sábado, 13 de abril de 2013

Afortunados, a pesar de todo

Entre las personas con las que me relaciono cibernéticamente, hay un grupo de pacientes con los que se puede compartir desde quejas hasta alegrías, pasando por desahogos en los momentos más bajos y chorradas que nada tienen que ver con nuestras patologías.
Unos están peor que otros, unos lo llevan mejor y otros peor. Pero, entre todos, nos arropamos y damos consuelo cuando se necesita.

Y pensando en la fantástica idea que tuvo quien creó este grupo, y divagando, divagando... he llegado a la conclusión de que, dentro de que estamos jodidos, podemos considerarnos afortunados.

No porque haya cosas peores, sino porque, al menos, estamos padeciendo estas enfermedades en una época tecnológicamente avanzada. No hablo sólo de diagnósticos, tratamientos ni todas esas perrerías médicas.
Hablo especialmente de oportunidades para llevar mejor nuestras patologías: desde la red social que nos une y tanto nos ayuda, hasta el teléfono, internet mismo...
Cuando estamos malitos tenemos la opción de hacer la compra por internet; si necesitamos desahogarnos, podemos conectarnos a esta red, o coger el teléfono y llamar a alguien que nos escuche, o que pueda echarnos un cable si lo necesitamos; la mayoría tenemos acceso a un coche si tenemos que ir volando a urgencias...

Alguna vez he pensado cómo sería padecer esta enfermedad, o cualquier otra de las que se recogen allí, ya no sólo en otra época histórica, sino a día de hoy, en cualquier país no desarrollado.



Allí no hay bajas laborales, ni teléfono, ni internet si me apuras. Ni siquiera acceso a medicamentos paliativos efectivos.
Allí hay ajo y agua. Y lo del agua, con suerte. Muchas veces, por no tener, no tienen ni la oportunidad de saber qué les pasa, de ponerle nombre a ese demonio que les está complicando la vida, ese paso tan importante. Por lo general, el momento del diagnóstico de una enfermedad crónica, degenerativa, es, por una parte, muy duro: que te digan que la opción "cuando me ponga bien..." tienes que borrarla de tu cabeza es difícil de asimilar; pero, por otra parte, resulta un alivio bautizar a tu contrincante, saber a qué te enfrentas: la incertidumbre es mucho peor que un diagnóstico indeseado.

Y todos esos beneficios, afortunadamente, están de nuestro lado: pruebas, tratamientos, mantas eléctricas, sillas de ruedas motorizadas, ascensores, telecomunicación... ¿no es genial la cantidad de cosas con las que contamos?
Desde luego, podría haber más. Por supuesto, lo deseable sería que no estuviéramos enfermos. Pero ya que lo estamos... qué fácil lo tenemos. Y, afortunadamente, cada vez más*.



* Hablo de objetos, no de mentalidad social. Ahí, por desgracia, hemos avanzado tirando a poco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Y tú ¿qué opinas?