martes, 24 de mayo de 2011

De médicos incompetentes y soberbios

Ayer fue un día de esos para olvidar... y todo por la consulta con el reumatólogo que tuve por la mañana. Me amargó el resto del día, me dejó bloqueadísima.

Bueno, explico toda la historia, porque si no, no me voy a entender ni yo. 
Cuando me vine a Málaga, empecé con un reumatólgo, el Dr. Cs. En un principio todo fue fenomenal: como ya traía mil medicamentos probados sin resultados buenos de Madrid, fuimos directamente a por el biológico. Y él tomó muchísimo interés en el caso. Cuando el biológico dio mal resultado, el interés del Dr. Cs por mi caso se desinfló, y tuve que buscarme la vida en urgencias, medicina interna y, finalmente, la unidad del dolor. Ahí se consolidó mi tratamiento con morfina (antes lo llevaba, pero con parches), y fue la excusa ideal para el reumatólogo para ya ni mirar los análisis de sangre en las revisiones semestrales.

Ante esta situación, y como yo creía que lo de la morfina era algo puntual, hasta encontrar un tratamiento que aliviara el dolor y pudiera dejarla, pedí una segunda opinión. Pedí que fuera con una doctora que me recomendó un compañero de asociación, pero ella tenía la agenda a tope, así que tuve que quedarme con el Dr. Co. Y, a pesar de su mala fama (cuando dije en la asociación que me había tocado con él les faltó compadecerme), mi primera consulta con él fue genial: me dio la sensación de que había algo que hacer, me dijo que se iba a tomar un interés personal en mi caso, y que iba a ser su reto que yo no tuviera que tomar morfina, y que tuviera un tratamiento adecuado a mi enfermedad. Con decirme eso a mí ya no me hacía falta nada más. Sabía que el proceso sería lento, pero tenía fe en que resultaría. 
A parte de esto, me dijo (con formas bastante bruscas, eso sí), literalmente que "le había hecho una putada al llevarle mi caso", porque tratar una espondilitis con morfina es matar moscas a cañonazos, y estaba pagando él el pato de que no me hubieran dado un tratamiento correcto. Esto se repitió en las siguientes sesiones, cada vez más enfáticamente.
Me prescribió un antiinflamatorio de última generación, el Arcoxia 90 mg., que estoy tomando hace varios meses y de cuyos efectos hasta la fecha no tengo noticia.
También me dio una nota que yo debía entregar en mi siguiente visita al equipo de la unidad del dolor que me trata, en la que les pedía que redujeran en lo posible mi ingesta de morfina. Ahí fue cuando añadieron a mi tratamiento el fentanilo, que es una sustancia que potencia los efectos de la morfina, por lo que a la hora de tomar rescate, en lugar de tomar 20 mg. de morfina, tomaría 10 mg. y si aún apretaba, el fentanilo.

Así más o menos hemos ido tirando hasta la consulta de ayer. Yo iba con miedo a una posible bronca del Dr. Co, porque, como llevo ya 3 meses largos de brote, no me ha sido posible reducir en nada la morfina "básica": si estoy tomando rescate de 10 mg. cada 2 ó 3 días, es absurdo reducir en 4 mg., la morfina de liberación prolongada que tomo cada día (tomo 12 mg., y quería intentar bajar a 8, según hablé con la unidad del dolor).
Al inicio de la consulta le dije esto, así como que lo que sí había mejorado enteros era la movilidad, gracias a que me había apuntado por mi cuenta a pilates, y estaba siendo milagroso. En principio, pareció que le parecía bien. De hecho, lo comprobó en la exploración. Y cuando terminó la exploración llegó el dramón: empezó con la historia de siempre, la bronca de la morfina, que si estaban matando moscas a cañonazos y que él no podía hacer nada. 
Debo hacer un inciso aquí para explicar que, cuando me decía estas cosas en las ocasiones anteriores, me callaba porque él es socio de la asociación, y de los pocos médicos reumatólogos con los que teníamos una esperanza de una efímera colaboración en algún momento, y como yo era la presidenta, pues no podía quedar mal, claro. Pero ese obstáculo ya no estaba, y yo iba muy mentalizada en este sentido, porque me sentía fatal al callarme cuando me decía esas cosas. Era poco menos que una acusación de yonqui, como si yo tomara la morfina por vicio. Y precisamente había cambiado de médico y llegado a él por lo contrario. Ayer cuando dijo esto, salté. Llorando como una tonta, pero salté. Lloraba por, como le dije, tener que contenerme por educación y no decir lo que pensaba de él. Todavía intentaba "defenderse" y seguía con el cuento de que tenía las manos atadas, que yo necesitaba una desintoxicación y rehabilitación como los drogadictos. Y me recriminó lo del pilates. Le dije que, si él no era capaz de darme algo que aliviara mi dolor y así me permitiera dejar la morfina, ni siquiera de mandarme a rehabilitación, no era mi culpa: no tengo por qué aguantar semejantes dolores porque él no esté suficientemente preparado (algo así, no recuerdo las palabras exactas). Y que no tenía por qué hacernos perder el tiempo a mí ni a mi marido para mirarle a la cara. Vamos, que se lió. Y ahí quedó la cosa: él me dio su teléfono para cuando yo no tome morfina y yo, el día que no tome morfina, llamaré, pero al médico que haya sido capaz de ayudarme a que no la tome dándome los medicamentos adecuados a mi enfermedad. (Ojalá sea pronto).

Vamos: un berrinche. Se me jodió el día, la verdad. Pero la parte buena es que al menos ya no perderemos más el tiempo con este "médico". Ahora a empezar de cero otra vez. Es angustioso.

Edito para añadir dos cosas:
* Se sintió ofendido cuando le dijimos que el antiinflamatorio que me había recetado no hacía efecto (más ofendida tendría que estar yo, que soy quien se está jodiendo el hígado para no reducir ni un poquito el dolor, ¿no?)
* En las consultas iniciales, me dijo que mi estado era demasiado grave para ser una espondilitis. Dudaba del diagnóstico porque yo estaba demasiado mal, y además a las mujeres suele afectarles menos. En la consulta de ayer me dijo que yo era hipersensible al dolor. Menudo gilipollas. Con la mitad del dolor que tengo yo cada día le quería ver yo, a ver si se daba a la morfina o se tiraba directamente por la ventana. Además, repitió varias veces que mi diagnóstico estaba confirmado. ¿Cómo? ¿Se lo había soplado el Espíritu Santo? Ya le podía haber soplado también un tratamiento adecuado y menos agresivo que la morfina.
Coño ya.

4 comentarios:

  1. Un tipo que no tiene palabra, ni tiene tacto para tratar con los pacientes.
    En resumen: un gilipollas.

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  2. Más bien gilipollas y medio.

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  3. Toda esas "personas" que no saben tener tacto con las personas deberían de estar muertas, o al menos fuera de todo contacto con el mundo, vaya hijo de su madre el valiente desgraciado.

    Muchos besos Ruth, espero que encontréis el medico que te ayude a dar con el tratamiento adecuado.

    Muchos besos y mucho animo guapetona.

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  4. En realidad, Noelia, a estos gilipollas yo les daría los dolores que tengo yo. Vamos a ver si me llamarían "hipersensible" porque dicen que no hay razones para que me duela tanto como digo que me duele.

    Mucho ánimo (aunque leo el post tarde viniendo del blog de Jomeini), guapa.

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