Ayer nos reímos mucho con esta obra en el Alameda (otra vez).
Los 3 actores, en un único escenario y en 3 actos, representaron una comedia con fondo: ¿hasta dónde hay que decir la verdad en un matrimonio? ¿qué es peor: la certeza de un engaño, o la duda? ¿es preferible una aventura ocasional con "cualquiera" o una algo más duradera con alguien cercano?
El estilo inconfundible (y diría hasta inimitable) de Arturo Fernández le va a su papel como anillo al dedo: es difícil que otro actor, con otro estilo, encajara mejor con su personaje.
La obra, de unas 2 horas sin descanso, tiene que suponer un agotamiento tremendo para los actores, ya que están los 3 solos en escena, a veces de 2 en 2, a veces los 3 juntos. No usan micrófonos. Se suceden situaciones de discusión de pareja, de "interrogatorios" medio encubiertos... Todo muy enérgicamente, así que supongo que en el camerino deben esperarles miel y caramelos de menta por kilos.
La figura del marido "díscolo" que duda de la fidelidad a él debida es el detonante para una serie de situaciones en las que "parece que..." pero quizá no sea así. O quizá sí.
Desde luego, lo que deja claro, es que por más pillo que se crea un hombre, las mujeres solemos darles varias vueltas, si nos lo proponemos.
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