lunes, 21 de octubre de 2013

Luciérnagas

Ana María Matute es una de mis autoras favoritas. Especialmente, cuando habla de niños. A pesar de su edad (ha cumplido 88 años, si no me equivoco) tiene más fresca que muchos adolescentes a su niña interior, y recrea el mundo en el que vivimos en ciertas edades con tanta exactitud que no puedes evitar que te traslade a tu propia infancia, a cómo sentías y pensabas... Es como una Tardis, pero personal.


En "Luciérnagas", sin embargo, no habla de niños. Los protagonistas de esta dura historia son jóvenes, a partir de 16 años. Y, por el momento que viven (la historia que aquí cuenta dura los 3 años de Guerra Civil española), si conservaban algo de inocencia, desaparece bruscamente.

Y eso que los personajes principales no saben de qué va aquello. No saben quién pelea contra quién, ni por qué. Sólo saben que tienen miedo, que hay gente (alguna muy cercana a ellos) que muere, que les matan. Saben que hay hambre, penurias. Pero no por qué.
Hubo muchos muertos en aquella guerra. Pero en esta historia habla de las víctimas. Para mí, más víctima es quien estaba allí, simplemente, y le pilló en medio y sufrió sus consecuencias, que quienes murieron defendiendo uno u otro bando (desde luego, no me refiero a los que lucharon obligados, que fueron muchísimos). Quizá esto levante alguna ampicha, pero... así lo pienso.
Esto me ha llamado mucho la atención: a pesar de que la literatura sobre guerras no me gusta, si leo algún libro relacionado con ello intento que sea ensayo (que no profundice demasiado en motivos políticos o ideológicos: no me los creo, ni tampoco en asuntos técnicos o estratégicos) o, como en este caso, relate la parte "humana". Cómo lo vivieron quienes allí estuvieron, qué pensaban, qué sentían, qué les movía a hacer una u otra cosa. Suele interesarme más la parte "sociológica" o "humanista" (no sé muy bien qué término sería el correcto) de todos los grandes acontecimientos de la historia (me cuesta llamar a una guerra "gran acontecimiento", me cuesta) que otros aspectos más técnicos.
Sin embargo, en todo lo que había leído hasta el momento acerca de la Guerra Civil, uno de los bandos figuraba como el "bueno" y otro como el "malo", con mayor o menor descaro. Aquí la autora consigue una objetividad cristalina, su punto de vista no se inclina hacia unos ni otros. Es curioso que alguien que vivió aquella guerra consiga esta objetividad, pero personas de mi generación, que nacimos casi 50 años después de su fin, no sean capaces.
Como decía al principio, su contacto con su niña interior es mayor que la de muchos adolescentes; añado a este "don" el de poder ser objetiva en un tema tan espinoso.

"Luciérnagas" es, por tanto, una historia dura, triste. Hay poco lugar para la ilusión.
Pero me ha maravillado el retrato de la parte que más me interesa: los miedos, las dudas, las inquietudes, de algunas de sus víctimas.

martes, 15 de octubre de 2013

Lolita Butterfly


Tenía que pasar. En algún momento tenía que tropezarme con Lolita Butterfly y hacerme su fan incondicional.

Esta fashion victim de 8 años, que sería la sobrinita ideal de Carlos García-Calvo (sería algo más ideal para ella que para él, probablemente), me ha cautivado.
A pesar de su edad, lo tiene muy claro. ¿Qué va a hacer con su vida? Pues ser I-DE-AL. Por supuesto.
Y lleva muy buen camino, todo hay que decirlo.

Las tiras son muy divertidas (e instructivas, por supuesto), ligeras, con bastante crítica irónica hacia el mundo fashion y, ante todo, a sus "fieles seguidores" o "meros imitadores". Por ellas pasean (con estilo) Lolita, su amiga Maripec, su amigo Gigi, su madre, su abuela...




Y, como he dicho muchas veces, a mí no me gustan los niños. Pero, si me dijeran que, si tuviera una hija, me saldría como Lolita Butterfly... ¡¡ME LIGABA LAS TROMPAS!! ¡Seguro que metía mano en mi armario, y eso sí que no!

Miroteando para hablaros de ella aquí, he visto que tiene incluso un blog, muy divertido también. Y web oficial, por supuesto.

Así que me declaro oficialmente enganchada a sus historias.

Hace unos días también terminé la lectura de "Te vestiré como una reina", lectura que recomiendo, desde aquí, encarecidamente a Lolita (a los demás no mucho, la verdad...). A parte del ya tradicional abuso de extranjerismos que le dan un aire "cool" (o eso piensa el autor), es más de lo mismo: diseñadores, royals, VIPs y presumir de apellidos de familia y relaciones con "lo más granado de la sociedad". Es una lectura curiosa, se aprende algún detalle, pero no imprescindible (¿a que jamás lo hubierais pensado?).

Eso sí: después de haber leído en una misma semana a Carlos García-Calvo y a Lolita Butterfly, a ver quién me aguanta los próximos días...

El guardián entre el centeno

Estoy bastante enfadada. En serio. No entiendo cómo he podido ir relegando esta joya durante tanto tiempo. Por qué dejé que la pereza, ante lo que me parecía que podía ser una lectura densa (los prejuicios, como siempre, haciéndonos cagarla), me haya hecho tardar tanto en disfrutar este imprescindible.

Con ese prejuicio que iba, empecé la lectura como estoicamente, con un suspiro, algo así como "bueno, vamos a por ello". Y no pude parar de leerlo durante horas, sorprendidísima. La historia en sí, si nos ajustamos sólo al argumento, está bien: un chico de buena familia, de Nueva York, se enfrenta al fracaso escolar y sus consecuencias. Su personalidad irresponsable no se manifiesta sólo en su dejadez ante los estudios. Intenta "ser mayor", como casi todos los adolescentes, pero se le va un poco de las manos. Además, su carácter, bastante paranoico, le hace rechazar todo lo que encuentra: sus compañeros de internados varios, los colegios en sí, los profesores, la mayoría de las personas con las que se encuentra cuando toma la loca decisión de huir... Es un chico, evidentemente, con problemas de adaptación a todo.

Pero su verdadera maravilla reside en la narración: en primera persona, Holden nos hace partícipes de su aventura, de los problemas que ha ido teniendo a lo largo de sus 16 años (escolares, familiares y personales), con su propio estilo, sin prescindir del vocabulario y las muletillas de un adolescente de aquella época. Estas páginas son su narración, es decir: se ciñen a su punto de vista, a su concepción de cómo son las cosas.

No sé por qué tenía la seguridad de que tenía película, pero parece ser que no (aunque he leído que en 2010 dijeron que iban a adaptarlo). Desde luego, llevar a la gran pantalla esta historia no es difícil. Lo que tiene que ser imposible es transmitir lo que compone su encanto real: su vocabulario, su monólogo, su ritmo. Quizá algún genio lo consiga, pero desde mis limitados conocimientos e imaginación, creo que la historia debería quedarse para ser leída.
Eso sí, TIENE que ser leída.

domingo, 13 de octubre de 2013

Memorias de una viuda

Lo bueno de cenar con gente interesante es que, además de divertirte, sueles volver a casa con nuevas ideas para tu pila (de libros, de series, de películas, de museos, de ciudades...). Lo malo, es la duda que siempre pende sobre mi cabeza: "Vale, me lo recomienda porque a ella le ha encantado, pero el nivel cultural de esta persona está a años luz del mío. ¿Lo sabré disfrutar yo? Es más ¿Lo entenderé?"

Borricota de mí, nunca había oído hablar de Joyce Carol Oates. Después de conocerla y haber leído este libro de memorias, me parece imperdonable.
Pero ya se está solucionando. Creo que me atreveré con algo de su ficción pronto.

El título nos da una buena pista del argumento: la autora enviuda, y plasma en estas páginas en qué se convierte su vida a partir de ese momento.

Puede parecer muy trágico, muy "melodramático", pero es algo real, por lo que una inmensa mayoría del mundo ha pasado o pasará.


De hecho, la tristeza está presente. Pero lo que he percibido (aunque es posible que no haya llegado a entenderlo bien, como decía al principio) es más una "tristeza-vacío", que una "tristeza-drama-desolación".
Por supuesto que llora, que sufre... Eso es lo lógico y normal. Pero, al expresar cómo son sus días, da la sensación, más que de desconsuelo, de estar perdida en un mundo desierto e inmenso. Cada uno afronta las cosas de una manera.
Pero me parece admirable (a mí, que no he pasado por ello) cómo, a pesar de su tristeza, de su sensación de pérdida, sigue adelante, va reponiéndose poco a poco, con muchísimo esfuerzo, a la tragedia, y consigue mantener una cotidianidad: comer, socializarse, seguir con su trabajo, hacer los innumerables trámites que el fallecimiento de un marido conlleva.
Tiene el impagable apoyo de muchos amigos (no todo el mundo tiene esa suerte), un trabajo que puede ayudarla a evadirse (o exorcizar al basilisco que la acosa desde el fondo de su mente), su "supervivencia económica" no está amenazada por la pérdida...
Pero, a pesar de todo eso, resulta muy duro.

Hay cabida, como no podía ser de otra manera, a muchos recuerdos, que nos esbozan cómo ha sido su matrimonio. A mí me ha parecido demasiado feliz, pero es lo que pasa cuando pierdes a alguien (por muerte o ruptura): de repente sus defectos se evaporan. Le echas terriblemente de menos. Y claro, añoras todo lo bueno que tuviera, no sus "puñeteras manías"...
De hecho, se da cuenta de que, tras 47 años y 25 días de matrimonio, en el fondo no conocía del todo a su marido. Y ése es el mayor drama.

Algunas frases de este libro se me han quedado en forma de "espinita mental", pero hay una, un "consejo-ánimo" que le da una amiga, que me ha dejado patidifusa... Es muy bruto, pero está cargado de verdad. Esta amiga sabía de qué hablaba, ya que ella también es viuda. Joyce y Ray eran un matrimonio feliz y muy apreciados en general. Y esta amiga, tras el pésame, le dice: "¡Sufre, Joyce! Ray lo merecía". Brutal.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Se llamaba Luis

La ventaja de los cuadernillos "Mini Letras" es que te permite leer algo cortito de autores que, si no conoces, son un buen aperitivo para decidir si te metes en algo más extenso con ellos o no les das otra oportunidad.

Con "Sólo pienso en ti" decidí que quería leer más, mucho más de Marina Mayoral. Y ya me he puesto a la tarea.

"Se llamaba Luis" es la historia de un joven drogadicto, seropositivo. Su originalidad reside en la forma en que te presentan su historia: no se sabe hasta bien avanzado el libro, pero Aurelia, la dueña de la casa donde trabaja limpiando la madre de Luis, decide contar su historia, a través de las historias que le van revelando diversos personajes de su entorno: su madre, sus hermanos, sus cuñadas, sus hijos...

Cada capítulo es un punto de vista.
Empieza con el más extenso: Rosa, la madre de Luis, habla de sus 4 hijos, su matrimonio, su vida... Divaga, centrándonos en el marco en que ha crecido y vive Luis, poniéndonos en antecedentes. Así podemos hacernos una idea (es inevitable: cuando alguien cae en esta tragedia, siempre se busca una explicación, un motivo... La desgracia que le ha hecho preferir una muerte lenta y muy jodida).
Pequeño inciso: respecto al tema drogadicción, hay algo que nunca he sido capaz de comprender, y es el aumento de enganches en situaciones de crisis como la que vivimos en este momento en España. Hasta el más necio sabe que, aunque te ayude a evadirte momentáneamente (no lo sé, no he probado el caballo, pero es lo que dicen), a la larga no es que sea muy bueno, y además es difícil salir de ello. Para colmo, económicamente es la ruina del drogadicto y su entorno. Y hay mucha (demasiada) gente que, para evadirse de esos problemas económicos y sociales, se da a la heroína. ¿Por qué?

Bueno, continuando con el libro, no hago ningún spoiler que no haga el título al decir que el último testimonio (eso sí: mejor no diré quién es, pero resulta bastante dramático) habla de él ya en pasado. Todos los anteriores hablan de un Luis aún vivo, aunque casi todos lo lamentan: es un muerto viviente.

Como lectura me ha gustado, por cómo está tratado (sin artificios ni más melodrama que la propia situación, que ya es bastante), y por cómo escribe la autora. Definitivamente, tengo que leer más cositas suyas.
Sin embargo, no me parece lectura juvenil, al menos no para menores de 15 años. Está editado por Anaya, dentro de la colección "Espacio abierto" (es decir, juvenil), pero no estoy segura a partir de qué edad recomiendan esta colección. Es un libro que regalaría a alguien de mi entorno, pero como digo, no menor de 15 años (y aún así, en algunos casos no menor de 17...).