A pesar de que no estoy demasiado de acuerdo con la cita que abre el libro, de Augusto Monterroso, en la que dice que "Lo cierto es que el escritor de brevedades nada anhela más en el mundo que escribir interminablemente largos textos, largos textos en los que la imaginación no tenga que trabajar", debo reconocer que, de los relatos recogidos en esta antología de Clara Obligado, los mejores, o los que más me han gustado al menos, son los más breves, aunque haya entre los más largos autores como Rubén Darío, Vicente Huidobro o Julio Cortázar.
En este recopilación los relatos están ordenados de más extenso a menos, ocupando el que la abre una página y media y el último, dos líneas (y encima de diálogo, es decir, que cabría en una probablemente).
El ingenio y agudeza que transmiten los últimos superan con creces al de los primeros, a pesar de contar con muchas menos palabras para conseguirlo.
Desde luego, es algo que me parece digno de genios, al alcance de muy poquitas mentes. Con lo que me enrollo yo, hasta para dar los buenos días, me parece prácticamente magia decir y hacer sentir tantísimo con tan pocas palabras. Anda que no me queda por aprender...
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