sábado, 30 de marzo de 2013

Objetos frágiles


Llevaba tiempo retrasándolo en mi pila. Me daba una pereza espantosa esta lectura, creo que en cierto tiempo me saturé de ci-fi, y rocé el límite. Pero el reencuentro ha sido bueno.

Se compone de unos 30 relatos y poemas, de extensión variable, aunque cortitos en su mayoría.

Respecto a los poemas, me han gustado (especialmente "Inventando a Aladino"), aunque es una lástima que no añadan también su versión original.

Los relatos, fantasiosos todos (obviamente), me han gustado en su mayoría, aunque debo reconocer que algunos me han dado algo
de canguelo.

Un buen reencuentro, en fin, con el género. Ahora (aunque no demasiado pronto, no quiero volver a saturarme) podré retomar algunas lecturas pendientes con menos recelo, y probar otras obaras de Neil Gaiman, al que sólo conocía, antes de estos relatos, por "Coraline" y "Buenos presagios".

viernes, 29 de marzo de 2013

Nerviosita (como poco)

Desde hace un tiempo, creo que por desgracia, nos estamos acostumbrando (cosa que no creo que sea buena) a, de vez en cuando, leer titulares como estos, estos o estos.

Creo que todos somos conscientes de lo complejo del mundo en que vivimos. Complejo porque los propios humanos lo hacemos así, por diversidad y enfrentamiento de intereses, ideologías y a saber qué más (está claro que las noticias que nos llegan no lo dicen todo, que hay buena parte que nos perdemos).

La base de todos estos conflictos (no sólo estos tan gordos, incluso muchos insignificantes) está, por supuesto, en la falta de respeto, como ya he mencionado por aquí varias veces. En creer que tenemos derecho a imponer ideologías, formas de vida o costumbres por encima de las de otras personas.

Respecto al tema de Corea del Norte, como no entiendo demasiado de política, y menos aún de política de países tan lejanos (no sólo geográficamente), no me siento capaz de hacerme una idea de quién tiene razón y quién no. Pero tengo muy claro algo: en el momento en que todo esto afecte a una sola persona, cuando haya un sólo herido o afectado, el "malo" será el que haya utilizado un arma, y si otro mandatario le sigue, lo será igualmente. Porque no se pelean entre ellos, no se lían a tortas (o a tiros) entre ellos, sino que mandan a que lo haga gente cuyos nombres ni siquiera conocen, que les importan tirando a poco. Cuando cae una bomba en una región, no afecta a quien ordenó tirarla, ni siquiera a su "enemigo" (representado en el mandatario responsable de esa región), sino a personas, animales y plantas que sólo tienen la culpa de vivir allí, o pasar por allí.

A pesar de mi falta de conocimientos políticos, algo de historia he estudiado, y hay algo claro: tras una gran crisis económica, suele venir una gran guerra. Somos tristemente predecibles. Y fue mi gran temor cuando la actual crisis empezó: de una crisis económica, mal que bien se puede salir; de una guerra nuclear a gran escala... lo dudo. Y más cuando esas armas nucleares están en manos de gente fanática, a la que le importa tres pimientos que el planeta, con ellos dentro, se vaya al garete. Aunque al resto de seres que lo habitamos sí nos importe. Ahí entra la falta de respeto.

He leído todo tipo de opiniones, en las últimas horas, respecto al conflicto actual: que si EE.UU. está provocando porque necesita ganar dinero a través de la venta de armas; que si al líder Norcoreano se le ha ido la cabeza; que si se involucraría China, Venezuela, la OTAN... No sé quién tiene razón y quién no. Ni siquiera sé si la tiene alguien.

Pero no puedo evitar, en estos días, sentir inquietud, si no directamente miedo. Y eso es malo: el miedo es la mayor arma de estos mandatarios.

Espero que no quede más que en amenazas y titulares. 
Por el bien de todos.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Nueva etiqueta

Desde redpacientes.com pedían, hace unos días, que sugiriésemos nuestros blogs, si en ellos se hablaba de las enfermedades que recoge esta red social.
Les pasé el mio, aunque ya lo conocían. A pesar de que no suelo hablar específica ni únicamente de la Espondilitis por aquí; pero las veces que lo he hecho no son fácilmente localizables. Por eso hoy añado la etiqueta "EA", e intentaré señalar con ella todas las entradas en las que, de alguna manera, la menciono.

No me gusta, ni en internet ni en "la vida real" quejarme demasiado de esta enfermedad, aunque hay días que lo necesito: necesito expresar y desahogar el dolor físico, porque si no, exploto. Además, para la gente que nos rodea no es agradable escuchar quejas, quejas, quejas... continuamente, aunque te comprendan, e intento tenerlo en cuenta. Tampoco hablo excesivamente de ella, a no ser que me pregunten o haya novedades en mi evolución y tratamiento: aunque condiciona mi vida enormemente, prefiero centrarme en otros aspectos. No quiero permitirle que me coma más vida de la estrictamente necesaria, y mi atención, al menos cuando no le da por apretar demasiado, es voluntaria.

Además, cuando alguien piense en mí, o en entrar en mi blog, preferiría que se les ocurriera por ver qué he leído, qué me ha ocurrido últimamente, mis últimas paranoias o cómo están mis gatas, por ejemplo; es mejor y más agradable y atractivo eso que el pensar "a ver de qué se queja hoy" o que piensen en mí como en "la espondilítica". Las etiquetas son importantes, y no sólo para encontrar temáticas en la web.

Salvo la gente a la que aprecio, por lo general me importa poco qué pueda pensar de mí nadie. Y prefiero que esa gente a la que valoro, cuya opinión sí me importa, piense en mí como en...

A que lo hagan con el concepto...


Aún así, me gusta ayudar a dar a conocer la Espondilitis: cómo afecta, qué tratamientos hay, cómo se puede ayudar a quien la padece o afrontar cuando te la diagnostican. Pero para eso estoy abierta a preguntas; en principio, no quiero hacer ninguna wiki de la patología, que de ésas hay ya muchas (aunque no todas son fiables).
Quizá algún día me dé por contar por aquí cómo fueron los primeros momentos tras el diagnóstico, cómo intento llevarla lo mejor que puedo, o qué infinidad de tratamientos he ido probando. Especialmente si creo que le puede resultar útil a alguien que acabe de recibir la noticia, busque nuevas ideas para llevarla mejor o quiera ayudar a alguien cercano que la padezca.

Pero de momento... prefiero seguir hablando de libros, teatro, mis gatas... Y sí, de vez en cuando, desahogarme por cómo afecta a mi vida, o contar lo bien que me está viniendo el pilates para hacerle frente. O (¡ojalá!) dar la noticia de que he empezado con un nuevo tratamiento y me está yendo de perlas.

jueves, 21 de marzo de 2013

La casa gris

Otro libro para el que, dada mi retentiva, tendría que haberme hecho una lista de personajes desde el principio, porque reconozco que, aunque es facilona, me he liado un poco.

De hecho, los capítulos (en orden cronológico, y titulados según el día o el momento del mismo al que hicieran referencia) están subdivididos en subcapítulos, encabezados por el nombre de la persona que protagonizara o desde cuyos ojos se narrara ese momento.

La acción se desarrolla en el verano de 1.950, en Londres, en torno a una residencia para universitarias a la que llega para pasar unos meses Teresa, una española que allí trabará relación con las habitantes y trabajadoras de la Casa, como la llaman.

A partir de este punto, nos cuenta el momento por el que está pasando cada una y a qué se debe, cómo se enfrenta a él...

Pasan por esta residencia mujeres de distintas edades y nacionalidades, con distintas historias... y nos destaca la autora la diferencia, especialmente marcada en aquella época de postguerra, entre las culturas y costumbres de unas y otras, sus diversos puntos de vista hacia un mismo asunto.

Me ha llamado especialmente la atención la habilidad de Josefina Aldecoa para, con un lenguaje llano, hacer unas descripciones tan intensas.

miércoles, 20 de marzo de 2013

TOÑÍN: un gato más en la familia



No podía perderme la cuarta entrega felina de José Fonollosa en papel, aunque ya la he seguido a través de su blog.

La llegada de un nuevo miembro a una familia siempre desconcierta. Y más si el nuevo miembro es como Toñín, el alter ego de Mordisquitos.

Toñín es un gato especial: juguetón, mordedor, glotón, travieso... y con una secuela (que esperamos no sea permanente) en su patita izquierda trasera, probablemente de un atropello. Afortunadamente se cruzó en el camino de Irene, que lo acogió, le llevó a un veterinario para que le operara... y se lo "encasquetó" a José Fonollosa y familia.

Estas tiras describen cómo fue su llegada a su nueva casa, las reacciones de sus nuevas hermanas, Belfi y Rufa, las del propio Toñín, y las que les dejan a sus nuevos humanos. Y qué tal va su recuperación, cómo va evolucionando su patita a lo largo del tiempo.




Os lo recomiendo, a los que tenéis gatos y a los que no. Encarecidamente.

Ruedas y el secreto del GPS

De vez en cuando me gusta leer algo juvenil, o hasta infantil si me atrae. Aunque no tengo niños alrededor: en el fondo me gustan estas lecturas para mí...

En el caso de Ruedas, evidentemente me atrajo el hecho de la temática de integración, me gustaba el enfoque que le dieron en la promoción: no como algo que tiene que dar "penita", sino como otra opción, como el que es negro, o tiene pecas.
Me ha parecido muy buen medio para que los más pequeños vean a estos compañeros como uno más, igualito que ellos, ni más ni menos.

El personaje de Ruedas tiene un pequeño aroma a  Sophie, la sobrina Dr. Gadget.
Tiene en este libro, además, un ayudante con autismo, explica lo que son las estereotipias, que hay niveles... Gran explicación para pequeños y mayores.

Este libro tiene además un atractivo extra para los niños que están enganchados a las nuevas tecnologías: es un "libro iPaz": hay imágenes que, descargándote una app y haciéndoles una foto con el smartphone, te llevan a un vídeo con nuevos enigmas y extras varios.
Yo me declaro torpe para estas cosas y sólo me he descargado los primeros, porque a veces dan problemas, tardan mucho, me pongo nerviosa... y paso.

Otro extra: te dan alguna receta (de flan de huevo, por ejemplo), ideas para disfraces... Todo se puede ampliar en una web y un blog.

Vamos, un libro de lo más completo.

Aquí os dejo los vídeos de la promo y de la canción de Ruedas, que debo reconocer que se me ha pegado y la llevo canturreando todo el día:




Ahora que vienen comuniones y otros varios, me parece un regalo estupendo. Os lo recomiendo. Y, si sois ya mayores, es posible que también os guste, ¡¡dadle una oportunidad!!

domingo, 17 de marzo de 2013

Apio

No, no, no. Y varios reglones seguidos de "noes".

Si es que cuando dicen que "los experimentos en casa y con agua oxigenada", es por algo.
Pero claro: una va a la Fnac, ve en "novedades" un libro que lleva por subtítulo "notas caninas" y que, según la contraportada, habla de un perro ciego y que tiene cierto tinte humorístico, y lo compra.
Y un buen día le llega el turno en la pila.
Y hasta que termina el libro no deja de arrepentirse de haberlo comprado. De hecho, no sé ni cómo he terminado de leerlo. No es que sea atroz. Pero es mediocre tirando a malo.

La estructura es de capítulos cortitos, casi independientes unos de otros aunque con cierta línea argumental que los mantiene unidos. Esa línea argumental va sobre muertes, quizá accidentales, quizá no.
Respecto al humor... es como las trazas de cacahuete en las salchichas... quizá estén por ahí, pero no son fáciles de localizar.

Lo que más me ha chirriado han sido los saltos en los tiempos verbales: hablándote de un mismo momento, igual te lo escribe en presente que en pasado pretérito, que vuelve al presente...

En fin, que dudo que vuelva, al menos por un tiempo, a comprar un libro a ciegas (como Apio): sin referencia ninguna al libro ni al autor.
Por cierto: en google he visto que lo más destacable de este autor es ser el premio Nuevo Talento Literario Fnac 2011 (precisamente por este libro) y el ilustrador de "Millenium". No vuelvo a fiarme de los premios Fnac.

Aleph

Hacía eones que no leía a Coelho. Como para mucha gente, un libro que me impactó mucho cuando era bien jovencita fue "El alquimista". A partir de ahí leí otros suyos, quizá el que más me gustó fue "Verónika decide morir".
Pero un día le llegó el turno a "La quinta montaña" (creo... ¿O fue "El peregrino de Compostela"?... bueno, da igual) y me saturó mucho. Así que no leí nada más suyo.

Y en mi pasado cumpleaños me regalaron este libro.

Como historia, es interesante: habla del viaje en el Transiberiano del autor, de las paradas, la gente con la que se encuentra por el camino en sus firmas de libros y posteriores fiestas... Es decir: aisladamente, como argumento, está bastante bien.
Luego, si se quiere, se puede ver más allá, aprender algo o tomar notas de carácter espiritual, aunque no te identifiques con esa creencia, esa forma de pensar, no deja de ser curioso saber cómo piensan y sienten otras personas.

Es curioso, pero dejé de leer a un autor que más o menos me gustaba (salvo la excepción mencionada), con cuyos libros disfrutaba, en buena medida por el "qué dirán". Muchas personas de las que me rodeo de unos años a esta parte (muy leídas y muy "escribidas" la mayoría) rechazan a Coelho, no sé si habiéndole leído o no, o quizá sólo han leído algún artículo o fragmento, porque le toman por un "palabrero", alguien que se aprovecha de los momentos bajos de sus lectores escribiendo lo que quieren leer, lo que les gustaría escuchar: que todo va a ir bien, que hay un Dios... Algo en la línea de la autoayuda. Pero eso me parece una tontería muy grande. Me refiero a dejar de leer algo por ese motivo.
Así que, cuando me regalaron el libro, me hizo mucha ilusión, no sólo por el regalo, sino porque suponía volver a tomar contacto con el autor.
Es verdad que todo el realismo mágico, a gente muy escéptica, le chirría mucho. Pero qué narices... yo no soy escéptica. Al menos, no tanto, o no en esa línea.
Y la lectura me ha venido genial para retomar esa parte de mí misma que tenía orillada.

Alguna vez lo he comentado por aquí: no tengo unas creencias firmes, definidas. Tiendo al catolicismo, quizá por la educación recibida en los colegios, pero no descarto otras posibilidades, o variaciones dentro de las corrientes. No me gusta descartar nada, porque tan incierto es que hay Dios como que no lo hay; que es mujer como que es hombre; que es cruel y vengativo como que es todo bondad... De hecho, me gusta, por lo general, saber lo que piensan los demás a nivel teológico o espiritual, me resulta muy curiosa la variedad de formas que puede adoptar. La de Paulo Coelho no deja de ser una más, pero gracias al éxito de sus libros, quizá con más repercusión que otras.

Chucho "a su manera"

Hace unos días me enteré de que Chucho volvía a dar un concierto en Málaga. En la Sala María Cristina. Y no lo dudé: tenía que ir, estuviera de salud como estuviera (como muchos sabéis, yo llevaba unos días muy, muy chunga. Pero aunque estuviera agonizante no me lo hubiera perdido). Obligatorio.

Así que fuimos el pasado jueves (en este caso, Dani se ha librado, y ha venido conmigo mi madre, que está aquí de visita unos días), con tiempo, aunque no tanto como hubiera querido porque algo tenía que descansar antes. Iba con un poco de ansia porque creí que íbamos a quedarnos sin entradas: sólo se vendían a partir de una hora antes del concierto en la misma taquilla, e imaginé que habría cola antes de que la abrieran. Pero no sólo no ha llenado, sino que hemos podido sentarnos en primera fila. ¿Qué os ha pasado, malagueños?


Según el programa, el repertorio incluía a Bach, Beethoven, Chopin, Albéniz, Lecuona, Debussy, Korsakov, Gershwin, Ellington y Bebo. Todos ellos versionados por Chucho Valdés. Como le han presentado, el pianista más grande en activo. Estoy completamente de acuerdo: te hace vivir la música, incluso a los clásicos, cuya partitura no suele variar entre uno y otro intérprete, y a los que estamos más que acostumbrados a oír, les da su toque, ese toque que hace que la música esté viva y que tanto me gusta.

En el repertorio, como homenaje al nuevo Papa, ha incluido un tango: "El día que me quieras". Delicioso.

Esta vez no he podido ver sus manos, como me gusta por el vértigo que produce; pero sí sentir la música, muchas veces aceleradísima en los agudos y más lenta, muchísimo más en los graves, te da una idea de la maestría de este hombre, aunque no sepas tocar el piano ni entiendas demasiado de música.

Con dejarte llevar, cerrar los ojos y vibrar con su música, tienes un rato de disfrute garantizado.

Me gustaría destacar alguna de las piezas, pero es que cada una tenía su "aquél", cada una en su medida ha sido fascinante.

La sala en que actuó también merece mención aparte: un edificio del siglo XV precioso, con las paredes de mármol y unos frescos en el techo divinos. Merece la pena ir a verla.

Ha sido, en fin, un concierto maravilloso. Quizá no tanto como el que ofreció hace casi un año en Alhaurín de la Torre, después del que me costó mucho dormir por cómo se apoderó la música de mí. Pero más que "no tan maravilloso" ha sido... diferente: menos vibrante, pero delicioso. No me canso de escucharle, especialmente en directo.

Espero tener pronto una nueva oportunidad de asistir a otro de sus recitales.

domingo, 10 de marzo de 2013

Ordeno y mando



El relato chirría un poco por lo inverosímil de la historia. Pero, aún así, engancha. Mucho. Tanto, que tuve que leérmelo de una sentada, aunque terminé a una hora indecente de la madrugada.


Si no me equivoco, es el primer texto sin tintes autobiográficos que le leo a Amèlie Nothomb. Y no sólo eso, sino que se mete en la piel de un hombre, de, eso sí, la misma edad que la autora. Entre la primera persona narrativa masculina y lo rarísimo, casi descabellado, de las situaciones que describe, más de una vez pensé que me debía haber equivocado al sacarlo de la pila, debía haber cogido uno de Frédéric Beigbeder, pues desprende cierto aroma a los libros que he leído de este otro autor.


Pero, a pesar de lo raro de las situaciones y de sus resoluciones más que fantasiosas, me ha gustado, y he disfrutado leyéndolo.

La historia empieza en una cena, en la que otro invitado le dice a Baptiste Bordave, el protagonista, que "si un invitado muere repentinamente en su casa, sobre todo no avise a la policía". A partir de ahí, Baptiste se ve envuelto en una espiral de sucesos casi paranormales (que no quedan todos bien explicados, todo hay que decirlo) que le llevan a un cambio radical de vida.

No es, ni de lejos, el libro que más me ha gustado de la Nothomb, pero debo reconocer que no he podido parar de leerlo. Aunque espero que la próxima historia que caiga en mis manos esté mejor cerrada.

Los funerales de la esperanza


Siguiendo con la colección "Mini letras", que me ha ayudado a mantener la cuota de autoras sin traducir en mi pila hasta que he podido ir reponiendo, le ha llegado el turno a una de mis autoras favoritas (cuando escribe ficción... sus artículos en prensa no me seducen demasiado): Rosa Regás.

Se recogen aquí, como en otros volúmenes (por decir algo, pero más bien se les puede llamar cuadernillos) de la misma colección, tres relatos de la autora.

El que más me ha gustado, con diferencia, ha sido el primero, que da título al cuadernillo: "Los funerales de la esperanza".
Habla en él de la desdichada vida de una mujer que, desde la Guerra Civil hasta nuestros días, repasa ese periodo de nuestra reciente historia a través de la fantasía de la protagonista por el vestido que elegiría llegado el momento de su esperanza: el funeral de su marido.
Me ha gustado mucho cómo repasa los sueños de las mujeres en esas décadas a través de los personajes femeninos famosos, quienes les hacían soñar ya no con llegar a ser como ellas, sino con poder vestir, aunque sólo fuera una vez en la vida, como sus ídolos.

El segundo relato, "La casa", es, más que una narración, una reflexión sobre lo que puede llegar a ser una casa para su habitante, la importancia de planificarla y soñarla en función de la vida que se quiere llevar mientras se habite, y cómo puede influir el no hacerlo en nuestra vida.

El tercero, "El sombrero veneciano", también relato, es el que menos me ha gustado, porque me ha parecido poco elaborado: unos hechos muy concretos, pero con intenciones muy someramente plasmadas. No todos los grandes autores pueden ser maravillosos siempre.

martes, 5 de marzo de 2013

Perdonad que me queje


Permitidme ser hoy yo quien se queje.

Permitid que, entre una queja y otra de las vuestras, de vuestra gripe, de vuestra depresión porque es martes, de vuestro hastío de los atascos, cuele una mía. Porque necesito quejarme. Necesito expresar y hacer saber que yo también estoy hartita. Hartita de vomitar a todas horas, de levantarme por la mañana (sí, a la hora que me dé la gana) porque no aguanto más tumbada, porque el dolor de cadera, de rodillas y de hombros no me deja seguir durmiendo, a pesar de que, aunque me acosté relativamente tempranito, no he dormido casi (¡y me he levantado a las 11! ¡Un martes!). Me costó coger el sueño, leí casi 100 páginas hasta que pude conciliarlo. Una vez conciliado, me desperté de madrugada, porque me dolían las rodillas de tal forma que no podía seguir durmiendo. Tuve que levantarme a dar un paseo, estirar un poco las piernas, y después volver a leer mientras volvía a coger el sueño. Pude volver a dormirme, y un par de horas después, me desperté con sudores: una pesadilla. La morfina es lo que tiene, que cuando estás despierta tienes alucinaciones (especialmente de noche) y cuando duermes, esas alucinaciones se siguen produciendo en tu mente, pero en forma de sueño. Bueno, de pesadilla más bien. Aún así, pude relajarme. Después de otro paseo, claro. Cuando me acosté, sentí que el mundo se vertía: empecé a marearme de tal forma que tuve que abrazarme a Dani. Eso me ayudó, me tranquilizó. Y me permitió volver a coger el sueño con algo menos de miedo a que se repitiera la pesadilla. Quizá volviera, pero me estaban abrazando… Parece una tontería, pero da seguridad. Permitidme también quejarme porque, al despertar ya por la mañana, no sólo me dolía la cadera, las rodillas y los hombros: prácticamente no podía abrir el ojo izquierdo. Cualquier atisbo de claridad me provocaba un dolor tremendo, y sigo así. He tenido que hacerme un parche casero con un guante de lana y una goma del pelo. Parezco un pirata cutre. Pero bueno, algo me consuela el calorcito que me proporciona. Y evita que la claridad me deslumbre. Algún ratito me he quitado el parche, porque es muy incómodo. Y he comprobado que veo bastante peor por ese ojo: ya está en marcha la “degeneración”. Ya estoy perdiendo visión. Al igual que está en marcha el anquilosamiento, me estoy encorvando cual Igor, y mis extremidades, especialmente cadera y hombros, tienen menos grados en el arco de movilidad que tenía antes. Antes. Cuando estaba bien. 
Cuando sólo tenía dolor. Por no tener, no tenía ni diagnóstico. También está en marcha la transformación de mis manos: ¿habéis visto las representaciones que se suelen hacer de las manos de las brujas, todas torcidas, escamosas y con ampollas (perdón, ampichas)? Pues así se me están quedando. Eso sí: con las uñas siempre pintadas, que la coquetería no perdona. La coquetería intenta aceptar lo que hay, lo que está viniendo, pero le cuesta.

En fin: perdonad toda esta ristra de desgracias, pero necesitaba vomitarlas, al igual que he vomitado el desayuno, y la cena de anoche. 
Pero es que yo también necesitaba quejarme hoy.

lunes, 4 de marzo de 2013

Excusas para no pensar

No sigo especialmente a Punset. De hecho, creo que sólo he visto una vez su programa, y ha sido en televisión a la carta (su horario de emisión coincide con "Salvados" y no suelo perdérmelo... Además, no sabía ni cuándo se emitía: no veo demasiado la tele). Fue, por supuesto, un programa en el que hablaba sobre el bienestar animal, no hace demasiado.

Me compré este libro por curiosidad.
Y me ha gustado bastante, a pesar de que el texto no me ha parecido que se corresponda demasiado con el título ni casi con el subtítulo (aunque sí con
la reseña de la contraportada). 

Como digo, me ha gustado bastante la experiencia: va de lo global a lo concreto. Empieza hablando del universo, del big bang. Es decir: empieza por el principio. Después llega hasta nuestro planeta, el megacontinente Pangea, el origen de la vida por aquí y de los homínidos... Y va desglosando información científica, pero explicada muy llanamente, para que hasta mentes como la mía lo entiendan y asimilen.

A partir de la segunda mitad del libro llega a la actualidad, habla de la actual crisis, del poco caso que los políticos hacen a las expericencias científicas (filosóficas, sociológicas, biológicas, psicológicas...) y lo mucho que podrían ayudar en la solución. Pero creo, humildemente, que es porque simplemente no les interesa, de momento, que se solucione.

De vez en cuando me gusta leer algo de ensayo, o divulgación, no sólo ficción, y me gusta que me pongan fácil la lectura: me echa mucho para atrás cuando se utilizan muchos tecnicismos que no se explican y que, para seguir el texto, tengo que investigar por mi cuenta. Así que quizá repita con el autor.

Especialmente me ha gustado la parte dedicada a la educación: me ha resultado instructiva e interesante, incluso he sacado alguna idea para, sin churrumbeles ni nada, aplicar en mi vida para solucionar algún conflicto.

Las personas incorrectas

Quizá el título no sea el más adecuado para el tema del que quiero hablar... En realidad, no hay personas "correctas" o "incorrectas" (salvo políticamente hablando): hay gente en nuestra vida que concuerda más con lo que queremos que nos rodee, o quienes concuerdan menos. Lo sepamos o no. A veces, esas personas ocultan deliberadamente sus intenciones, o su verdadero fondo. Otras, simplemente, no nos damos cuenta en un tiempo largo.

Periódicamente casi todos hacemos "limpieza" de entorno social, y estas personas "incorrectas" suelen quedar fuera. Esas limpiezas, en muchísimos casos, coinciden con una reciente mala racha: es en las malas cuando sabemos quién está a nuestro lado, y quién está sólo al suyo pero le conviene tenernos cerca. Es un hecho sabido.

No es que me haya dado el rollo emo, para nada: es algo de lo que soy consciente hace mucho tiempo. Pero quizá sí influya en que, últimamente, es un tema del que hablo más a menudo, porque, como muchos sabéis, ésta es mi época mala.
En lo que a mi experiencia se refiere, cuando la gente se entera de que tienes una enfermedad degenerativa, chunga... todo son carantoñas, "pobrecita"s y otros varios.
En redpacientes.com, una red social para pacientes y familiares de diversas enfermedades, colgaron esta viñeta de el 7 azul. Muy ilustrativa.


Pero eso no es amistad: amistad es, aunque sea pesado, tras uno, y otro, y otro, y otro brote, seguir ahí. Eso no es fácil. No es cómodo. Amistad es, como me están demostrando en esta racha chunga algunas personas que están cerca físicamente, venir a verme (aunque probablemente preferirían que fuera yo a verlas, o que quedásemos por ahí); pero, antes de venir, preguntarme si estoy para visitas. Y, los días que no vienen (que son muchos), y las personas que están, pero físicamente a bastantes kilómetros, hacerme llegar su cariño e interés de una u otra forma (que hoy en día tenemos unas cuantas a nuestra disposición): teléfono, correo, whatsapp... La verdad es que están consiguiendo conmoverme. Mucha gente dice, tras un bache, que no sabía que tuviera tan pocos amigos. Yo, gracias a Dios, puedo decir que no sabía que tuviera tantos (aunque siempre hay sorpresas en uno u otro sentido).

Tengo una amiga especial, además, que me cuida y no me deja a sol ni a sombra: Mariana.
Mis otras dos chicas también me cuidan, y muy bien además, pero lo de Mariana es exagerado.

Pero, dejando a un lado esta experiencia personal, como quería decir desde un principio (que hay que ver qué facilidad tengo para enrollarme), a veces nos rodeamos de gente "tóxica". Gente que, simplemente, es de una forma muy distinta a lo que queremos cerca, y no siempre es fácil darse cuenta. No sólo se trata de "estar ahí" a las malas. También está la conversación interesante, la "energía" (o como se quiera llamar) que transmite cada cual (todos sabemos que hay personas con las que, después de tomarse un café, se le quitan a uno hasta las ganas de vivir, y otras que motivan, que animan, que despiertan inquietudes creativas)... Eso ya cada uno decide: hay quien prefiere rodearse de personas que estén puestísimas en política, o de gente marchosísima, o de gente puestísima en los últimos cotilleos del barrio, o del ¡Hola!, o de triunfadores profesionales...

En los últimos años debo reconocer mi mal ojo para las compañías. No en todos los casos, afortunadamente. Pero una gran mayoría de la gente de la que me he rodeado no era lo que quería tener alrededor. Pero las circunstancias (el no tener mucha opción de tratar con más gente y, no sólo comparar, sino quizá ver qué era lo que sí quería cerca) me lo han puesto difícil. No quiero decir que me haya agarrado a un clavo ardiendo: no me importa tanto estar sola como para pagar el precio de estar "mal acompañada".

Curiosamente, mientras escribía esta entrada, un amigo (de esos a los que aprecio pero con quien el contacto casi se limita a redes sociales, y no sé por qué) ha puesto un enlace en Facebook que viene bastante bien al caso, aquí os lo dejo por si queréis echar un ojo.

Pero he personalizado demasiado, quizá. No era lo que pretendía. En realidad, se me ocurrió escribir esta entrada después de hablar con un par de personas a las que aprecio bastante y que ahora no están en su mejor momento. Y, por supuesto, ha salido el tema. Es, además, más difícil de digerir cuando estás con las defensas bajas por un problema, el hecho de que, aquellos a quienes creías, si no amigos, al menos gente cercana, no estén "ahí": ibas a apoyarte en una mesa a la que le falta una pata. Pero, por la experiencia personal de la que he hablado más arriba, después del primer trago (malo) suele convertirse en algo positivo: es importante saber con quién se puede contar en las malas. En las buenas, es sabido que con casi todo el mundo.

Mientras escribo esto, aunque no ilustra específicamente lo que quiero decir, he recordado una fábula de Samaniego que nos hicieron leer en el colegio: Los dos amigos y el oso.

sábado, 2 de marzo de 2013

Cómo nos condicionan las lecturas

...sobre todo, a la hora de escribir.


No estoy descubriendo América, ya lo sé. Pero me está resultando especialmente evidente desde que empecé con el desafío.


El día que comencé, con muy buen pie además, lo hice con un relatito. La inspiración la saqué de la vida real, pero me gustó cómo me quedó el cuento. Estaba en esos días leyendo "El libro de los viajes equivocados", de estupendos relatos.
Lo terminé pronto, y el siguiente en mi pila es con el que aún estoy: "Excusas para no pensar"; de Eduardo Punset. Esta lectura, más cercana al ensayo (se trata de divulgación científica), me está aportando y gustando muchísimo, pero inspirando poco-poquísimo. Nada, más bien. Tanto es así que, desde que estoy con él, soy capaz de escribir, pero rara vez me alejo del escrito tipo diario, fantasioso en algunas ocasiones, pero me cuesta alejarme de la primera persona narrativa. Y también me cuesta mucho encontrar una inspiración válida, saber sobre qué escribir, inventar algo.

Ayer empecé, forzándome, con un relato. Pero me está costando. Y en el resultado se nota mucho que estoy forzando la inspiración. Ni siquiera sé si lo terminaré, porque tengo algunos puntos claves muy difusos... pero lo estoy intentando. Quizá lo complete con más facilidad cuando pase a mi siguiente lectura (en la pila le toca el turno a "Las aventuras imprescindibles" de Sherlock Holmes).

Otra cuestión que condicionan mis lecturas es la lectura en sí. Me explico: suelo tener "en activo" 3 libros a la vez: el principal, que suele ser novela, relatos o ensayo; el de los paseos nocturnos, que suele ser poesía; y el de "la pila B", que suele ser cómic.
Del libro principal a los demás el cambio no suele ser difícil. Del cómic al libro principal... bueno, depende del libro, y del cómic. Pero tampoco me cuesta demasiado. Pero cuando paso del libro de poesía a cualquiera de los otros dos, mi mente busca, durante un buen rato, los cambios de verso, la posible rima... y claro, así centrarse en el contenido es complicado. Leer en verso me gusta, me encanta. Y, cuando puedo escribir en verso, disfruto como una marrana (qué poético). Pero pasar de ese esquema mental de lectura o escritura a la lectura en prosa no poética, si lo hago inmediatamente (como suele ser: cuando termino mis paseos nocturnos, no suelo conciliar el sueño con facilidad, así que leo el libro principal un ratito), me cuesta.

Será que soy bicho raro hasta para esto.