Sigo consumiendo, a sorbitos pequeños y espaciados en el tiempo, esta Joya, repleta de relatos magistrales del gran genio Gianni Rodari.
Es muy difícil destacar, entre tanto bueno, alguno. Dejarse atrás otros puede ser pecado.
En estos relatos se encuentran no sólo historias, sino frases geniales, como por ejemplo "Mientras hacen proyectos para el futuro, cae de nuevo la noche. La noche es así, no hace más que caer; hay que compadecerla" y un poco más adelante, en el mismo relato ("Los misterios de Venecia o por qué a las palomas no les gusta la naranjada"): "Los dos expertos vuelven a la luz. Se alza el alba, que es estupenda alzándose... No ha fallado ni una sola vez desde que el mundo existe". ¡Me encanta!
Pero, de vez en cuando, se supera a sí mismo y te encuentras, dentro de lo bueno, la excelencia.
Fue lo que me pasó con "Me marcho con los gatos", y lo que me ocurrió la otra noche al leer "La muñeca de transistores". Habla de un regalo de Navidad (un tanto mágico, pero eso no es raro en el mundo de Rodari) para la niña Enrica: una muñeca. Pero como digo, peculiar. La muñeca aprende, y en función de ello se comporta. A Enrica le han enseñado a base de regañinas y en una dirección "clásica": las niñas juegan a ser mamás y los niños al fútbol (más o menos).
La muñeca aprende y reacciona. Y los padres de Enrica lo ven. Ven cómo Enrica está repitiendo sus errores al educar a su muñeca, y que la muñeca está saliendo respondona y haciendo tambalearse los principios de esa educación de Enrica. Y... bueno, hasta aquí puedo contar, no quiero destripar aún más.
El caso es que me ha parecido un maravilloso relato sobre la educación, y me apetecía destacarlo sobre los demás. Aunque sea pecado.
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No encontré el resumen de la muñeca de transistores
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