lunes, 4 de marzo de 2013

Las personas incorrectas

Quizá el título no sea el más adecuado para el tema del que quiero hablar... En realidad, no hay personas "correctas" o "incorrectas" (salvo políticamente hablando): hay gente en nuestra vida que concuerda más con lo que queremos que nos rodee, o quienes concuerdan menos. Lo sepamos o no. A veces, esas personas ocultan deliberadamente sus intenciones, o su verdadero fondo. Otras, simplemente, no nos damos cuenta en un tiempo largo.

Periódicamente casi todos hacemos "limpieza" de entorno social, y estas personas "incorrectas" suelen quedar fuera. Esas limpiezas, en muchísimos casos, coinciden con una reciente mala racha: es en las malas cuando sabemos quién está a nuestro lado, y quién está sólo al suyo pero le conviene tenernos cerca. Es un hecho sabido.

No es que me haya dado el rollo emo, para nada: es algo de lo que soy consciente hace mucho tiempo. Pero quizá sí influya en que, últimamente, es un tema del que hablo más a menudo, porque, como muchos sabéis, ésta es mi época mala.
En lo que a mi experiencia se refiere, cuando la gente se entera de que tienes una enfermedad degenerativa, chunga... todo son carantoñas, "pobrecita"s y otros varios.
En redpacientes.com, una red social para pacientes y familiares de diversas enfermedades, colgaron esta viñeta de el 7 azul. Muy ilustrativa.


Pero eso no es amistad: amistad es, aunque sea pesado, tras uno, y otro, y otro, y otro brote, seguir ahí. Eso no es fácil. No es cómodo. Amistad es, como me están demostrando en esta racha chunga algunas personas que están cerca físicamente, venir a verme (aunque probablemente preferirían que fuera yo a verlas, o que quedásemos por ahí); pero, antes de venir, preguntarme si estoy para visitas. Y, los días que no vienen (que son muchos), y las personas que están, pero físicamente a bastantes kilómetros, hacerme llegar su cariño e interés de una u otra forma (que hoy en día tenemos unas cuantas a nuestra disposición): teléfono, correo, whatsapp... La verdad es que están consiguiendo conmoverme. Mucha gente dice, tras un bache, que no sabía que tuviera tan pocos amigos. Yo, gracias a Dios, puedo decir que no sabía que tuviera tantos (aunque siempre hay sorpresas en uno u otro sentido).

Tengo una amiga especial, además, que me cuida y no me deja a sol ni a sombra: Mariana.
Mis otras dos chicas también me cuidan, y muy bien además, pero lo de Mariana es exagerado.

Pero, dejando a un lado esta experiencia personal, como quería decir desde un principio (que hay que ver qué facilidad tengo para enrollarme), a veces nos rodeamos de gente "tóxica". Gente que, simplemente, es de una forma muy distinta a lo que queremos cerca, y no siempre es fácil darse cuenta. No sólo se trata de "estar ahí" a las malas. También está la conversación interesante, la "energía" (o como se quiera llamar) que transmite cada cual (todos sabemos que hay personas con las que, después de tomarse un café, se le quitan a uno hasta las ganas de vivir, y otras que motivan, que animan, que despiertan inquietudes creativas)... Eso ya cada uno decide: hay quien prefiere rodearse de personas que estén puestísimas en política, o de gente marchosísima, o de gente puestísima en los últimos cotilleos del barrio, o del ¡Hola!, o de triunfadores profesionales...

En los últimos años debo reconocer mi mal ojo para las compañías. No en todos los casos, afortunadamente. Pero una gran mayoría de la gente de la que me he rodeado no era lo que quería tener alrededor. Pero las circunstancias (el no tener mucha opción de tratar con más gente y, no sólo comparar, sino quizá ver qué era lo que sí quería cerca) me lo han puesto difícil. No quiero decir que me haya agarrado a un clavo ardiendo: no me importa tanto estar sola como para pagar el precio de estar "mal acompañada".

Curiosamente, mientras escribía esta entrada, un amigo (de esos a los que aprecio pero con quien el contacto casi se limita a redes sociales, y no sé por qué) ha puesto un enlace en Facebook que viene bastante bien al caso, aquí os lo dejo por si queréis echar un ojo.

Pero he personalizado demasiado, quizá. No era lo que pretendía. En realidad, se me ocurrió escribir esta entrada después de hablar con un par de personas a las que aprecio bastante y que ahora no están en su mejor momento. Y, por supuesto, ha salido el tema. Es, además, más difícil de digerir cuando estás con las defensas bajas por un problema, el hecho de que, aquellos a quienes creías, si no amigos, al menos gente cercana, no estén "ahí": ibas a apoyarte en una mesa a la que le falta una pata. Pero, por la experiencia personal de la que he hablado más arriba, después del primer trago (malo) suele convertirse en algo positivo: es importante saber con quién se puede contar en las malas. En las buenas, es sabido que con casi todo el mundo.

Mientras escribo esto, aunque no ilustra específicamente lo que quiero decir, he recordado una fábula de Samaniego que nos hicieron leer en el colegio: Los dos amigos y el oso.

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