüenza de no agachar la cabeza y pedir disculpas, sino que dicen que "era sólo un momento" (menos mal que no sabían español). Claro, el policía les dice que es para coches de minusválidos, como nosotros, y él sigue con su poca vergüenza: le dice "yo también minusválido: dolor de rodilla". SU PUTA MADRE 28 MILLONES DE VECES. Afortunadamente, el policía reacciona con autoridad: le pide los papeles del coche. Nerviosismo de los "guiris". Os jodéis. 
Cuando arrancamos para irnos, todavía el muy mamón me mira y me dice "Muchas gracias, eh?". Pues de nada, chato. Y que la disfrutes con salud.



jueves, 24 de noviembre de 2011

La gran depresión

No defrauda, pero porque de por sí no crea grandes espectativas. 

Con el argumento y el reparto sabes más o menos qué vas a encontrarte, y por ahí van los tiros.

Me chafó un poco descubrir, según empezó, que utilizaban megafonía (algo que en el teatro no me gusta nada), pero bueno...

Por lo demás: argumento caótico, representaciones normalitas y quizá excesivmente estereotipadas (jugaban mucho con la imagen que se tiene de cada una de las dos), y un par de números musicales: uno metido con calzador, y el otro de aparición espontánea y desconcertante.

Fue, eso sí, divertida, tiene buenos momentos de humor una vez te metes en el surrealismo general, sin llegar al exceso (de diversión, que el de surrealismo está pasadísimo).

Bueno... una manera diferente y divertida de pasar una tarde, no me arrepiento, pero eso sí: si alguien piensa ir a verla, mejor sin grandes esperanzas. No es un obrón teatral. Es una representación caótica divertida.


lunes, 21 de noviembre de 2011

Resultados elecciones 2011


Amplia mayoría absoluta para el PP: lo que era predecible, lo que era de esperar...

En realidad no me sorprendió, pero sí me defraudó. 

No entiendo un pimiento de política, de hecho cada día la entiendo y la sigo menos, porque creo que no se hacen buenos guiones de cine porque tienen a todos los buenos guionistas fichados ya, contándonos milongas e historias que no tienen nada que ver con lo que pasa de verdad... Y quizá por eso me siento defraudada. En el fondo, sabía, como todos, que el PP iba a ganar con mayoría. Pero tenía la ilusión de que ese gráfico estuviera pintado de colorines... rojo y azul también, claro... pero en un porcentaje más cercano al resto de colorines... A lo mejor esa opción era peor para nosotros, no digo que no... pero era la ilusión que tenía: que nos hubiéramos dado cuenta de que el cotarro no puede seguir en las manos de los dos de siempre (buenos o malos, eso no lo sé), que no podía ser que las decisiones se tomaran por el artículo 33, que tenía que haber más voces ahí... porque, entre todas, había más posibilidades de que una fuera un poquito honrada.
El 15M y resto de movimientos con los que estoy parcialmente de acuerdo (¿cómo no estarlo?) han hecho una gran campaña de información: PP y PSOE son lo mismo. Hoy, los participantes en esos movimientos tienen que sentirse extenuados y defraudados. ¿Qué ha ocurrido? ¿Nos da igual? ¿Nos va la marcha? O, lo que me temo desde que ayer, viendo los resultados, vi esa predominancia roja y azul... ¿tan fanáticos seguimos siendo? ¿tan ciegos? No hace tanto que eso, con esos mismos fanatismos por esos mismos colores nos llevó a una guerra. Yo quería creerme que la sociedad española había avanzado algo en este poco menos de un siglo. Pero no.

O, a lo mejor, es que no lo entiendo... como yo de política ni papa...


viernes, 18 de noviembre de 2011

Me marcho con los gatos

Ayer leí este breve relato del gran maestro Gianni Rodari, y me maravilló.

En serio. Tenéis que leerlo. Todo el mundo. Especialmente, a quien le gusten los gatos, claro. Pero a quien no... también. Es mágico.

Está incluido en "Cuentos escritos a máquina", pero seguro que alguna mente despierta consigue leerlo on-line.

Me encantaría desglosároslo palabra por palabra, frase por frase... porque da para mucho, me encantaría charlar con alguien que lo hubiera leído, podría estarme toda la tarde hablando de este maravilloso relato. Pero tampoco quiero destripárselo a quien no se lo haya topado aún.

Dice muchas cosas, en muy poquitas páginas: habla de soledad, de civilización, de cariño, de abandono, de envidia, de decisiones... pero con una dulzura, con una magia... desprende tanta ilusión cada palabra... Que te llena. Con apenas 7 páginas, te sientes plena después de haberlo leído, es como si dentro de ti hubiera un puzzle caótico y de repente llegara la pieza maestra.

Si yo viviera en el mundo de Gianni Rodari, os aseguro que también me marcharía con los gatos.

martes, 15 de noviembre de 2011

Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar

A veces (pero muy de vez en cuando, no os acostumbréis), hago caso de las recomendaciones de alguien. 
Mi amiga Marta, poco después de empezar nuestro contacto (o sea, que ya hace... pero ya se sabe: el ritmo de mi pila...) me recomendó este libro. Y tomé nota. 
Y no, no fue sólo porque estuviera la palabra "gato" en el título.

Y en este caso, me ha salido bien la jugada. El consejo fue muy bueno.

Ya conocía al autor: había leído, hace la torta de años, "Un viejo que leía novelas de amor" y "Mundo del fin del mundo", y guardaba buen recuerdo de esas lecturas, aunque no muy preciso (pero si tenemos en cuenta que no guardo recuerdo preciso ni de lo que comí ayer, no se me puede tener muy en cuenta).

El lenguaje utilizado por el autor es casi naïf: tan plano, tan sencillo, pero tan lindo... es tremendamente descriptivo, pero con el mínimo de palabras y complicaciones lingüísticas posibles. Así da gusto. Hay muchos (quizá demasiados) autores que piensan que, cuanto más intrincado, incomprensible y esdrújulo (sobre todo esdrújulo) el lenguaje, más... ¿"culto"?. Y que, cuanto más enredadas las frases, más yuxtaposiciones, subordinaciones y complicaciones en general... en resumen: cuantas más veces tenga que releer el lector una frase para entenderla, más... ¿"nivel"?. Hay fabulosos narradores, hay quien controla las figuras narrativas a la perfección, y eso es arte. Pero abusar de ello es cansino. Y para mi gusto, el mayor artista es aquel que, con las palabras más sencillas, con el lenguaje más llano, te hace sentir las cosas  más extraordinarias. Y en esta "Historia..." la sencillez es la base.

También es la base del argumento, es una fábula sencilla, tierna, quizá hasta infantiloide por lo ingenua. Critica muchas actitudes del ser humano, pero también hace una apuesta, a través de los animales, por el buen fondo de la gente, por valores como la palabra dada (¡en este siglo!), la unión vecinal (si yo os contara lo que me pasó ayer mismo...), la buena fe entre especies, y en concreto con los más necesitados (ja.jajaja.jajajajaja.jaja.). Es bonito leerlo, pero da la sensación de que te están hablando de ciencia ficción: seres (gatos, gaviotas, humanos... qué más da) que se ayudan entre sí, que confían en la palabra de otro, que ponen en práctica la teoría de la amistad... Muy bonita fábula, preciosa. Conmovedora en algunos puntos. Pero, por desgracia, muy lejana a la realidad.

Pero ha sido bonito, al menos, leerlo.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Diario de Golondrina



Desde que leí "Biografía del hambre" he ido descubriendo la amplia obra de esta joven autora, y cada vez me fascina y atrapa más.

Cada libro es algo radicalmente diferente a los demás (eso no siempre ocurre con los autores, y menos cuando tratamos formas de narrar y argumentos tan "especiales"), y con "Diario de Golondrina" no podía quedarse atrás, por supuesto.

A ritmo de Radiohead nos conduce por la alucinante historia de un mensajero anónimo, que se convierte en Urbano, y luego en... no quiero revelar demasiado, que me da mucha rabia 
cuando me lo hacen a mí.

El caso es que Nothomb, hablando de la ausencia de sentimientos y con una narrativa minimalista, consigue tocar campanillas escondidas en rincones de tu mente (y algunos más sentimentales) que no sabías ni que tenías. Esta autora es una artista de la paranoia realista, es especialista en hablar de tú a tú, como si se conocieran de toda la vida, con ese loco que hay en nuestro interior. Le plantea situaciones hipotéticas pero posibles, y le pone en disyuntivas morales... le dice... "y ¿tú qué harías si...?". Y claro, nos lo altera.

Como son libros tan intensos, intento que no estén muy cerca en la pila, para que el loco se sosiegue de uno a otro... pero ya tengo ganas de leer el siguiente, la verdad...


martes, 8 de noviembre de 2011

Fiebre

Estupendo libro de relatos de extensión variada.

Ya sólo por el primero, el que da título al conjunto, merece la pena: es una lección de redacción como la copa de un pino.

En general son relatos intimistas, que, en un contexto grandoooote tienen un argumento chiquitito, pero tan contundente que es el centro de la redacción.

Predomina un punto de vista femenino, de preguerra, pero con un importante carácter moderno: trata de la separación, por ejemplo, en varios relatos, pero de la separación de entonces, no de ahora que es como comerse un sándwich. 

Es una lectura de esas de mantita y sofá, para disfrutarla, paladearla, recapacitar tras cada relato... En unos años me gustaría darle otra vuelta a este libro.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Quequé Antolojeta

Ayer, otra vez, al Alameda. Qué malo es el vicio.

Habíamos visto a Quequé en el Club de la Comedia y nos había hecho mucha gracia, pero no es lo mismo un monologuito que una hora y media en un escenario.

De hecho, en un momento, casi al principio del espectáculo, Quequé afirma que es gilipollas. A medida que avanzaba la función, cada vez estaba más de acuerdo con él.

El espectáculo consiste en varios monólogos enlazados, y claro, hay gracias que puntuales son la bomba, pero repetidas una y otra vez... son como una bomba. Entre ellas, las de contenido un tanto burdo. Que una da chispa y te ríes mucho, pero tantas, tantísimas, convierten un espectáculo divertido en soez.

Además, Quequé... no sé, se tiene en demasiada alta estima. Se ve guapo, y su círculo más cercano le habrá dicho que es divertidísimo, y se lo ha creído, pero demasiado.

No quiero decir con todo esto que no me divirtiera ni me riera, que sí lo hice... pero el espectáculo no era lo que me esperaba.

Uno de sus mejores puntos a favor es el guitarrista que lleva. El tío es un crack. Y sube enteros la calidad de la función.
Aunque... me dio la sensación de imitación al Gran Wyoming de los primeros tiempos, no sólo por el formato del espectáculo, el tipo de música, sino por muchas expresiones claramente plagiadas.

No siempre puedes salir del teatro con el estómago encogido y la cara iluminada.
Aunque sí que muchos de los asistentes lo hicieron, eran gente muy joven que probablemente no hubiera ido al teatro a ver otra cosa. Y si Quequé haciendo estas cosas hace que otro tipo de público se acerque al teatro, y hasta se enganche, pues oye, bendito Quequé.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Miss Annie

Oh, por Om, qué sorpresa, yo leyendo un cómic de gatos... vamos, algo increíble por completo.

Miss Annie es una gatita con una forma de ver el mundo curiosa e ingenua.

Vive con sus humanos en una casa de dos plantas y se están adaptando mutuamente: normas, costumbres, "deberes"... 
Además, tiene varios amigos: tanto dentro, como fuera de casa.

El exterior de su casita es un mundo fascinante, pero peligroso. Afortunadamente, no lo tiene que descubrir sola, tiene buena guía. Allí vive aventuras que le ayudan a entender cómo funcionan las cosas.

La historia es muy realista, tierna y dura a la vez, simpática en ocasiones.

Me ha gustado mucho esta novela gráfica, y me gustaría que hubiera continuación a la historia, y publicaran secuelas contándonos cómo continúa la vida de esta vaquita, sus humanos y sus amigos.