domingo, 2 de junio de 2013

¿Injusticia?

El otro día fui a revisión en oftalmología, una consulta que pasan en un hospital, a unos 30 km. de donde vivo.
La revisión fue bien (mejor de lo que esperaba), y la doctora me resultó no sólo de trato muy agradable (aunque firme), sino bastante buena profesional; así que por lo que a la parte clínica respecta, quedé contenta.

Sin embargo, mientras estábamos en la sala de espera, a parte del ya habitual y desquiciante jaleo (parecía una cafetería por el sonido de fondo... por una parte, la gente hablando muy alto, y todos a la vez; por otra, para avisar de que toca pasar a consulta, lo hacen por megafonía, colaborando al ambiente gallineril) vi algo que me hizo pensar, aunque no quiero sacar conclusiones (con las que probablemente me cabrearía) sin saber datos.

Lo que ocurrió fue que, en la puerta (en la zona de ambulancias, mucho más cerca que las primeras plazas reservadas para movilidad reducida) aparcó un furgón de la Guardia Civil.
De él bajaron al menos 5 guardias y 1 persona de paisano.
No es la primera vez que veo cómo en ese hospital llevan a algún recluso escoltado (no esposado) a pasar consulta.
De hecho, alguna vez he estado en urgencias y ha pasado con absoluta preferencia ante todos los que estuviéramos allí algún "perla" rodeado de policías o guardias civiles.

Todo esto, así, a pelo, no tiene por qué tener mayor importancia. Pero claro, luego está la cara B: hay recortes en casi todo, uno de los que ha dado mucho que hablar ha sido el copago del traslado a hospitales para pacientes crónicos o con enfermedades graves.

Me pregunto si a este paciente, que probablemente ni pague impuestos ni, con lo que sea que haya hecho, hace precisamente la vida más fácil a su entorno, le han hecho pagar algo por este servicio exquisito.
Muchas personas (entre las que me cuento) tenemos dificultad para llegar a las consultas (en mi caso, mi marido tiene que pedir permiso en el trabajo, y luego recuperar las horas, para poder llevarme, ya que yo sola no puedo llegar hasta allí); y, cuando llegamos, nos toca esperar un buen rato en la puerta: es lo habitual. Pagamos impuestos, vamos con la legalidad por delante (aunque eso nos perjudique claramente en muchas ocasiones) y aguantamos lo que nos echen. Nos buscamos las mañas para cumplir con horarios, impuestos, cambios de consulta, zonas de ubicación de esas consultas... No siempre nos resulta fácil.

La conclusión a la que mucha gente está llegando, no por asuntos como éste, sino por otros quizá más graves (quizá no) que afectan a esferas mucho más altas, es que en este país, o en este mundo (una ya no sabe), la forma de conseguir lo que uno se propone y triunfar es pasándose la legalidad, las normas más básicas, por el arco del triunfo.
Claro, como en todo, el que vale, vale. Y el que no, pues traga. Tragamos. Y calladitos, que estamos más monos.
A muchos de nosotros nos enseñaron que, para valer, hay que esforzarse, cumplir normas, aprobar exámenes, superar entrevistas, trabajar duro... ¿Quién sería el descerebrado que nos educó así?

Estas prioridades, eso sí, no vienen de ahora, simplemente parece que ahí no ha habido demasiados recortes...
Recuerdo cuando, hace unos años, por un asunto, me rallé (¿o "rayé"? nunca me aclaro) y creí que iba a ir a la cárcel.
No hacía mucho que había tenido que dejar la carrera, y ponerme a trabajar por el salario mínimo. No se podía.
Pues, cuando dejó de importarme tanto esa posibilidad fue cuando me enteré de que, allí dentro, podría sacarme una carrera, la que yo quisiera, gratuitamente. Dejó de pintar mal.
¿Vamos a tener que aprender a vivir por encima de nuestras posibilidades (esta vez sí) a cambio de vivir por encima de la legalidad?

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