miércoles, 24 de agosto de 2011

Ah, ¿que to er mundo no es güeno?

Joder... ¡¡eso se avisa!!
Pues vaya palo, ¿no?
Claro, así me explico algunas cosas...

He dicho en varias ocasiones que me he llevado varios palos, especialmente acumulados de hace poco más de un año a esta parte: pero es que es lo que tiene confiar en prácticamente todo el mundo, y pensar que a todo el mundo hay que darle el voto inicial de confianza. Te diga lo que te diga lo que le rodea (gente, circunstancias o lo que sea). 
Huy, qué potito pareado.

Bueno, sigo: He confiado en amigas que no lo eran, me he apoyado en puntos que se hundían a la mínima presión, y he estado al lado de quien, cuando yo necesitaba compañía, ha salido por patas. Pues vale: me he llevado el berrinche inicial (cada vez menos gordo, es lo bueno del callo) y a otra cosa. He perdido a gente que no merecía la pena y esa gente ha perdido a alguien que confiaba en ellos y les apoyaba. No soy buena en matemáticas, así que no sé bien quién sale perdiendo y quién ganando al final. Eso que lo calculen los listos.


La última (hasta este minuto, al menos) ha sido con una persona relativamente cercana, aunque al menos no ha sido de la familia directa en esta ocasión.
Es una persona en la que he confiado tan ciegamente como para dejar a su cargo a mis gatas, y nuestra casa, a pesar de todas las señales de peligro, una persona por la que he sacado la cara. Y ahora habría que partírmela, claro. Por bocazas y por ingenua.
Se molestó-enfadó conmigo, y a la vuelta de nuestras breves vacaciones hemos encontrado en nuestra casa alguna señal de ello. También hemos encontrado la tele volcada (esa tele nueva de 40'' con la que tanto soñó Dani), pero quiero pensar que no es responsable de esto. Hay un pequeño porcentaje de posibilidades que invitan a la duda, y a ello me aferro. Quiero pensar que, al menos, a las gatas las ha cuidado bien, o al menos que no las ha tratado mal, a pesar del estrés (con calvitas incluidas) que detectamos desde el primer momento, y algún escondite suyo tapado (con sombreros míos, y no de mercadillo precisamente)...
Bueno, los detalles son lo de menos.
Pero está claro que cuando confías a alguien lo que más quieres (el marido no cuenta aquí), es porque piensas que no te la estás jugando, apuestas por esa persona. 
En otras ocasiones me han fallado "amigas" que, después del "sucedido", pues ellas en su casa, yo en la mía, no nos llamamos-no nos escribimos y punto pelota. En este caso estaba en juego mucho más, pero bueno, sólo ha habido pequeños desperfectos, salvo en lo que respecta a la confianza, que está absolutamente rota. Vamos: irrecuperable.

Y ¿qué hacer ante algo así? El instinto primitivo que nos viene a la mayoría es de carácter violento, claro. Pero como solemos estar civilizados, con mayor o menor esfuerzo lo contenemos.
Está la opción de las medidas legales, pero eso incumbe sólo al caso particular.
Creo que la medida inminente a tomar es la malicia, al menos para los que carecemos de perspicacia: no confiar ni en el ángel de la guarda, no abrirte a nadie que no haya demostrado con creces que no te va a traicionar, y sobre todo y ante todo: no ser TAN TONTA. Porque lo que ha ocurrido, ya ha ocurrido (joder, estoy que me salgo soltando premisas hoy, eh?): lo importante es evitar que vuelva a ocurrir.

Y una vez tomada esta decisión, se me presenta una duda realmente peliaguda...¡¿QUÉ ME PONGO?! Sé que Dani me diría que el 2, pero es que mi naturaleza tira al 3 como la cabra al monte (se nota en mi dialéctica que estoy escuchando Macaco, ¿verdad?)

1.


2.


3.


4.

Se admiten sugerencias.

1 comentario:

  1. La armadura de Andrómeda no, por favor. Creo que te quedaría mucho mejor la 1, de guerrera del espacio.

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