Genial lectura para consumirla de un tirón (son unas 90 páginas con letra grandota).
En la contraportada destripa buena parte del argumento, por lo que recomiendo no leerla, al tiempo que intentaré no desvelar detalles que comprometan la intriga de la trama aquí.
Inculta de mí, no tuve noticia de esta autora hasta hace unos meses, cuando leí un artículo de Rosa Regás en que la mencionaba y se postraba a sus pies con admiración, poco más o menos.
Como soy fan de la Regás, intento conocer a los personajes y autores que, a su vez, ella admira.
Así que, cuando me crucé con este ejemplar, lo compré. También compré "Un niño prodigio", que en pila está.
En su artículo, Rosa Regás describía "El baile" como un crítico análisis de las presiones sociales de principios del siglo XX. Pero, después de leerlo y disfrutarlo, debo decir que se quedó corta.
Desde luego, las presiones sociales son protagonistas, la importancia que se le da(¿ba?) al aparentar, a "codearse con", a ser admitido en un grupo social que pueda estar al alcance, aunque sea tocándolo sólo con las puntitas de los dedos y poniéndose de puntillas. Cualquier esfuerzo es bueno para que se le reconozca a uno como parte de ese grupo. Bueno, aquí describe cómo se hacía entonces en determinado grupo social, porque ese anhelo ha estado ahí desde las cavernas... y sigue en muchos casos.
Pero esta historia da para muchísimo más. Hace un profundo y desolador análisis sobre el cinismo, la envidia, las inseguridades, la maldad y cómo puede empezar a forjarse en una persona joven (niña) si se tiene la oportunidad... Y algo que me ha parecido brillante: hace pensar en la justicia. El concepto que cada uno tenemos de ella. El peligro que puede suponer que cada uno podamos hacer esa justicia que concebimos si tenemos a nuestro alcance los medios necesarios. Y la malicia necesaria que implica ser o no capaces de hacerlo.
Es decir: aquí un personaje siente herido su orgullo. Está en su mano hacer una jugarreta que se lo haría pasar mal a quien ha causado esa herida. ¿Quién es capaz de dar ese paso y vengarse? ¿Se tiene en cuenta en ese momento las consecuencias que puede tener? Y si se tiene ¿dan igual?
Cualquiera de nosotros nos hemos sentido así en muchas ocasiones... ¿hubiéramos sido capaces, en ese momento, de pulsar el botón de la venganza si hubiera estado a nuestro alcance? Y si eso ocurre en la infancia... ¿en qué tipo de adulto se convertirá ese vengador?
Hale, ahí lo dejo. Buenas noches.
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