sábado, 15 de septiembre de 2012

Porque éramos jóvenes




Anoche (bueno, más bien esta madrugada -lo que culturiza un buen dolor de cadera, oye-), al terminar este libro, tuve la sensación que de acababa de recibir una lección magistral de narrativa.

Este libro, que recomiendo encarecidamente, tiene un argumento "abierto": Habla de David, y al final... bueno, digamos que perfila lo que pudo ser la historia, pero también deja mucho a la libre interpretación del lector.

Se lee muy fácilmente, quizá por su estructura (que me ha parecido maravillosa):
Cada capítulo se subdivide en 3 apartados:

  • En el primero, Annick escribe una carta a David, desde Nueva York. Estas cartas abarcan desde 1958 hasta 1974. Es la parte que más párrafos me ha hecho subrayar, no sólo por su estilo narrativo, sino por las interesantísimas teorías "vitales" que plantea. Me gustaría mantener correspondencia con alguien así de inteligente, esas personas te hacen crecer.
  • El segundo apartado es, digamos, el tiempo "presente", y lo sigue protagonizando David, pero él ya ha muerto: protagoniza a través de las conversaciones "rememorativas" que tienen Genoveva, su mujer, y Julián, su mejor amigo.
  • El tercero empieza mucho antes: en la infancia de David. Habla ahí de cómo llegó hasta donde llegó, ahí sí aparece como personaje.

En este libro se aprende también mucho de las relaciones sociales "de la época": cómo se afrontaba la amistad, el matrimonio, la relación con los padres... es un reflejo interesante de observar.

Algo que me ha hecho "gracia" encontrar es una teoría... que tenía yo de pequeña, y que, a su manera, uno de los personajes también tuvo. Su teoría era que eran tan felices que debían meter una pequeña cuota de desgracia para que esa felicidad se mantuviera... La mía, adaptada a mi situación de aquella época, era similar, pero menos ambiciosa: cuando había algo bueno en mi vida, tenía que haber algo malo que lo complementara o lo superara para... no sé si ser merecedora de eso bueno o qué, pero vamos... algo así.

Como muestra, algún botón. Aquí transcribo algún fragmento que me ha maravillado:

  • "Escucha como si te abrazara y pudieras quedarte entre sus brazos todo el tiempo que quieras. No tiene prisa y espera sosegado, porque sabe que no existe el tiempo."
  • "Nunca debiéramos descuidar la amistad, más preciosa, más generosa que el amor. Pero la amistad exige un cultivo fatigoso, un permanente cultivo basado en el conocimiento y la mutua aceptación de que lo más importante de nosotros no pertenecerá nunca al amigo, no se entregará al amigo, sino al otro ser, difícil y exigente y muchas veces cruel, que es el amado".
  • "Hay tres planos distintos de nuestro yo: lo que mostramos, lo que parecemos a los demás y lo que realmente somos. Rara vez coinciden los tres planos."
    • Esta frase define perfectamente la estructura del libro.
  • "A veces también yo reflexiono sobre todo lo que creí perder contigo. Pero es absurdo. Hay una parcela de sueño en la que albergamos futuros no vividos, creados por nuestra fantasía."

Bueno, podría seguir hasta transcribir casi todo el libro...

El caso es que es una novela preciosa, profunda, íntima... de las que hacen pensar, cogen algún pellizquito por dentro... En ese sentido me recuerda a las de Carmen Martín Gaite. No en vano eran, creo, amigas (al menos de Ignacio Aldecoa, marido de Josefina R. Aldecoa, sí lo era...).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Y tú ¿qué opinas?