jueves, 23 de mayo de 2013

Sobre el derecho del escritor a canibalizar la vida de los demás

Leer esta recopilación de artículos de opinión, publicados entre 1.881 y 1.889 es, por una parte curioso, y por otra descorazonador, aterrador...
Si leemos (ocultando, obviamente, la firma) casi cualquiera de estos artículos en algún medio de prensa, o un blog, a día de hoy, no nos chirría, nos parece que nos están hablando de la actualidad, especialmente en lo que a crisis económica y corrupción e ineptitud política se re fiere.
Y en este caso, por desgracia, no es por la atemporalidad de la literatura de Guy de Maupassant, sino por la permanencia y repetición cíclica de situaciones sociales y políticas.

Vamos: que no aprendemos. Que nos la dan una y otra vez, y no es que pongamos la otra mejilla, sino que ponemos la misma. Que, por mucho que nos cabreemos, que hablemos de revolución... se nos va la fuerza por la boca y, si es que conseguimos cambiar algo, en poco tiempo estamos en las mismas. Y vuelta a empezar.

En la mayoría de los artículos aquí recogidos se habla de sociopolítica, en muchos de ellos de cultura. El atractivo título de la colección se refiere a uno en concreto, "Las máscaras", en que defiende la legitimidad del autor para usar todo lo que pase ante sus sentidos para utilizarlo en su obra, eso sí, maquillándolo de tal forma que no perjudique el honor de aquellos en los que se ha inspirado, es decir: que no puedan ser reconocidos y señalados.

He estado de acuerdo con Guy de Maupassant en muchas de sus opiniones, pero no en todas. En algunas posturas me ha parecido bastante brutito, por ejemplo cuando se refiere a los más desfavorecidos (ancianos, discapacitados, enfermos, pobres...). Quizá en ese sentido sí hemos evolucionado algo ¿daremos también en esto marcha atrás? No me extrañaría.

Especialmente divertido me ha resultado leer "Nuestros optimistas", en el que invita a prohibir el pesimismo. Redacta una proposición de ley en la que incluye la obligatoriedad del optimismo a la sociedad con artículos, como por ejemplo el segundo, en el que dice:
"Bajo pena de dos a veinte años de trabajos forzados, queda rigurosamente prohibido ser o parecer desgraciado, enfermo, deforme, escrofuloso, etc., perder un miembro en un accidente de coche, ferrocarril u otro, salvo que de inmediato se declare satisfecho de este suceso."

Quizá no nos iría mal del todo si se aprobara. Total, para lo que, según queda demostrado en estos textos, sirve quejarse y lamentarse...

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