martes, 31 de diciembre de 2013

FELIZ 2014

Termino 2013 triste, para qué lo voy a negar. 
Bueno, más que triste, melancólica, morriñosa perdida. Hace ya 1 año que no piso mi pueblo: Madrid. 


Pero, si nada se interpone, voy a empezar 2014 también esperanzada. Esperanzada por ese nuevo tratamiento que me puede permitir recuperar calidad de vida (no sé hasta qué punto), y, por tanto, facilitar un próximo viaje Despeñaperros arriba (como mínimo: a saber dónde marca esa mejoría el límite de cosas que puedo ser capaz de hacer).

Ha sido un año difícil para todos. Las cosas no están para mucha celebración, en general. Pero, a pesar de los pesares, yo puedo considerarme (aún) una afortunada. La salud (lo más importante, sobre todo el 22 de diciembre) no es la mejor, y eso arrastra todo lo demás.
Pero prefiero quedarme con que han sido meses de buenas lecturas y ratitos muy divertidos.
También termino el año con una buena carga de aprendizaje. No en todos los casos agradable, pero útil a fin de cuentas. Eso siempre es positivo: me dolió en 2013 pero me ayudará en 2014 y más allá.
Algunos compañeros de viaje se han bajado del carro durante este tiempo (a veces voluntariamente, a veces les he tenido que empujar), y otros se han subido. Espero que su parada esté aún lejos.
He tenido que cancelar muchos planes, y aplazar otros. Espero completar algunos durante los próximos meses.

A nuestro alrededor está cayendo una buena... Espero que escampe pronto, y que recuperemos esa fe que no hemos tenido más remedio que perder. No hay nada más triste que no tener esperanza. Así que deseo que todos tengamos motivos para recuperarla pronto. Y fuerzas para agarrarnos a las oportunidades que se nos presenten. Y buena suerte para que ayuden a mejorar nuestras vidas. (A quien aún no tenga y se lo pueda permitir, seguro que le puede ayudar a todo eso adoptar un gato o un perro ;) ).
Me permito dar desde aquí un consejo:
Intentad manteneros alejados de las envidias durante 2014, las propias y las ajenas. Son malas, dañinas, guarraspuercas y asquerosas.

¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!




domingo, 29 de diciembre de 2013

Ombligos



Los hay más bonitos y más feos. Con el nudo escondidito o asomándose al mundo desde su "ventanita". Decorados con piercings o tatuajes, o al natural... Pero la mayor distinción, una que se puede averiguar sin necesidad de verle la barriga a la persona, es su tamaño: hay ombliguitos, y otros del tamaño de Canadá. Depende del tiempo que uno pase mirándoselo, hurgándoselo, erosionándolo (y perdiendo de vista tooooodo lo que haya alrededor).

Hasta hace poco, los humanos propietarios de esos inmensos ombligos me ponían bastante nerviosa, me cabreaban. Para qué voy a decir que no.
Pero últimamente me divierten. Creo que he empezado a verlos con otros ojos. En lugar de calentarme por el egocentrismo mostrado, lo miro más fríamente y con cierta perspectiva, y resulta francamente divertido. Incluso podría llegar a verlo como algo triste (no deja de ser triste una persona tan solita en el mundo). Pero prefiero divertirme.
Desde personas que sólo contemplan como válido su punto de vista en cualquier tema general, hasta otras que hablan de su vida y sus cotidianidades como si fueran las únicas en el planeta (es normal que para cada uno su cotidianidad sea la más importante, pero no hay que perder de vista que no es la única), pasando por los que, directamente, se ponen en modo drama queen y, con la que está cayendo a nuestro alrededor, se regodean en que... yo qué sé... que en la peluquería le hayan puesto las mechas 2 tonos más oscuras de lo que las pidieron, y hablan de ello durante días o semanas, enfáticamente. al borde de las lágrimas. Será que el ombligo les hace función paraguas. Tampoco está mal.
En esta categoría también los hay optimistas. Optimistas consigo mismos, como no podía ser de otra manera: son la rehostia, pero el mundo aún no se ha dado cuenta. Así que tienen que abrirle los ojos a base de darse autobombo, hacerse publicidad, para que los demás (pobrecitos despistados) se puedan dar cuenta, y apreciarles en lo que valen. Estos casos sí suelen hablar de personas que no son ellos mismos, de vez en cuando. En tono peyorativo, humillante y burlesco. Pero reconocen que hay más gente en el mundo. No tienen nada que hacer con ellos aquí en prácticamente ningún campo, pero estar, están.

En lugar de escribir un blog (como algunas :p ), una fascinante autobiografía, o letras de canciones como para 25 discos, la relación social con estas personas se centra, como el mundo en sí mismo, en ellas.

Todos tenemos rachas en que perdemos un poco de vista el entorno, es normal. Según las circunstancias, o simplemente cómo te pille el cuerpo.
En la adolescencia la mayoría tenemos una etapa ombliguera, es normal: te estás descubriendo, formando. Y te alucina. Incluso es pura necesidad de verbalizarlo para comprenderlo.
Pero cuando se cronifica y convierte en un (marcado) trazo de tu personalidad, por más que creas que por hablar de ti, de ti y después de ti te hace importante... en realidad lo que hace es dejarte en ridículo. A parte de cansar, generalmente.

En una conversación entre amigos es normal que le cuentes a tu interlocutor tus cosas, tus preocupaciones, lo que has hecho o dejado de hacer... El problema viene cuando, de forma habitual, esa conversación se perpetúa en el yo-mi-me-conmigo y termina, invariablemente, sin que hayas dado lugar a que la otra persona te cuente las suyas.

Hace un tiempo saqué de mi vida a algunas personas con el ombligo grandote. Lo hice ante el hastío que me provocaban sus conversaciones y la mala leche por lo que consideraba una amistad unilateral. Me frustraba hablar con ellos (bueno, dejarles hablar de ellos mismos, sus desdichas y sus nunca suficientemente reconocidas virtudes) y no escuchar nunca un "y tú ¿qué tal?", ni siquiera por cortesía. Quizá por esa distancia que marqué ahora puedo divertirme cuando me cruzo con alguien con megaombligo.

martes, 17 de diciembre de 2013

Leo porque...

En algunos de los blogs que sigo se ha establecido, últimamente, la moda de publicar respuestas a este "cuestionario".
No suelo dar bola a estas cosas, pero en este caso haré una excepción: me ha parecido divertido e instructivo (he sacado varias ideas y conclusiones leyendo las respuestas de otros blogueros).
Como mi forma de administrarme la pila es bastante extravagante, más que "leo un libro porque" es "meto un libro en la cuenta atrás de mi pila porque", salvo excepciones de estado anímico o publicación reciente en castellano de algún Pratchett.
Si alguien más se anima, que me avise, que quiero seguir curioseando.
Leer un libro porque está de moda y, si todo el mundo lo lee, será por algo: 
Diré aquí la trilogía "Millenium". No lo compré yo, sino que fue el premio de un concurso. No me atraía mucho (suelo poner en cuarentena a los top ventas), e iba retrasando y retrasando su inclusión en la cuenta atrás. Un día me decidí (tras varias opiniones favorables de gente en cuyo criterio confío). Pero no... Aún tengo por leer el 3º.


Leer un libro porque es un clásico que no se puede dejar de leer:
Aquí hay muchos que puedo incluir. Pero voy a decir "Los 3 mosqueteros", de Dumas. Por lo mucho que me gustó, y porque me llevó a no parar hasta leer "20 años después" y "El vizconde de Bragelonne". De hecho, aunque no suelo releer (sería indecente, con la pila que tengo), no creo que tarden en volver a pasar por mis manos. 


Leer un libro porque alguien te dice "Como estás deprimido, te va a gustar esto":
Buf. Jejejeje... tosecillas nerviosas... Como soy rebelde porque el mundo me ha hecho así, hace muchos años que no hago caso de estas recomendaciones...
A pesar de haber descubierto a mi autor favorito por este medio. En una etapa en que estaba hundida y llorosa, macabra perdida pensando todo el día en la muerte, alguien me regaló "Mort". Grandísimo acierto. 

Leer un libro porque le quieres dar otra oportunidad:
Sin duda, "El Hobbit". Me lo regalaron en mi 7º cumpleaños y no entendí ni el primer párrafo. Al juntarme después con algún que otro friki (puntualmente, no suelo rodearme de gente rara...), me insistieron y pensé que lo mismo no estaba tan mal...
No es que siga sin entenderlo, pero no me gustó. Y la película, menos aún. 

Leer un libro porque es fácil:
Aquí sí ha habido algún "salto de pila". En algunos momentos en que tenía la cabeza como una olla exprés, y el siguiente libro que me tocaba por orden de pila era espeso, he seleccionado algo de chick-lit o alguna recopilación de artículos ligeritos, mientras recargaba las pilas mentales para enfrentarme a algo con algo de contundencia. 

Leer un libro porque lo leen tus hijos:
Sustituiré aquí "hijos" por "hermana pequeña", para no dejarlo en blanco.
Se leyó, allá por el 2006, "La piedra de toque", y le gustó tanto que me lo recomendó y prestó. Y, la verdad, me gustó mucho. 

Leer un libro porque te lo regalan:
"Leonor de Aquitania". Una amiga hizo limpia de biblioteca, y me tocaron bastantes (¡gracias, Natalia!). Éste en concreto me gustó mucho, descubrí un personaje histórico al que no conocía y que me pareció muy interesante. 
Por lo general, cuando alguien me regala un libro, me pregunta antes o elige alguno de mi lista de deseos, así que no se puede considerar "espontáneo" si lo he elegido yo previamente...

Leer un libro porque te empeñas:
Cualquiera de Virginia Woolf. Aún así, tengo alguno a medias, porque me cuesta, me cuesta... 

Leer un libro para poder discutir con conocimiento de causa:
Creo que nunca he leído por este motivo.
Quizá podría incluir aquí la colección que estoy haciendo ahora, "Great Ideas". Pero están todos en pila, salvo las "Confesiones de un pecador"

Leer un libro que te recomienda alguien que puede llegar a gustarte:
Hum... hace años, "La dama del alba". Otro acierto. 

Leer un libro porque es el favorito de tu pareja:
Aquí no puedo poner mucho... alguno de Ciencia Ficción quizá. Por ejemplo "Crímenes bestiales", pero no se puede decir que sea su favorito. No coincidimos mucho en este aspecto.

En general, no elijo los libros en función de estas cuestiones, pero alguno ha caído así, como yo misma he podido recordar rellenando este cuestionario. 
Ha estado bien.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Confesiones de un pecador





Es con lecturas como ésta cuando te das cuenta de hasta qué punto fomenta los prejuicios la educación que, por lo general, recibimos.

Evidentemente, en este libro nos cuenta San Agustín, en primera persona, su "cambio para bien". De ser un joven "crápula" pasó, gracias en buena medida al afán de su madre, al cristianismo más radical, llegando a ordenarse sacerdote y dedicar su vida, su obra y sus pensamientos a su Dios. Su Dios, que viene siendo el mío. El de muchísima gente.



Y por eso esto no nos extraña, y de hecho lo vemos "bien".
Pero, si en lugar de ser el Dios católico al que consagra su vida, es a cualquier otro de los muchos en los que puede llegar a creer la gente de este planeta loco, lo veríamos como lo contrario: un drama (¡está atrapado por una secta! ¡le han lavado el cerebro!) o incluso una enfermedad psiquiátrica (¡delira! ¡se ha vuelto completamente loco!). Por eso me duele no haber podido tener una lectura objetiva. Mucha gente no creyente, o educada en otras creencias, tampoco tendrían esa objetividad: lo verían directamente como algo malo, en lugar de automáticamente bueno. Probablemente.
Debe ser difícil dar una educación (en la familia, en la sociedad y en el colegio) neutral. Pero supongo que la sociedad mejoraría muchísimo si se lograra.

Algo que ha llamado mi atención en este libro es la similitud de discurso, en algunos puntos, con otras creencias.
Por ejemplo, una de las frases, algo así como que alguien "estaba lleno del Señor", es algo que he oído a algunos evangelistas.
Pero lo que más me ha divertido ha sido la de vueltas que le da San Agustín al concepto "tiempo". Llega a la conclusión de que el tiempo no es que no exista, sino que no existe como tal, por sí mismo: es una de las creaciones del Señor.
No hace mucho leí un libro que mucha gente toma a mofa: "Lo que los animales quieren que sepamos". En él, a parte de tratar el tema de la comunicación con los animales vía telepática, habla de todo un sistema de creencias. El mensaje es muy bonito, en el fondo.
Uno de los conceptos en que insiste Dawn Brunke, la autora, respecto a esta ideología, es que el tiempo no existe en realidad. La coincidencia de ambas, al menos desde el punto de vista de San Agustín, me resultó muy curiosa (¿qué puede tener que ver el cristianismo con creer en las energías, o como pueda llamarse esta creencia? En la base... sí, más o menos pueden parecerse. Pero enfrenta en un debate ideológico a un católico con un comunicador animal. Puede ser divertido). Habla también, por supuesto, de la próxima vida (Dawn Brunke defiende la teoría de la reencarnación). Una de las preguntas que se plantea es "¿Y qué es, Señor, lo que quiero decirte, sino que no sé de dónde vine yo a esta vida mortal o muerte vital?".
Bueno, quizá una creencia se base en la otra... Con radicales modificaciones, claro.

Una de las expresiones que más me han alucinado ha sido la demostración de su conocimiento del futuro (o, visto desde otro punto de vista, su increíble ego): hablando de sus escritos, los define como una narración que ha de aprovechar a muchos predicadores. Para pensarlo.

Para finalizar, una anécdota: durante la lectura de estas Confesiones, se ha dado una coincidencia que me ha dejado un poco... turbada. En los días que me ha durado el libro, vimos la película que adapta "El Monje", protagonizada por MI Vincent Cassel. En ella, interpreta al Padre Ambrosio. Curiosamente, esa misma noche, San Agustín me habló de la importante influencia que tuvo el Padre Ambrosio, un obispo al que conoce en Milán, sobre él. Será tontería, pero me dio mal rollito...

jueves, 14 de noviembre de 2013

Campanas al vuelo

Qué difícil es no echarlas.

Después de periplos médicos varios, en los que te encuentras de todo, pero mayoritariamente a "profesionales" que le echan pocas ganas, un buen día (ayer, en mi caso) llegas a la consulta de oooootro especialista, y todas las esperanzas que habías enterrado durante varios años se levantan como si fueran zombis. Éstas también asustan (da miedo volver a hacerse ilusiones después de tantas veces haberlas tenido que romper en trozos chiquititos, como si fuera 23 de diciembre), pero por otra parte... pues eso: esperanzan (es una costumbre que tienen las esperanzas, sí).
Sólo con ver la actitud del médico, su interés en tu caso, cómo te escucha, ¡que te explora! (por primera vez en unos 2 años), que te pide pruebas de todo tipo porque QUIERE SABER, QUIERE EXPLORAR, PROBAR NUEVOS TRATAMIENTOS QUE MEJOREN TU CALIDAD DE VIDA... La sensación es inexplicable. Algo así como alguien poco agraciado físicamente que un día, más por costumbre que por otra cosa, ofrece a una chica guapa invitarla a una copa... y ella no sólo dice que sí, sino que le da palique y se ríe con sus chistes. Quizá la cosa no termine en ligue, pero es imposible que la sola posibilidad no llene tu cabeza.

Así que ayer fui a la consulta que tenía prevista con el internista. Me había mandado mi médico de cabecera (otro profesional que me hace caso, ¡estoy de suerte!) tras varios meses desagradables: vómitos, termostato enloquecido, aftas... Bueno, una lista larga y escatológica que no viene al caso.

Este doctor no se ha limitado a lo que todos: echar todos los síntomas al enorme saco de la EA (hasta el ginecólogo dijo hace un par de meses que mis dolores de pre eran cosa "de lo mío"), pedirme una analítica sencillita y a correr. No. Ha preguntado, ha escuchado, ha tomado nota, ha pensado... Y ha mencionado el Síndrome de Behçet. Es decir, ha hecho su trabajo.
Lo triste es que sea la excepción, y más en una profesión de la que depende la salud de muchas personas.

Así que preparó mil papeles, me explicó mil procedimientos de otras tantas pruebas: TAC craneal, analíticas varias muy raras que tengo que ir a hacerme a Marbella, ecografía del corazón... (menos mal que venía Dani conmigo, que yo capaz soy de liarme y echar la orina en el aparato del TAC) y me ha dicho que me volverá a ver en cuanto tenga resultados. Es más: ha escrito al reumatólogo (ése del que no he vuelto a tener noticias desde hace muchos meses) para sugerirle que probemos con otro biológico. Según nos ha explicado, aunque con el Enbrel me fuera mal, hay otros tipos que, por qué no, pueden ayudarme. Y si controlamos la EA con un biológico, y el Behçet (en caso de que lo tenga también) con corticoides o lo que sea... pues puede mejorar MUCHO mi calidad del vida.

Y ahí fue cuando ha llegó la explosión. Fuegos artificiales, confeti y mariposas en mi cabeza. No pude evitarlo. Lo primero que le pregunté fue...

¿hasta qué punto puede mejorar mi vida?
¿Podré volver a trabajar?
¿Podré volver a ser PERSONA?

Creo que ahí puse unos ojitos al más puro estilo Carrie Mathison, porque el internista sugirió prudencia. Vale, sé que aún no hemos hecho ni la primera prueba, que lo del Behçet no es más que una posibilidad, que el tratamiento no está ni pensado... Pero HAY LUZ AL FINAL DEL TÚNEL.
Y no os imagináis lo que es eso para mí.

No sólo por mí, que desde luego... personalmente sería maravilloso no ya mejorar, simplemente tener la ilusión de que se puede mejorar.
Aunque no me guste, estoy lastrando la vida de mi pareja, y una mejoría en mi calidad de vida, mayor independencia, significaría que su vida mejoraría ostensiblemente. Nuestras vidas cambiarían, serían normales. Después de tantos años de médicos, dolores, medicamentos... de desesperación y de tirar toallas... hay una posibilidad de que nuestras vidas sean normales. Quizá pueda volver a ser independiente, a ir sola a los sitios, a acompañarle a los que le apetecen... a trabajar. Buf. Buf. Buf. Buf. Buf. ¿Alguien en la sala sería capaz de no entusiasmarse, de mantener los pies en el suelo?


Como todos los puntos importantes en nuestra vida, sean buenos o malos, es importante observar cómo reacciona tu entorno ante estas cosas, porque te da pistas de con quién puedes contar de verdad, y quién se limita a las palabras.

Por supuesto, todas esas pruebas y consultas con especialistas son estupendas, pero requieren ir. Para ir, como para tantas cosas, dependo de los demás.
De Dani en el 99% de los casos.
Pero bueno: no estamos "solitos en el mundo". Así que he empezado a tirar las bengalas de SOS, porque van a ser muchas idas y venidas, y no están los trabajos para andarse con tonterías, y Dani es de los afortunados que tiene uno. Lo único que pido es chófer, porque el coche lo pongo yo. Sé que tenemos amigos que lo harían encantados. De hecho, probablemente les toque. Pero lo lógico es tirar primero de familia. De esa familia que luego se disgusta si no cenas con ellos en Nochebuena. Si se disgustan, será porque la quieren pasar contigo porque les importas, y por tanto, cuando necesitas ayuda para algo como esto, o cuando estás peor y necesitas que alguien te cuide... lo lógico es llamarles a ellos.
¿O no?

Pues creo que, si alguien ha llegado leyendo hasta aquí, conoce la respuesta. Y la respuesta es NO. Rotundo. Sólo una persona de mi familia (mi madre), que curiosamente es la que peor lo tiene para venir y ayudarme, está dispuesta a intentarlo. Los demás consultados, no pueden, les viene fatal ("que lo haga el marido")... Pero eso sí, antes de colgar, te preguntan "Y este año ¿con quién cenas en Nochebuena? Deberías venir a mi casa".

lunes, 21 de octubre de 2013

Luciérnagas

Ana María Matute es una de mis autoras favoritas. Especialmente, cuando habla de niños. A pesar de su edad (ha cumplido 88 años, si no me equivoco) tiene más fresca que muchos adolescentes a su niña interior, y recrea el mundo en el que vivimos en ciertas edades con tanta exactitud que no puedes evitar que te traslade a tu propia infancia, a cómo sentías y pensabas... Es como una Tardis, pero personal.


En "Luciérnagas", sin embargo, no habla de niños. Los protagonistas de esta dura historia son jóvenes, a partir de 16 años. Y, por el momento que viven (la historia que aquí cuenta dura los 3 años de Guerra Civil española), si conservaban algo de inocencia, desaparece bruscamente.

Y eso que los personajes principales no saben de qué va aquello. No saben quién pelea contra quién, ni por qué. Sólo saben que tienen miedo, que hay gente (alguna muy cercana a ellos) que muere, que les matan. Saben que hay hambre, penurias. Pero no por qué.
Hubo muchos muertos en aquella guerra. Pero en esta historia habla de las víctimas. Para mí, más víctima es quien estaba allí, simplemente, y le pilló en medio y sufrió sus consecuencias, que quienes murieron defendiendo uno u otro bando (desde luego, no me refiero a los que lucharon obligados, que fueron muchísimos). Quizá esto levante alguna ampicha, pero... así lo pienso.
Esto me ha llamado mucho la atención: a pesar de que la literatura sobre guerras no me gusta, si leo algún libro relacionado con ello intento que sea ensayo (que no profundice demasiado en motivos políticos o ideológicos: no me los creo, ni tampoco en asuntos técnicos o estratégicos) o, como en este caso, relate la parte "humana". Cómo lo vivieron quienes allí estuvieron, qué pensaban, qué sentían, qué les movía a hacer una u otra cosa. Suele interesarme más la parte "sociológica" o "humanista" (no sé muy bien qué término sería el correcto) de todos los grandes acontecimientos de la historia (me cuesta llamar a una guerra "gran acontecimiento", me cuesta) que otros aspectos más técnicos.
Sin embargo, en todo lo que había leído hasta el momento acerca de la Guerra Civil, uno de los bandos figuraba como el "bueno" y otro como el "malo", con mayor o menor descaro. Aquí la autora consigue una objetividad cristalina, su punto de vista no se inclina hacia unos ni otros. Es curioso que alguien que vivió aquella guerra consiga esta objetividad, pero personas de mi generación, que nacimos casi 50 años después de su fin, no sean capaces.
Como decía al principio, su contacto con su niña interior es mayor que la de muchos adolescentes; añado a este "don" el de poder ser objetiva en un tema tan espinoso.

"Luciérnagas" es, por tanto, una historia dura, triste. Hay poco lugar para la ilusión.
Pero me ha maravillado el retrato de la parte que más me interesa: los miedos, las dudas, las inquietudes, de algunas de sus víctimas.

martes, 15 de octubre de 2013

Lolita Butterfly


Tenía que pasar. En algún momento tenía que tropezarme con Lolita Butterfly y hacerme su fan incondicional.

Esta fashion victim de 8 años, que sería la sobrinita ideal de Carlos García-Calvo (sería algo más ideal para ella que para él, probablemente), me ha cautivado.
A pesar de su edad, lo tiene muy claro. ¿Qué va a hacer con su vida? Pues ser I-DE-AL. Por supuesto.
Y lleva muy buen camino, todo hay que decirlo.

Las tiras son muy divertidas (e instructivas, por supuesto), ligeras, con bastante crítica irónica hacia el mundo fashion y, ante todo, a sus "fieles seguidores" o "meros imitadores". Por ellas pasean (con estilo) Lolita, su amiga Maripec, su amigo Gigi, su madre, su abuela...




Y, como he dicho muchas veces, a mí no me gustan los niños. Pero, si me dijeran que, si tuviera una hija, me saldría como Lolita Butterfly... ¡¡ME LIGABA LAS TROMPAS!! ¡Seguro que metía mano en mi armario, y eso sí que no!

Miroteando para hablaros de ella aquí, he visto que tiene incluso un blog, muy divertido también. Y web oficial, por supuesto.

Así que me declaro oficialmente enganchada a sus historias.

Hace unos días también terminé la lectura de "Te vestiré como una reina", lectura que recomiendo, desde aquí, encarecidamente a Lolita (a los demás no mucho, la verdad...). A parte del ya tradicional abuso de extranjerismos que le dan un aire "cool" (o eso piensa el autor), es más de lo mismo: diseñadores, royals, VIPs y presumir de apellidos de familia y relaciones con "lo más granado de la sociedad". Es una lectura curiosa, se aprende algún detalle, pero no imprescindible (¿a que jamás lo hubierais pensado?).

Eso sí: después de haber leído en una misma semana a Carlos García-Calvo y a Lolita Butterfly, a ver quién me aguanta los próximos días...

El guardián entre el centeno

Estoy bastante enfadada. En serio. No entiendo cómo he podido ir relegando esta joya durante tanto tiempo. Por qué dejé que la pereza, ante lo que me parecía que podía ser una lectura densa (los prejuicios, como siempre, haciéndonos cagarla), me haya hecho tardar tanto en disfrutar este imprescindible.

Con ese prejuicio que iba, empecé la lectura como estoicamente, con un suspiro, algo así como "bueno, vamos a por ello". Y no pude parar de leerlo durante horas, sorprendidísima. La historia en sí, si nos ajustamos sólo al argumento, está bien: un chico de buena familia, de Nueva York, se enfrenta al fracaso escolar y sus consecuencias. Su personalidad irresponsable no se manifiesta sólo en su dejadez ante los estudios. Intenta "ser mayor", como casi todos los adolescentes, pero se le va un poco de las manos. Además, su carácter, bastante paranoico, le hace rechazar todo lo que encuentra: sus compañeros de internados varios, los colegios en sí, los profesores, la mayoría de las personas con las que se encuentra cuando toma la loca decisión de huir... Es un chico, evidentemente, con problemas de adaptación a todo.

Pero su verdadera maravilla reside en la narración: en primera persona, Holden nos hace partícipes de su aventura, de los problemas que ha ido teniendo a lo largo de sus 16 años (escolares, familiares y personales), con su propio estilo, sin prescindir del vocabulario y las muletillas de un adolescente de aquella época. Estas páginas son su narración, es decir: se ciñen a su punto de vista, a su concepción de cómo son las cosas.

No sé por qué tenía la seguridad de que tenía película, pero parece ser que no (aunque he leído que en 2010 dijeron que iban a adaptarlo). Desde luego, llevar a la gran pantalla esta historia no es difícil. Lo que tiene que ser imposible es transmitir lo que compone su encanto real: su vocabulario, su monólogo, su ritmo. Quizá algún genio lo consiga, pero desde mis limitados conocimientos e imaginación, creo que la historia debería quedarse para ser leída.
Eso sí, TIENE que ser leída.

domingo, 13 de octubre de 2013

Memorias de una viuda

Lo bueno de cenar con gente interesante es que, además de divertirte, sueles volver a casa con nuevas ideas para tu pila (de libros, de series, de películas, de museos, de ciudades...). Lo malo, es la duda que siempre pende sobre mi cabeza: "Vale, me lo recomienda porque a ella le ha encantado, pero el nivel cultural de esta persona está a años luz del mío. ¿Lo sabré disfrutar yo? Es más ¿Lo entenderé?"

Borricota de mí, nunca había oído hablar de Joyce Carol Oates. Después de conocerla y haber leído este libro de memorias, me parece imperdonable.
Pero ya se está solucionando. Creo que me atreveré con algo de su ficción pronto.

El título nos da una buena pista del argumento: la autora enviuda, y plasma en estas páginas en qué se convierte su vida a partir de ese momento.

Puede parecer muy trágico, muy "melodramático", pero es algo real, por lo que una inmensa mayoría del mundo ha pasado o pasará.


De hecho, la tristeza está presente. Pero lo que he percibido (aunque es posible que no haya llegado a entenderlo bien, como decía al principio) es más una "tristeza-vacío", que una "tristeza-drama-desolación".
Por supuesto que llora, que sufre... Eso es lo lógico y normal. Pero, al expresar cómo son sus días, da la sensación, más que de desconsuelo, de estar perdida en un mundo desierto e inmenso. Cada uno afronta las cosas de una manera.
Pero me parece admirable (a mí, que no he pasado por ello) cómo, a pesar de su tristeza, de su sensación de pérdida, sigue adelante, va reponiéndose poco a poco, con muchísimo esfuerzo, a la tragedia, y consigue mantener una cotidianidad: comer, socializarse, seguir con su trabajo, hacer los innumerables trámites que el fallecimiento de un marido conlleva.
Tiene el impagable apoyo de muchos amigos (no todo el mundo tiene esa suerte), un trabajo que puede ayudarla a evadirse (o exorcizar al basilisco que la acosa desde el fondo de su mente), su "supervivencia económica" no está amenazada por la pérdida...
Pero, a pesar de todo eso, resulta muy duro.

Hay cabida, como no podía ser de otra manera, a muchos recuerdos, que nos esbozan cómo ha sido su matrimonio. A mí me ha parecido demasiado feliz, pero es lo que pasa cuando pierdes a alguien (por muerte o ruptura): de repente sus defectos se evaporan. Le echas terriblemente de menos. Y claro, añoras todo lo bueno que tuviera, no sus "puñeteras manías"...
De hecho, se da cuenta de que, tras 47 años y 25 días de matrimonio, en el fondo no conocía del todo a su marido. Y ése es el mayor drama.

Algunas frases de este libro se me han quedado en forma de "espinita mental", pero hay una, un "consejo-ánimo" que le da una amiga, que me ha dejado patidifusa... Es muy bruto, pero está cargado de verdad. Esta amiga sabía de qué hablaba, ya que ella también es viuda. Joyce y Ray eran un matrimonio feliz y muy apreciados en general. Y esta amiga, tras el pésame, le dice: "¡Sufre, Joyce! Ray lo merecía". Brutal.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Se llamaba Luis

La ventaja de los cuadernillos "Mini Letras" es que te permite leer algo cortito de autores que, si no conoces, son un buen aperitivo para decidir si te metes en algo más extenso con ellos o no les das otra oportunidad.

Con "Sólo pienso en ti" decidí que quería leer más, mucho más de Marina Mayoral. Y ya me he puesto a la tarea.

"Se llamaba Luis" es la historia de un joven drogadicto, seropositivo. Su originalidad reside en la forma en que te presentan su historia: no se sabe hasta bien avanzado el libro, pero Aurelia, la dueña de la casa donde trabaja limpiando la madre de Luis, decide contar su historia, a través de las historias que le van revelando diversos personajes de su entorno: su madre, sus hermanos, sus cuñadas, sus hijos...

Cada capítulo es un punto de vista.
Empieza con el más extenso: Rosa, la madre de Luis, habla de sus 4 hijos, su matrimonio, su vida... Divaga, centrándonos en el marco en que ha crecido y vive Luis, poniéndonos en antecedentes. Así podemos hacernos una idea (es inevitable: cuando alguien cae en esta tragedia, siempre se busca una explicación, un motivo... La desgracia que le ha hecho preferir una muerte lenta y muy jodida).
Pequeño inciso: respecto al tema drogadicción, hay algo que nunca he sido capaz de comprender, y es el aumento de enganches en situaciones de crisis como la que vivimos en este momento en España. Hasta el más necio sabe que, aunque te ayude a evadirte momentáneamente (no lo sé, no he probado el caballo, pero es lo que dicen), a la larga no es que sea muy bueno, y además es difícil salir de ello. Para colmo, económicamente es la ruina del drogadicto y su entorno. Y hay mucha (demasiada) gente que, para evadirse de esos problemas económicos y sociales, se da a la heroína. ¿Por qué?

Bueno, continuando con el libro, no hago ningún spoiler que no haga el título al decir que el último testimonio (eso sí: mejor no diré quién es, pero resulta bastante dramático) habla de él ya en pasado. Todos los anteriores hablan de un Luis aún vivo, aunque casi todos lo lamentan: es un muerto viviente.

Como lectura me ha gustado, por cómo está tratado (sin artificios ni más melodrama que la propia situación, que ya es bastante), y por cómo escribe la autora. Definitivamente, tengo que leer más cositas suyas.
Sin embargo, no me parece lectura juvenil, al menos no para menores de 15 años. Está editado por Anaya, dentro de la colección "Espacio abierto" (es decir, juvenil), pero no estoy segura a partir de qué edad recomiendan esta colección. Es un libro que regalaría a alguien de mi entorno, pero como digo, no menor de 15 años (y aún así, en algunos casos no menor de 17...).

domingo, 29 de septiembre de 2013

Sinfonity

Después de unas 2 semanas de encierro involuntario (el inicio del otoño no me está yendo muy bien), ayer ¡por fin! salimos. Y, cómo no, fue al teatro. En esta ocasión, al Cervantes. (La programación teatral del Alameda es la mejor de Málaga; la musical del Cervantes es difícilmente superable por variedad y calidad).
A pesar de algunas dificultades (me perdí caminando hacia el teatro mientras Dani aparcaba, después de que nos dijeran que en la plaza PMR que habíamos encontrado providencialmente vacía no se podía esa tarde por... la Semana Santa. Sí. Semana Santa en septiembre. Ya decía yo que llovía mucho este fin de semana por aquí), llegamos justo cuando estaba empezando.

Yo no había oído nunca hablar de Sinfonity. Dani había escuchado algo de ellos por la radio, y así se enteró del concierto. Pensó que, como a él le gusta el guitarreo eléctrico, y lo que había oído le había parecido interesante, y a mí me gusta la música clásica, podía ser un espectáculo que disfrutáramos los dos (generalmente, cuando vamos a conciertos, uno de nosotros -casi siempre él, hay que reconocérselo- tiene que sacrificarse por el otro). Y acertó. Ambos disfrutamos muchísimo el concierto.


Los 15 fantásticos músicos estaban sentados en 2 filas, de cara al público, vestidos informalmente, con sus melenas incluso algunos.
Tocan piezas archiconocidas de música clásica, pero todo con guitarras eléctricas, bajos y otros instrumentos que no reconocí (me parecieron hechos por ellos mismos). Les gusta lo que hacen, disfrutan, se divierten, y eso se nota y se contagia. Nada de una orquesta uniformada con trajes negros y pajaritas, caras serias (casi aburridas) y reconcentradas. Nada de eso. Lo que les unía no era el uniforme, sino las miradas cómplices, a pesar de que se les veía muy concentrados en lo que hacían, pero no con un rictus amargo, sino con el disfrute reflejado en cada gesto.

El programa, como digo, estaba compuesto por piezas fácilmente reconocibles para todos, con las guitarras eléctricas hacen maravillas con los sonidos que corresponderían, en la original, a violines u otros instrumentos de cuerda, incluso alguno de viento. Eso sí: el tempo estaba algo acelerado en casi todos los casos, lo que daba una sensación marchosa a pesar de estar escuchando a Vivaldi o Mozart.

Me ha encantado escucharles y conocer su trabajo. Su concepción de la música clásica es la mejor manera de acercar este tesoro cultural, hacérselo interesante a generaciones recientes, que huyen despavoridos cuando les hablas de este tipo de melodías: "¿Música clásica? ¡Vaya coñazo!". Hacen que piezas que se han tocado de la misma manera prácticamente durante décadas suenen como modernas, cañeras incluso.


A cambio de un espectáculo de casi 2 horas recibieron muchos aplausos (a pesar de que no éramos demasiados espectadores). Así que lo suyo era un bis.
Como último tema nos regalaron lo que, según explicaron, está siendo su último experimento: tocaron "We are the champions", distorsionando el sonido de las guitarras de tal manera que parecía que alguien estaba cantando la letra, perfectamente vocalizada. Alucinante.

Espero (porque lo merecen, y por lo que puede suponer para la promoción de la música clásica) que tengan muchísimo éxito. No he visto ningún disco suyo, pero espero que haya alguno disponible pronto para poder comprarlo. Y, por supuesto, que vuelvan pronto con un espectáculo nuevo, que no querré perderme.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Me vestiré de medianoche



Para terminar la trilogía de Tiffany Dolorido y la saga de los Nac Mac Feegles, Pratchett ha salido con una novela redonda. Con un final redondo, de esos que no siempre se le han dado muy bien.
Aquí lo borda.

Tiffany ya ha crecido y se ha establecido como bruja de la Caliza.

Por si eso no fuera poca tarea, un ser de otra dimensión y otro tiempo, movido por el rencor y servido por la mentira, viene a darle aún más quebraderos de cabeza. Además, en una época en la que le viene fatal: hay una muerte, con su funeral, y una boda del barón con una tal Leticia un poco bruja (¡¿¡!?!) y una futura suegra también brujeril, pero sin magia ni escoba (¡sobre todo sin escoba, por Om!).

Es una historia divertida, aunque no desternillante. Me ha parecido muy, muy buena, me ha encantado. Como me encantaron los anteriores libros de Tiffany Dolorido, "Un sombrero de cielo" y "La corona de hielo".

Como en buena novela sobre jovencitos, protagonizada por una jovencita, hay cabida para tratar sentimientos y preocupaciones que nunca antes habían sentido. No sería muy realista si no. ¿Mundodisco? Bueno, aceptable... ¿Magia? ¿por qué no...? ¿Los Nac Mac Feegles? Eso ya es más raro, pero algún ejemplar habrá... pero ¿Quinceañeros sin hormonas? Eso sí que sería descabellado e increíble.

Ha habido un momento durante la lectura, cuando describe al monstruo al que se tiene que enfrentar en esta ocasión, el Hombre Astuto, que no he podido evitar acordarme de Paulo Coelho en "Aleph". Demasiadas similitudes. Pero el copyright de ambas es de 2010... hum... Así que siempre flotará esa duda sobre mí.

Hace mucho, mucho tiempo, en un foro sobre Mundodisco, periódicamente se repetía la pregunta "¿Con qué novela empiezo?". Creo que Tiffany Dolorido es la respuesta definitiva, y la edad para la que está indicada la correcta. Pero he tardado en descubrirlo.

martes, 24 de septiembre de 2013

Las catilinarias

Hace un tiempo, en uno de mis posts sobre Miss Historias (no recuerdo cuál), hablaba de las maldiciones que me habían echado mis hadas madrinas. Entre ellas, la que más me complica la vida es la educación. Y sobre ello, entre otras cosas, se detiene este libro. ¿Hasta dónde nos puede llevar, a los malditos con la educación y el respeto hacia los demás, cruzarnos con una persona (con suerte sólo una) que ni tiene educación ni respeta? ¿Dónde está nuestro límite? ¿Somos capaces de hacerlo respetar?

Ya he comentado dos casos similares que, hace no demasiado, me han afectado en este sentido (Gabriella: desde aquí te pido clases particulares para hacer respetar mi tiempo y mi espacio). Personas que entran en tu vida y, aprovechando esa educación, esos modales, toman posesión de tu casa, tu tiempo y sobre todo de tu paciencia (que se agota inevitablemente).

La mayoría somos vecinos, y tenemos vecinos. Cuando ambas partes están en el mismo "bando eduacional" todo se mantiene más o menos en equilibrio. Es cuando cada uno pertenece a un bando diferente cuando vienen los problemas. Y esos problemas siempre son para la persona educada.

Los textos de Amélie Nothomb suelen resultarme tremendamente empáticos: tiene facilidad para tocar la tecla emocional que se proponga con sus palabras. Leyendo sus libros, puedes sentir alegría, amor, egoísmo extremo, desesperación... En este caso, presiona varias.
Durante la primera mitad de esta breve narración te exaspera. No me ha resultado difícil dejarme llevar por los sentimientos de Émile, uno de los protagonistas, ante las visitas de un vecino pesado, maleducado y desesperante. Quizá en esta ocasión lo ha tenido fácil conmigo: no ha necesitado que me meta en el personaje, con hacerme recordar ciertas situaciones (afortunadamente zanjadas) me ha puesto de los nervios.
Un vecino autoinvitado que invade la intimidad de los nuevos habitantes de la casa de enfrente (elegida, curiosamente, por su lejanía del mundanal ruido para pasar sus últimos años tras la jubilación), una visita molesta y maleducada, voluntariamente insensible a las indirectas. Y un involuntario anfitrión incapaz, por educación, de mandarle al guano o, simplemente, hacer respetar su espacio.

Hacia la mitad de la historia Émile y Juliette, su mujer, reaccionan: resulta muy divertida la escena de la cena de vecinos.

Y a partir de ella se empieza a comprender el por qué del carácter del "verdugo" (como ellos le apodan). Conocen su realidad, y casi hasta le comprenden... si no fuera porque no sólo es verdugo de sus vecinos.
La bondad (por fondo y porque les han educado en ella) de este matrimonio les lleva a entrometerse en una situación ajena, como antes se metiera el vecino en su casa. Y a actos bondadosos, pero crueles.
Y hasta aquí puedo leer sin hacer demasiado spoiler.


Este libro no sólo me ha dado material sobre el que reflexionar (como todos los de la autora, por inverosímil que sea el argumento), sino que me ha dado ideas, herramientas para afrontar y gestionar posibles situaciones similares en las que puedo volver a encontrarme. Lástima no haberlo leído antes.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Un tipo con chispa

Me ha encantado este cómic. Es diferente.  Absurdo. Divertido. Loco. Un soplo de aire fresco.

Chorrada tras chorrada, con el lenguaje que muchos usamos cuando hablamos haciendo el ganso, cumple perfectamente con la función de entretener y divertir. Poco más. ¿Y qué más sería necesario?

Historietas que rozan el absurdo, resueltas como sólo un niño (un niño un poco taradito, eso sí) podría hacerlo. O cualquiera de nosotros en un día tonto. ¿O es que soy la única que tiene días tontos?

Libb y sus amigos (reales, imaginarios y de peluche) me han conquistado, pero el remate ha venido con las referencias a las canciones del disco que más me gusta de La Casa Azul. Todos somos un poco Libb, pero yo un poquito más que la media...

Sin profundidades. Sin críticas. Algo bruto a veces. Me lo he pasado teta-piruleta leyéndolo.
Espero que haya más ediciones de la vida de Libb, antes de que crezca demasiado y se vuelva sensato.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Pobre corazón

Esta colección de relatos, a falta de un adjetivo más apropiado (que no ando muy inspirada), tan "potentes", ha sido una muy grata experiencia lectora.

A pesar de que dos de los que aquí se recogen los había leído hace relativamente poco ("Los funerales de la esperanza" y "El sombrero veneciano"), me sigue fascinando la contundencia de sus argumentos, revestidos de una redacción sencilla, pero maravillosa.

A parte de los dos ya mencionados y comentados hace pocos meses, se recogen aquí:
"La farra", o cómo un agravio puntual puede dar poder a una persona en una pareja (poder que ya ostentaba con su simple actitud -reforzado por la personalidad del "contrario"-, pero que se ve brutalmente consolidado), hasta anular por completo a la otra parte.

"La nevada", tremendo escenario climatológico para llegar a la grotesca conclusión de una situación que, dentro de no estar moralmente "bien", en el contexto de un pequeño pueblo (en esas circunstancias nuestra perspectiva se reduce enormemente) toma una importancia soberana.

"El guerrillero" habla de un sueño recurrente, al que nadie más que el que lo sueña daba especial importancia... Pero el soñador termina teniendo, desgraciadamente, razón.

"Introibo at altare Dei..." se inicia como una preciosa e inocente historia de amor juvenil, casi platónica. El tiempo pasa, y cada uno de los dos protagonistas la asume de una forma distinta: como un bucólico recuerdo, o como un dañino rencor...

"Preludio" habla de un matrimonio. El tiempo hace mella en él, como en casi todos, pero la cuestión es si se sabe o no canalizar las diferencias que, con el tiempo y el crecimiento personal individual, afectan a todas las relaciones duraderas.

En "La inspiración y el estilo" una profesora de instituto y conferenciante ocasional inspira involuntariamente a un oyente para que encauce su carrera literaria. Digo involuntariamente, porque un catarro y las medicinas que toma para que no boicotee su conferencia de esa tarde hacen que su discuso fluya sin mediación de su voluntad.
La inspiración se convierte en admiración, y da lugar a una larga relación epistolar.
Cuando uno de los dos tiene que tomar LA decisión difícil, resulta que el otro ya la había tomado, quizá incluso fue decidida simultáneamente.

Y en "Más allá del límite" afronta un tema peliagudo: el dolor por la muerte de alguien querido puede llevarnos, a su vez, a la propia muerte... pero nosotros también dejamos seres que nos quieren cuando morimos... Es una espiral.



Como decía al principio, ha sido, en resumen, una experiencia lectora genial.
Tras leer los de relatos de esta autora, por lo general, me queda una sensación residual de disfrute y admiración que se prolonga en el tiempo, permitiéndome saborearla cada vez que recuerdo cualquiera de los argumentos o personajes.

Una coincidencia curiosa: el relato del cuadernillo de "MiniLetras" que no aparece en esta recopilación, "La casa", habla del hogar, de nuestras sensaciones (no siempre positivas) cuando damos con la casa de nuestros sueños, o la que nos estaba destinada... por qué no.
Anoche, en mi desvelo, tras terminar con "Pobre corazón", empecé el siguiente libro de mi pila: "Las Catilinarias", de Amélie Nothomb. El argumento, al menos en las pocas páginas que llevo leídas, también habla de esa relación con nuestro hogar, que no tiene por qué ser nuestra casa.
2 libros seguidos de 2 de las autoras con que más disfruto... Y después, "Me vestiré de medianoche", de Terry Pratchett (que supongo recibiré el mismo lunes, y no podré esperar a empezarlo).
¿Sobreviviré a tanto placer lector?

jueves, 19 de septiembre de 2013

Palabras de amor

No hace mucho que le doy al ensayo.
Me había parecido (por opiniones y otras razones) que José Antonio Marina tocaba temas que me interesaban, y que podía ir por buen camino con sus libros... Pero a la tercera va la vencida.
Creo que, tras tantas cartas de amor, ésta puede suponer la de mi ruptura con él.

Con "La conspiración de las lectoras" disfruté, a pesar de su evidente punto de vista fanático y políticamente adoctrinador.
Debo reconocer que aprendí y disfruté, sí.
Después de 2 libros más de José Antonio Marina en solitario, veo que ese disfrute debió deberse, en buena medida, a María Teresa Rodríguez de Castro.

Después me atrajo mucho la temática tratada en "Las culturas fracasadas". La sociología es un tema que me inspira curiosidad. Pero la lectura de este libro me defraudó.

Le he dado una tercera (y última, por el momento) oportunidad con "Palabras de amor". Creí que no sólo analizaría cartas de amor de diversos personajes de la historia desde el punto de vista emocional, sino también desde el histórico y el literario.
No nos engañemos: el sentimiento, como tal, varía poco a lo largo de nuestra (corta) historia.
Pero este libro es una repetición, algo cansina (por similitud de lo que sentimos contemporáneos y gentes de toda la historia de la humanidad, y cómo lo expresamos), de palabras, sentires, padeceres...
Con algún ejemplo de cada época hubiera bastado, para ver las diferencias en el trato a la persona amada, por ejemplo

El talento narrativo está únicamente presente en las cartas. Durante los análisis del autor no lo he olido siquiera... De hecho, a menudo tenía la sensación de estar leyendo los comentarios de cualquier programa de cotilleos (pero en lugar de ser Belén Esteban te hablaba, por ejemplo, de Simone de Beauvoir) entre vídeo y vídeo.

Sí me ha quedado patente, al menos por los ejemplos puestos, que los hombres notables se enamoran de bellas damiselas; mientras que las mujeres notables suelen hacerlo de hombres "a su altura" intelectual y profesional. Me ha parecido curioso, pero no estoy segura de que los casos reflejados sean representativos.

Otro dato que ha llamado mi atención es el complejo de fealdad de Gabriela Mistral: una mujer con su profundidad, con su talento... acomplejada por su físico, rechazando un amor porque "era fea" (por las imágenes que he visto en internet tampoco es que fuera un callo).

Pero, desde luego, para obtener algunos datos curiosos y una teoría que dista mucho de estar confirmada, es sólo una suposición basada en lo que he leído, no merece la pena meterse al cuerpo más de 400 páginas repetitivas y bastante parecidas al "¡Hola!".

Espero tener más suerte con los ensayos que me esperan pacientemente en la pila. Pero, como decía al principio, dudo mucho que repita con José Antonio Marina.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Caraduras VS. Tonticos

Llevaba tiempo queriendo escribir sobre este tema, más para exorcizar demonios que por afán divulgativo. A modo terapéutico.

Quien me conoce sabe bien que, aunque disto de ser una santita, me pierde mi filosofía de intentar ayudar a mi entorno. No soy de donar dinero a una ONG (y menos después de haber trabajado en una), sino de las que, si sabe de alguien en su entorno que lo pasa mal, ayudarle directamente; animalista perdida, no soy colaboradora directa de ninguna asociación ni casa de acogida (por imposibilidad, básicamente), pero intento difundir casos, ayudar con pequeñas compras solidarias en casos puntuales, o esterilizar y mantener cuidada a una colonia cercana; no me trago los programas de televisión de desgracias ajenas y mando SMS al XXXX, pero si alguien me cuenta un problema intento ayudarle a solucionarlo, o al menos darle apoyo moral.

Y es increíble la cantidad de problemas y enemistades que me ha acarreado esta actitud.

Por eso hoy, tras leer el caso de una persona con problemas por actitudes semejantes me he puesto a darle a la tecla por fin. (¿Ves? Ya estoy otra vez: pide que se difunda su caso, y aquí estoy... sin siquiera conocerle. No tengo arreglo).


Cada día confirmo más eso de que "cree el ladrón que todos son de su condición": quien te miente piensa que lo que tú dices no es verdad; quien intenta aprovecharse de ti se guarda bien las espaldas porque cree que tú harás lo mismo; quien va de buenas, se cree que "to el mundo es güeno". Y qué va. Para nada.

No voy a ponerme a enumerar casos concretos, para qué: sólo me haría mala sangre. Pero muchos sabéis cómo ha complicado mi vida, cuántos problemas, y de qué calibre, me ha acarreado intentar ayudar a un par de trabajadores de esta urbanización, que me vinieron con el cuento de lo mucho que abusaban de ellos y lo mal que estaban laboralmente. Todo para manipularme para conseguir lo que querían, colarme cotilleos (ni uno bueno) de todos y cada uno de los vecinos de por aquí (falsos en un 99%) y, de paso, conseguir información "jugosa" en que basarse para inventarse otros sobre mí que colarles a otros vecinos.
También muchos sabéis que, por intentar mantener controlada (esterilizando) y en niveles de salubridad seguros la colonia de gatos de por aquí, hemos tenido problemas y enemistades como para hartarnos.
También conocéis cómo, con intención de engatusarme y meterme en trapicheos muy sucios, consiguieron casi sin que me diera cuenta que me hiciera cargo de una asociación de enfermos y qué pasó cuando no quise hacer las cosas de forma lucrativa (para mí ni para nadie), sino que intenté que los enfermos y sus familiares tuvieran la mejor atención e información dentro de las posibilidades.
O el caso de quien, acercándose "por amistad", quiso sacarme dinero (mientras no le faltaba, precisamente), y de paso "entretenerme" malmetiendo en mi relación de pareja.
También, con esa excusa de la amistad (lo reconozco: mi perdición hasta hace muy poco), quien quiso manipularme, llevarme por donde quería para conseguir apoyo y "poderío", pero cuando expresé mi opinión y me defendí llegó incluso a amenazarme.
El caso, también, de quien me ofreció ayuda para organizar nuestra boda, pero terminó intentando mangonear, malmetiendo también entre la pareja, "pinchando" a otros invitados amigos para enfrentarles con nosotros, y llevándose hasta provisiones de la celebración (que ya hay que ser cutre).
Personas (por desgracia, ahora abundan) que están pasado un mal momento económico, por lo que les intento ayudar (dentro de mis pocas posibilidades). Y no sólo aceptan esa ayuda (algunas estando mejor que yo financieramente), sino que piden más y más y cada vez más, incluso lo toman, sin pedirlo, como si fuera suyo. Caraduras, se les suele llamar.

Y sólo he mencionado los más recientes.

Como decía, no es que sea santa. Es que intento ayudar a mi entorno (tengo la filosofía de que, si todos lo hiciéramos, en lugar de ir a por lo grande, todo mejoraría mucho). No soy buena: soy simple. Tengo un sentido, quizá demasiado desarrollado, de lo que está bien y lo que no, e intento acoplarme a lo primero con fuerza.

A veces me da la sensación de que, las personas que buscan aprovecharse o, simplemente, buscar problemas por diversión a otros (jamás lo entenderé... ¿no tienen tele?), tienen una especie de radar para localizar víctimas facilonas. Bueno, eso o que se lo ponemos en bandeja: en cuando alguien nos viene, a las personas que vamos (de momento) así por la vida, con una cara compungida, un problema... dejamos todo para intentar ayudarles a salir de la situación complicada que sea, incluso aunque nos perjudique inicialmente.

Y hay un problema gordo añadido: una vez que haces un favor a alguien, en adelante lo va a tomar como si fuera tu obligación. Incluso consiguen (al menos en mi caso, que soy medio tonta) hacerte sentir mal si un día no puedes ayudarles o, simplemente, te has dado cuenta de su cara dura y cierras el grifo. Ser así es una putada, pero es muy difícil cambiar.
Como digo, cada vez voy con más precaución, me abro menos, estudio las situaciones y a las personas antes de brindar mi ayuda, mi amistad... Pero me la siguen colando. Como digo, tontita perdida que es una.

No quiero, insisto, en ningún momento dar a entender que soy buena, o que se me tenga que estar agradecida por ser así. En absoluto. De hecho, si fuera capaz, probablemente haría como la mayoría: ir a lo mío, y los demás que arreen con lo suyo y con el rastro que deje lo mío. Pero de momento no lo he conseguido.

Ni siquiera aspiro a que se me pague con la misma moneda, pero sí a que, al menos, no se me putee. Misión imposible. El común de los mortales no es capaz, aunque, como digo, jamás lo entenderé.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Bésame otra vez, forastero


En una edición muy cascadita, como se puede ver en la imagen (las hay más recientes, incluso digitales) me he leído esta recopilación de relatos. Así que no insistiré mucho en los problemas que he tenido en la lectura con erratas (me ha llamado la atención que los signos de interrogación que se olvidaban, por una vez, fueran los de cierre) o errores (grandes) de traducción.

He notado en esta lectura de una autora a la que cada vez cojo más el gustillo, menos afición a resaltar lo peor de cada personaje (aunque algo de eso hay), y sin embargo me ha llamado mucho la atención lo abrupto de sus finales, por no decir finales repentinos y abiertos. Después del maravilloso final (casi tan maravilloso como el principio) de Rebeca, me ha sorpredido mucho.

Los relatos que aquí se incluyen son:

Bésame otra vez, forastero.
Empieza la colección con intrigas, personajes misteriosos y sorpresas de un (demasiado) cándido protagonista.
Aunque inesperado, en este final más o menos explica el por qué de cada enigma.


La montaña de la verdad.
Empieza con normalidad: un par de amigos "de toda la vida", uno de ellos se casa, y al conocer a la novia, el otro empieza a notar cosas raras. Y las rarezas llegan a ser muy, muy misteriosas.
No explica bien la autora, y eso me ha defraudado, el origen de esta mujer. Eso, quizá, explicaría sus extrañas costumbres y cómo termina en el relato.
Todos son aficionados a la escalada. Y esa afición les lleva a un destino impactante.
Aunque el relato se desarrolla a través de bastantes décadas, lo condensa muy bien, explicando sólo las partes esenciales para la trama.
Como en todas las historias que aparecen en este libro, habla de cosas extrañas, pero no tanto como para que no puedan ser. Son cosas muy raras, sí, pero... ¿por qué no?
En la Montaña de la Verdad hay un extraño monasterio autónomo, del que circulan rumores y leyendas por el valle... Y que se convertirá, de diversos modos, en el centro de las vidas de los tres protagonistas.


Los pájaros.
Siempre me he negado en redondo a ver esta película. Con las imágenes más famosas, que inevitablemente llegan a una, he tenido más que suficiente yuyu.
Y no creo que la vea, a no ser para quitarme el gusanillo de este final tan desconcertante (si alguien la ha visto y le apetece contármelo, le agradeceré que me ahorre un par de horitas de mal rollo). Creo que el director habrá rematado la historia de alguna manera, y me apetece saber cómo.
Pero desde luego comprendo por qué el relato llamó la atención de Hitchcock: desde las primeras páginas te transmite una inquietud, casi un miedo... que hizo que, a pesar de tener sueño, me leyera del tirón este relato y el siguiente (para reducir la garantía de pesadillas).
Como digo, lo leí de noche, y cada murciélago que pasaba cerca de la ventana me sobresaltaba y me ponía nerviosita.
Como es una historia por la mayoría conocida gracias a la película, no me explayo más, pero sí quiero volver a decir que me ha desconcertado más el final del relato que todos los pájaros que en él aparecen. Hasta reconté por si, de mi cascadilla edición, se habían perdido algunas páginas.


El manzano.
Más intrigas.
Un viudo, que ha vivido un matrimonio de los de antes (para toda la vida, pero no soportando a su cónyuge) descubre un día, por casualidad, que uno de los manzanos de su propiedad tiene una figura similar a su difunta esposa. Misma pose. Casi parece querer expresar su eterna resignación, incluso decir lo mismo que ella... "En fin...".
En principio decide eliminar el árbol, pero se deja convencer por el jardinero (y quizá por sus propias dudas, por su propia conciencia) de darle otra oportunidad.
Mala decisión.


El joven fotógrafo.
Una ociosa marquesa de vacaciones, con sus dos hijas y la niñera.
Su tedio y su vanidad se alían para jugarle una mala pasada que pagará cara el resto de su vida.
En este caso, el final abierto venía muy a cuento: que sea el lector el que piense qué puede pasar a continuación, en el caso de que...


El viejo.
En esta historia no hay misterios que rocen lo sobrenatural, pero la historia en sí, de una familia, vista de lejos por el narrador, es de lo más desconcertante. No explica cómo pueden haber llegado a esa resolución, todo son conjeturas, y ni siquiera las expresa abiertamente...
Es decir, las típicas conjeturas de vecino cotilla a las que estoy más que acostumbrada últimamente.


Como decía al principio, cada vez le estoy cogiendo más afición a Daphne du Maurier. A pesar de que en los anteriores libros suyos que han pasado por mis manos resalta demasiado lo malo de cada personaje, y de los finales de los relatos de esta recopilación, tiene algo en su forma de narrar que engancha, sus argumentos tienen un toque de misterio que, precisamente porque no llegan a ser paranormales, te hacen meterte en la historia, porque ¿por qué no? un día te puede pasar a ti...

jueves, 5 de septiembre de 2013

Seres excepcionales

No hay que mirar la prensa, ni buscar en libros de historia personajes como la Madre Teresa, o cualquier "gran personaje" que pase por nuestras mentes cuando nos hablan del concepto "ser excepcional".
Estamos rodeados.
Sí, también hay mucho mamón suelto, y hacen mucho más ruido y mucho daño, así que parece que hay más. Pero en ellos no merece la pena ni pararse a pensar.

Los corazones buenos, los valientes, abundan. Y cuando te cruzas con uno en tu camino, te deja tocado (para bien ¡por una vez!).

Estos últimos días debo estar de suerte, porque he estado rodeada. Algunos son habituales (no les queda otro remedio), otros no tanto, y otros son espontáneos. Pero siempre es un lujo tenerles cerca.

Anoche salimos a picar algo con Desi y Jose (muy buena gente también), y uno de esos seres excepcionales se cruzó en nuestro camino.
Claro, que ellos están acostumbrados a la excepcionalidad, porque tienen a sus sobrinas, a Carmen, a Teo, a Trini... Pero entre todos ellos destaca y brilla con luz propia Vero, una de sus sobrinas.
Es una niña de 11 años, y a muchos os sorprenderá que hable bien de un menor de 20 años, a los que suelo evitar como a la sarna. Pero es que Vero... es mucha Vero. Todo el mundo lo dice, y por algo será. Se lo gana a pulso, pero lo mejor es que ni siquiera lo intenta, no es una pose: le sale solo.
Como cualquier niño de su edad, tiene una energía agotadora, no para. Sobre todo de hablar. Y ahí es donde a mí me ha dado en el punto débil.

Recuerdo una noche, hace un año (es decir, ella tenía 10), que nos quedamos ella y yo cenando en casa mientras los demás se iban de marcha a una reunión de vecinos. Nada del otro barrio: peli y macarrones. Pero lo pasamos bien. Y me dejó alucinada: hasta que no me ayudó con la cena, la mesa, a recoger... no se quedó tranquila. Estuve de cháchara con ella más a gusto de lo que hubiera estado con muchos adultos.

En la piscina, alguna vez que hemos coincidido (no bajo muy a menudo) siempre está pendiente de que no me canse, de dejarme el churro para que flote cómoda aunque ella se quede sin él... Algo, desde luego, no propio de una niña. Algo que a muchos adultos ni se les pasa por la cabeza hacer.

La semana pasada estuvo aquí (viven en Córdoba, pero tienen un estudio en este edificio). Lo pasé genial con ella: todas las mañanas se vino a casa (sin una sola queja por que no bajábamos a la piscina), y algunas tarde-noches las pasamos los 3 juntos, bajaba a la piscina con Dani y luego subían y cenábamos, veíamos una peli, jugábamos al Pictionary... Ha sido divertidísimo, pero ha tenido unos detalles... Hemos tenido que estar pendientes de ella, pero no para que no destrozara nada, sino para que no fregara; no para que no acosara a las gatas, sino para que no las malacostumbrara a jugar tanto (y con tanta delicadeza); no para que se lo comiera todo, sino para que de verdad le gustara lo que habíamos puesto.

Ojalá las inevitables tortas no la cambien nunca.



Como decía antes, anoche se cruzó con nosotros otro de esos seres excepcionales.
Ya estábamos terminando de cenar, y pasó uno de los muchos senegaleses que por aquí venden bolsos, CDs, complementos... Él llevaba pulseras.
Ya nos habíamos cruzado alguna vez con él, y siempre hace reír a la gente. Ayer anunciaba su mercancía como "pulseras anti-crisis, anti-mala leche". No me encapriché de nada, pero quise echarle un cable. Le pedí 2 pulseras iguales (rosas), una para Vero y otra para mí. Pero era una excusa para preguntarle si quería cenar algo. Según se dice, todos estos vendedores ambulantes en realidad están controlados y amenazados por mafias, así que el dinero no va para ellos en realidad. No quiso tomar nada, pero se sentó un ratito con nosotros. Según dijo "estoy negro de tanto andar". Me recordó a Shirley Valentine: entre carcajada y carcajada, nos metió verdades como puños. Había una perrita muy mona en la mesa de al lado. Como él dijo (con una gran sonrisa, para que pensáramos que era otra broma) "tiene más papeles y más vacunas que yo". Brutal. También hablamos de economía, y de la locura consumista. Mucha crisis, mucha queja, pero todos con nuestro I-phone 5, nuestras vacaciones irrenunciables, nuestras pijadas...

No paro de pensar en la injusticia: cambiemos, por un momento, posiciones.
Si él hubiera nacido en otra parte (aquí, por ejemplo) y hubiera tenido acceso a una carrera universitaria, o formación, se estaría comiendo el mundo. Tiene ganas, tiene talento. Pero no ha tenido suerte.
Sin embargo, si cualquiera de nosotros hubiéramos corrido su suerte, o similar... ¿Nos quedarían ganas de hacer reír, de reírnos de nosotros mismos, como él? ¿Sonreiríamos perpetuamente? ¿Le echaríamos esos arrestos? ¿O estaríamos llamando a la puerta de la consulta de nuestro médico a por una recetita de Prozac, y quejándonos día y noche?

Creo que es a estas personas a las que merece la pena ayudar. Seguro que con una oportunidad mínima, de las que cualquiera de nosotros hemos dejado pasar, él se agarraría al tren con uñas y dientes y llegaría alto. Y además probablemente ayudaría a que otros pudieran seguir sus pasos. Pero no tendrá esa oportunidad. No ha nacido en el lugar correcto, aunque ahora esté aquí.
Ojalá estuviera en mi mano darle esa opción, ayudarle de alguna manera... Ojalá.

Ayer, nos dijo, era el cumpleaños de su hija. Cumplía 6 años. Está en Senegal, y aunque se le notaba que la echaba de menos... no dejaba de sonreír al hablar de ella.

No sé cómo será su vida. Pero lo que me quedó muy claro es que merece que sea mejor.

Me ha dejado muy tocada: me costó conciliar el sueño (a pesar del vinito) y hoy no dejo de pensar en él. Y me tiene entre la sonrisa y la rabia.

No puedo dejar pasar la oportunidad, al hablar de seres excepcionales (por eso no he puesto "personas excepcionales"), de hablar de los 3 ángeles de la guarda que me acompañan (en este caso, forzosamente, quizá si les dejáramos salir de casa me dejarían tirada... quién sabe). Mariana, Cthulhu y Mordisquitos son las mejores cuidadoras del mundo. Aunque las dos últimas tienen clara preferencia por Dani, no por ello me dejan sola.

Mordisquitos es menos cercana, pero suele estar siempre en la habitación en la que yo esté. Vigilante. Es todo simpatía (y bocaos).

Por lo general, exige poco.

Pero me ha demostrado que, cuando de verdad se la necesita, cuando por ejemplo, tengo un brote gordo... no falla: ahí está, aunque ha dejado claro que los arrumacos no son lo suyo.


De Mariana ya he hablado antes por aquí. Es mi compañerita. Siempre a mi lado, especialmente ronroneante cuando estoy malita. Ahora, por ejemplo,
está dormida a mi izquierda, con medio culete en el teclado.

Ella sí pide: mi compañía. No le gusta que no esté a su lado, perderme de vista. Y, si puede ser sobándola, mejor.

Y de Cthulhu... qué decir. Sólo pide jugar. Mucho, a veces. Pero es su único capricho.

Bueno, y beber agua del grifo.

Siempre digo que es el ser más bueno que he conocido. Se deja quitar la comida, los sitios estupendos que encuentra, los juguetes, la atención... por sus hermanas. Pero ella sigue siendo feliz, siempre la ves en paz, contenta... No se enfada por nada del mundo. Tengo mucho que aprender de ella.


Hay más seres excepcionales a mi alrededor, muchos más. Afortunadamente.
Pero, últimamente, estos son los que más han destacado, y no quería quedarme sin contarlo.


La entrada me ha quedado un poco larga, lo sé... Pero es que hay seres que merecen que nos explayemos cuando hablamos de ellos, como poco.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Nadie dura siempre

Estoy teniendo poca suerte con mis lecturas este verano. Salvo con el recientemente terminado segundo volumen de "Sherlock Holmes: Las aventuras imprescindibles", con el que jugaba sobre seguro, que es lo que suele pasar con los clásicos, y más si ya te has leído el primer volumen: con él había poco lugar para las sorpresas. Pero con las demás, no he tenido buen tino en la elección, desde "El milenario hábito de ser infeliz", de la que no pude pasar de la página 30 y poco, no sólo porque no era lo que esperaba, sino por la atroz redacción, hasta esta última, no mala como tal, pero sí decepcionante.



Me estrené hace unos meses con Ana Manrique con "No es tan fácil llevar bragas", y me gustó bastante, así que me fui de cabeza a por la otra obra publicada de la autora.

Y no parecen escritas por la misma persona.


Si en aquélla me encantó el estilo narrativo, en ésta ha sido lo peor de la lectura, ya que la historia es salvable, hasta buena según se mire. Algo sórdida, pero eso no me echa atrás. ATENCIÓN, SPOILER: Quizá esa sordidez desentona con el final feliz global, pero por lo demás, es más que aceptable.

Vale que al principio ya avisa de que, como la trama se desarrolla en Barcelona, algunas expresiones están adaptadas a este ámbito. Eso me vale para que hable de "la granja" en lugar del "bar" (o algo similar, es un sitio donde iban a tomar café o whisky... así que he entendido bar, o cafetería). Vale.
Pero no me vale para que diga que uno de los personajes respondió a una serie de preguntas con sus característicos "monólogos" en lugar de "monosílabos", o para que explique cómo "en los escaparates de las boutiques sólo habían vestidos de fiesta". Y como ésas, unas pocas. Cuando hay alguna suelta suelo atribuirlas a errores tipográficos, erratas. Pero cuando son tantas no me queda más que achacárselas al autor. Aunque anteriormente haya leído algo suyo que no hacía presagiar esta mala experiencia. De hecho, como empecé por su segunda novela publicada, y ésta es la primera, una de dos: o ha mejorado mucho (muchísimo), o para la segunda pagaron a un corrector de estilo. Todo puede ser.

El siguiente libro que hay en mi pila, con el que empezaré esta misma noche, me despierta bastantes dudas... Pero como después de él tengo esperándome a Max Aub, lo tengo tan fácil como abandonar la lectura si no me convence y pasar a lo seguro.