No se trata de un "y yo más", pero para mí ya no hay lunes. Ni domingos, ni viernes, ni miércoles. Ya no trabajo: no puedo. Y mi "jornada laboral" lo mismo dura 8 horas, que 1 semana, que 2, que 8 meses (como la que me está tocando ahora): según le dé.
A veces envidio esas quejas, no porque lo mío sea "peor", sino porque, aunque parezca mentira, echo de menos el trabajo. Sonará estúpido, pero me gustaba mi trabajo. Tenía sus cosas malas, desde luego, pero en conjunto, me gustaba.
No hace mucho presencié una escena que era normal para mí hace unos años: llegó un mensajero a una oficina, recogieron el paquete, le preguntaron por otra referencia de envío que estaban esperando... Menuda tontería, pero casi me echo a llorar. Echo de menos esa rutina.
Ahora tengo un jefe más déspota que una de las que tenía en mi último trabajo: decide cuándo puedo levantarme de la cama, y cuándo no. Decide cuándo soy capaz de hablar por teléfono y cuándo no. Decide si mis vacaciones pueden coincidir con las de mi pareja y cuándo no. No suelen coincidir, mi jefe es un poco mamón.
Esto no es un "no os deberíais quejar porque hay quien está peor". Para nada. Cada uno que se queje de lo que le tiene harto, que cada vida es un mundo.
Pero sí quería hacer saber, para quienes se quejan con la intención de dar penita, que a veces, según quién le lea y sus circunstancias, lo que dan es envidia... Eso puede ser un halago: siempre se ha dicho "mejor que te tengan envidia a que te tengan pena". Simplemente a veces no se despierta la empatía por el lado que nos gustaría...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Y tú ¿qué opinas?