domingo, 29 de septiembre de 2013

Sinfonity

Después de unas 2 semanas de encierro involuntario (el inicio del otoño no me está yendo muy bien), ayer ¡por fin! salimos. Y, cómo no, fue al teatro. En esta ocasión, al Cervantes. (La programación teatral del Alameda es la mejor de Málaga; la musical del Cervantes es difícilmente superable por variedad y calidad).
A pesar de algunas dificultades (me perdí caminando hacia el teatro mientras Dani aparcaba, después de que nos dijeran que en la plaza PMR que habíamos encontrado providencialmente vacía no se podía esa tarde por... la Semana Santa. Sí. Semana Santa en septiembre. Ya decía yo que llovía mucho este fin de semana por aquí), llegamos justo cuando estaba empezando.

Yo no había oído nunca hablar de Sinfonity. Dani había escuchado algo de ellos por la radio, y así se enteró del concierto. Pensó que, como a él le gusta el guitarreo eléctrico, y lo que había oído le había parecido interesante, y a mí me gusta la música clásica, podía ser un espectáculo que disfrutáramos los dos (generalmente, cuando vamos a conciertos, uno de nosotros -casi siempre él, hay que reconocérselo- tiene que sacrificarse por el otro). Y acertó. Ambos disfrutamos muchísimo el concierto.


Los 15 fantásticos músicos estaban sentados en 2 filas, de cara al público, vestidos informalmente, con sus melenas incluso algunos.
Tocan piezas archiconocidas de música clásica, pero todo con guitarras eléctricas, bajos y otros instrumentos que no reconocí (me parecieron hechos por ellos mismos). Les gusta lo que hacen, disfrutan, se divierten, y eso se nota y se contagia. Nada de una orquesta uniformada con trajes negros y pajaritas, caras serias (casi aburridas) y reconcentradas. Nada de eso. Lo que les unía no era el uniforme, sino las miradas cómplices, a pesar de que se les veía muy concentrados en lo que hacían, pero no con un rictus amargo, sino con el disfrute reflejado en cada gesto.

El programa, como digo, estaba compuesto por piezas fácilmente reconocibles para todos, con las guitarras eléctricas hacen maravillas con los sonidos que corresponderían, en la original, a violines u otros instrumentos de cuerda, incluso alguno de viento. Eso sí: el tempo estaba algo acelerado en casi todos los casos, lo que daba una sensación marchosa a pesar de estar escuchando a Vivaldi o Mozart.

Me ha encantado escucharles y conocer su trabajo. Su concepción de la música clásica es la mejor manera de acercar este tesoro cultural, hacérselo interesante a generaciones recientes, que huyen despavoridos cuando les hablas de este tipo de melodías: "¿Música clásica? ¡Vaya coñazo!". Hacen que piezas que se han tocado de la misma manera prácticamente durante décadas suenen como modernas, cañeras incluso.


A cambio de un espectáculo de casi 2 horas recibieron muchos aplausos (a pesar de que no éramos demasiados espectadores). Así que lo suyo era un bis.
Como último tema nos regalaron lo que, según explicaron, está siendo su último experimento: tocaron "We are the champions", distorsionando el sonido de las guitarras de tal manera que parecía que alguien estaba cantando la letra, perfectamente vocalizada. Alucinante.

Espero (porque lo merecen, y por lo que puede suponer para la promoción de la música clásica) que tengan muchísimo éxito. No he visto ningún disco suyo, pero espero que haya alguno disponible pronto para poder comprarlo. Y, por supuesto, que vuelvan pronto con un espectáculo nuevo, que no querré perderme.

1 comentario:

  1. Sí, muy recomendable y un antídoto contra la melancolía, la tristeza, la chapuza y contra los recortes (sí,. sí, también contra los recortes) injustos y, lo que es peor, indiscriminados y crueles.

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