martes, 15 de noviembre de 2011

Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar

A veces (pero muy de vez en cuando, no os acostumbréis), hago caso de las recomendaciones de alguien. 
Mi amiga Marta, poco después de empezar nuestro contacto (o sea, que ya hace... pero ya se sabe: el ritmo de mi pila...) me recomendó este libro. Y tomé nota. 
Y no, no fue sólo porque estuviera la palabra "gato" en el título.

Y en este caso, me ha salido bien la jugada. El consejo fue muy bueno.

Ya conocía al autor: había leído, hace la torta de años, "Un viejo que leía novelas de amor" y "Mundo del fin del mundo", y guardaba buen recuerdo de esas lecturas, aunque no muy preciso (pero si tenemos en cuenta que no guardo recuerdo preciso ni de lo que comí ayer, no se me puede tener muy en cuenta).

El lenguaje utilizado por el autor es casi naïf: tan plano, tan sencillo, pero tan lindo... es tremendamente descriptivo, pero con el mínimo de palabras y complicaciones lingüísticas posibles. Así da gusto. Hay muchos (quizá demasiados) autores que piensan que, cuanto más intrincado, incomprensible y esdrújulo (sobre todo esdrújulo) el lenguaje, más... ¿"culto"?. Y que, cuanto más enredadas las frases, más yuxtaposiciones, subordinaciones y complicaciones en general... en resumen: cuantas más veces tenga que releer el lector una frase para entenderla, más... ¿"nivel"?. Hay fabulosos narradores, hay quien controla las figuras narrativas a la perfección, y eso es arte. Pero abusar de ello es cansino. Y para mi gusto, el mayor artista es aquel que, con las palabras más sencillas, con el lenguaje más llano, te hace sentir las cosas  más extraordinarias. Y en esta "Historia..." la sencillez es la base.

También es la base del argumento, es una fábula sencilla, tierna, quizá hasta infantiloide por lo ingenua. Critica muchas actitudes del ser humano, pero también hace una apuesta, a través de los animales, por el buen fondo de la gente, por valores como la palabra dada (¡en este siglo!), la unión vecinal (si yo os contara lo que me pasó ayer mismo...), la buena fe entre especies, y en concreto con los más necesitados (ja.jajaja.jajajajaja.jaja.). Es bonito leerlo, pero da la sensación de que te están hablando de ciencia ficción: seres (gatos, gaviotas, humanos... qué más da) que se ayudan entre sí, que confían en la palabra de otro, que ponen en práctica la teoría de la amistad... Muy bonita fábula, preciosa. Conmovedora en algunos puntos. Pero, por desgracia, muy lejana a la realidad.

Pero ha sido bonito, al menos, leerlo.

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