El viernes, después de pilates, decidimos ver una peli en casa. Y era mi turno de elegir. No es ningún secreto que tengo más arte al elegir películas que mi marido. Después de un tiempo retrasándola, elegí "Mi pie izquierdo", sabiendo bien poco de ella: sólo que iba de una persona con discapacidad. Me sentía aventurera. Y fue un acierto. La película es la biografía, efectivamente, de un discapacitado: Christy Brown. Nació con triplejia en una familia desacomodada... Eran mil hermanos más o menos. Christy tenía una grandísima dificultad para expresarse verbalmente, y la única extremidad que manejaba con soltura era su pie izquierdo. Pero lo manejaba mejor de lo que la mayoría de nosotros manejamos las 4 extremidades que "nos funcionan".
Por lo que he podido ver, la película es de 1989, pero claro, a mí entonces no me interesaba nada más allá de Blancanieves.
Nunca pensé que pudiera sentirme tan cerca de una persona con semejantes dificultades... hay una escena, en la que interviene una tarta de cumpleaños, en la que me sorprendí ayudando a soplar las velas.
Pero no sólo te aproxima a Christy: te acerca mucho a su madre, su padre y alguno de sus hermanos. La historia es dura para todos ellos, no sólo para Christy.
El caso es que esta película, esta historia más bien, es una lección en toda regla para todos los que estamos "más o menos": HAY QUE QUERER. Si quieres hacer algo, muy probablemente puedas. Y si no puedes por la directa, habrá un camino que, dando un rodeo (probablemente doloroso en algún sentido) te ayude a llegar, o al menos a aproximarte.
Christy Brown tenía una discapacidad de las gordas. Pero QUERÍA una vida normal: dignidad, creatividad, amor...
Le costó más que a muchos, pero lo consiguió. A muchos de nosotros (me incluyo, incluso me declaro avergonzada abanderada de este "movimiento"), al primer obstáculo, a la primera dificultad, se nos caen los anillos y soltamos La Fraseci-tta: "No pueeedooo". Sólo nos falta añadir el "Jopetas". Es lo cómodo. O quizá es que no tenemos el deseo suficiente como para activar al luchador que se supone que se esconde por ahí, en cada uno de nosotros: quizá, si tuviéramos claros nuestros objetivos, y los deseásemos con suficiente fuerza, encontraríamos la manera de conseguirlos. Aún con dolorosos rodeos.
O quizá, por desgracia, muchos de nosotros, tenemos que vernos en una de estas muy muy gordas para sacar esa fuerza.
Y algunos, ni por esas.
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