Vale. Estoy de acuerdo. Soy una mierda. Pero ni aún así merezco que el cariño que se me de o las relaciones interpersonales que se establezcan conmigo sean por misericordia.
Y no soy ninguna santa. Ni muchísimo menos perfecta. Pero no por no ser perfecta merezco un trato despectivo ni que se pisoteen mis sentimientos.
Antes que eso, prefiero estar absolutamente sola, que es como me estoy quedando. Ok. Lo admito. Siempre que tenga cerca a mis gatas, puedo con eso y con mucho más.
Quiero que quien esté cerca de mí (amigos, pareja, familia o lo que sea) sea porque quiere estar a mi lado, y estar bien. Mamoneos, puñaladas, pisoteos, tramas y fustigaciones no van conmigo, ni tengo ninguna obligación (ni gana) de aguantarlos. A amigas ni a absolutamente nadie, por más que le quiera. Y si eso va a implicar que me quede sola, pues adelante con ello.
Toda mi puta vida he sido el felpudo del entorno. Eso no quiere decir ni que esté dispuesta a seguir siéndolo ni que lo vaya a hacer. ¿Será que sólo atraigo a mi lado a gente con ganas de dar cera? ¿O que se atreven conmigo porque me dejo por pura necesidad? ¿Y será por eso que hace ya unos meses las ratas están abandonando el barco? ¿Porque ya no me dejo? Pues a saber.
Lo que me jode de todo esto es que no se me hace callo. Cada nuevo desengaño, cada nueva puñalada sigue doliendo como la primera, la de quien la de. Y eso significa que soy gilipollas, no aprendo a no confiar en la gente, a no hacerme ilusiones. En cuanto alguien me tiende una mano se me hace el culo pepsicola y ya me creo que me brindan una amistad, una relación, la reparación de un vínculo familiar o uno nuevo... ¡TONTA! ¡SO TONTA! ¿Por qué iba a querer nadie hacer eso? ¡Ni que lo valiera!
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