Hasta los mejores autores tienen algún bodrio. Y este es el caso de este libro de Luis del Val.
Después de haber leído maravillas como "Los caballos cojos no trotan" y haber disfrutado con sus cuentos (tanto "de Mediodía" como "de Medianoche"), así como con "Las amigas imperfectas" (con un regustillo a "Nubosidad Variable", de Carmen Martín Gaite), "Volveremos a Venecia" y algo menos con "Los ejecutivos también sueñan", con "Buenos días, señor ministro" me he llevado un tremendo chasco. Tanto el argumento como los nombres propios (y aprovecho para colar aquí también la edición, que ¡vaya erratas!) me parecen una tomadura de pelo. Lo he terminado por respeto a ese favoritismo que profeso a Luis del Val, y porque he disfrutado con su narrativa, su amplio vocabulario, saboreando sus frases... Y me ha divertido la crítica a la clase política. Pero realmente, ni lo recomiendo, como otros muchos suyos, ni guardaré especial buen recuerdo de esta lectura.
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