Quemadísima.
Llevo una puñetera semana entera dedicada a Adesdema. Entera. Y a tope. Teléfono, reuniones, correo electrónico, cartas... Vamos, que estoy currando más que cuando trabajaba. Y no está siendo un otoño precisamente benigno con la enfermedad. O sea, que dopada y haciendo un gran esfuerzo.
Con trampas, con inconvenientes, con problemas... Malamente se va superando. Cada vez con menos ganas, aunque eso no se traduce en abandono de las actividades ni de la voluntad de hacerlo bien. Mientras haga algo, quiero dar lo mejor de mí. Para hacer las cosas mediocremente me dedico a otro tema.
Pero la mala leche de un niñato no la consiento ya. Así que hasta aquí. Si alguien ocupa mi cargo, fantástico. Si no, pues habrá que cerrar la asociación. Ya está bien de hacer el pringado, el gilipollas, que te tomen el pelo, te toreen y encima ¿para qué? ¿a quién beneficia esto? ¿A dos trabajadores que se creen más papistas que el Papa? Que les den.
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